“Frank Sinatra, con un vaso de bourbon en una mano y un pitillo en la otra, estaba de pie, en un ángulo oscuro del bar, entre dos rubias atractivas, aunque algo pasaditas, sentadas y esperando a que dijera algo. Pero Frank no decía nada”. Así se inicia el que es, probablemente, el texto más conocido de Gay Talese, “Sinatra está resfriado”, considerado un ejemplo magistral del llamado Nuevo periodismo que estaba en boga en aquellos días de 1965 y 1966 en los que preparó su historia. El periodista inició el reto con solo 33 años, mientras definía con su pluma el periodismo de las siguientes décadas. “Yo ni siquiera quería escribir sobre Sinatra”, le dijo el año pasado al diario El Mundo. Lo curioso es que ni siquiera llegó a entrevistar al cantante y actor. En cambio, conversó con sus allegados, con la gente que lo rodeaba o trabajaba con él y para él. Esos testimonios y su observación de aquel círculo cercano lo ayudaron a preparar la célebre crónica, considerada la más importante en la historia de la revista Esquire.
“Nunca me he especializado en piezas sobre celebridades –le contó Talese a la desaparecida revista Arcadia, de Colombia, hace unos años-. Prefiero escribir sobre gente desconocida, y darles a estos personajes secundarios la atención de un escritor de ficción para así convertirlos en personas extraordinarias través de la escritura y la observación. Pero en 1965, después de que había renunciado a hacer periodismo en un periódico, firmé un contrato con Esquire por un año. Este contrato requería que publicara seis piezas al año, entre 1965 y 1966. Harold Hayes, el editor de la revista, me permitió elegir tres de las seis piezas. Lo que quería hacer, como he mencionado, era escribir ‘cuentos con nombres verdaderos’; es decir, quería ser un escritor de ficción sobre la realidad. Una contradicción en cuanto a términos, claro está, pero a pesar de ello era lo que llevaba haciendo durante años”.
Prácticamente, a Talese no le quedó otra que acercarse a Sinatra y convertir esa entrevista en una misión cotidiana, a pesar de que creía que nadie quería leer otra nota más sobre Sinatra, que acababa de tener dos portadas en otras revistas como Look o Life. Pero su editor insistió y tuvo que viajar de Nueva York a Los Angeles para encontrarse con el artista, con el que, en teoría, ya habían pactado una entrevista después de insistentes correos. “Va a ser un trabajo fácil. Está esperando para hablar contigo” le dijo Harold Hayes, entonces editor de Esquire y considerado uno de los “arquitectos” del Nuevo Periodismo norteamericano, un subgénero que muchos consideran, también, literario. De hecho, el propio Gay Talese ha dicho: “El periodismo es una forma potencial de arte”.
La voz de la voz
Cuando Talese llegó a Los Angeles en noviembre de 1965, Sinatra estaba realmente resfriado, lo que lo ponía de un humor terrible, y temía que el periodista lo interrogara sobre sus contactos con la mafia, un tema espinoso del que ya se comentaba mucho en el mundo del espectáculo. De hecho, el personaje de Johnny Fontane –el cantante y actor vinculado a la familia Corleone- en El Padrino (1972), está inspirado en él.
El abogado del artista pidió ver el artículo para revisarlo antes de su publicación, lo que Talese rechazó, sellando así su suerte: Sinatra, quien acababa de volver de una gira triunfal y salía por aquellos días con una jovencísima Mia Farrow, lo haría esperar horas en varias ocasiones, pero no cruzaría más de dos palabas con él en las semanas que duró la elaboración/espera del reportaje que tenía entre manos. Llegado a este punto, el periodista aplicó el que es su mantra hasta hoy: “La misión principal de un periodista, de uno joven o uno viejo como yo, es estar ahí. Tienes que estar ahí. Personal y físicamente ahí, mirando a los ojos de la gente de la que quieres conocer”. Inmediatamente, desplegó una de sus mayores habilidades: “Siempre he tenido la habilidad (y el talento) para escribir sobre las “personas pequeñas” y “personas ordinarias”; y por esto comencé a hablar con docenas de personas “ordinarias” que conocían a Sinatra: músicos que habían trabajado con él, ex novias, conductores de limosina, jóvenes y viejos actores y bailarines y directores que habían trabajado en muchos de sus proyectos. Entonces escribí sobre él, sin su cooperación”. El resultado ya lo conocemos.
En diciembre del 2015, Taschen lanzó una edición para coleccionistas de la famosa crónica, con fotos de Phil Stern –el fotógrafo que más cerca pudo estar de “La Voz”- que incluye anotaciones y el plan de trabajo originales que Gay Talese guardó como borradores mientras preparaba el trabajo. Además, anotaciones privadas y consideraciones íntimas sobre el personaje central y sus entrevistados, junto a las cartas que Hayes y Talese le enviaron a Sinatra y a su equipo para conseguir la conversación directa. Esto demuestra la vigencia de esa pieza periodística, más de 50 años después de haber sido publicada. La historia sigue siendo tan fascinante que se dice que el productor Scott Rudin ha comprado los derechos para una película que dirigirá Martin Scorsese.
Maestra vida
Sabido es que comenzó sus días en el periodismo gracias a su trabajo inicial como mensajero en el New York Times. Su tío fue un sastre famoso en París y su padre siguió también sus pasos. Talese asegura que plasmó en su propio oficio lo que aprendió de ellos. “Mi tío y mi padre tenían un respeto por el oficio, por hacer el trabajo bien: no rápido, bien. Les importaba el detalle, la precisión (…) De ser hijo de un sastre aprendí a hacer cosas que duran, a que la escritura permanezca tejida por años de una manera en que le permita a la historia subsistir, que le permita ser leída cincuenta años después tan bien como yo la quise escribir”. El autor tuvo tiempo para sumergirse en su autobiografía con la maestría que lo caracteriza. “Vida de un escritor”, publicado el 2006, es el audaz testimonio de una vocación realizada.
A pesar que, desde los 15 años, escribió crónicas sobre béisbol en un periódico de su localidad, en Nueva Jersey, y de que estudió periodismo en la Universidad de Alabama tras ser rechazado por todas las de su estado, uno de sus primeros reportajes en las “grandes ligas” lo hizo en el New York Times, pidiendo prestada una máquina de escribir a un reportero, movido por la curiosidad que le produjo el hombre que colocaba los titulares electrónicos en Times Square. Se acercó a él, lo entrevistó y supo contar su historia. Se publicó, aunque no con su nombre, pero sirvió para sentir que estaba entendiendo el oficio al que quería dedicarse el resto de su vida. Eso, aunque entonces solo era un mensajero que, entre otras cosas, le servía cafecitos a los reporteros senior. “Yo no quería ser un periodista, quería ser un escritor que trabajara también en periodismo”, confesó, en referencia a la consideración que su colega y amigo Tom Wolfe tuvo hacia él, al declararlo “Padre del Nuevo Periodismo”.
Talese, sin embargo, ha admitido recientemente que esa forma de periodismo que cultivaron él, Wolfe, Jimmy Breslin, Norman Mailer, Truman Capote, Joan Didion, Michael Herr, John McPhee o Hunter S. Thompson, cada vez es más rara de encontrar. Ha dicho que los periodistas de hoy con aspiraciones literarias y perfeccionistas “Son víctimas de la renuencia de los editores de revistas de invertir en el creciente costo que significa ese tipo de escritura, muy disminuida y descartada por la inclinación de los más jóvenes escritores a no gastar tiempo ni energía y hacer las entrevistas con algo entumecedor: la grabadora”.
La leyenda del periodismo añora aquellos días en los que los grandes colegas que él admiraba podían dedicar semanas o meses a una sola investigación, mientras organizaban datos y escribían y corregían muchísimo antes de que sus textos pudieran siquiera ser considerados por los estrictos editores responsables de las revistas más serias. Algo que, según lo ve él, ya no sucede.
Sus libros y su método
“Curiosidad. Siempre empiezo por la curiosidad –ha descrito Talese su proceso de trabajo-. Siento curiosidad por una persona o un tema, entonces llego donde esa persona, toco su puerta, tengo mi manera de hacer que me abran la puerta. ¿Qué tengo? Un enfoque. ¿Y cuál es? Cortesía, un respeto deferencial, me presento de tal modo que muestro respeto. Me visto como estoy vestido hoy con todo el mundo. Tengo 100 trajes. Incluso cuando era niño mi papá me confeccionaba mis trajes. Pero, durante toda mi adultez, siempre me he vestido para la historia, nunca llego con jeans, siempre me visto para la historia porque la historia es importante, lo que hago es importante, y siento que es importante. Entonces no estoy ahí como un pequeño factótum de una cosa llamada periodismo. Estoy ahí como uno de los representantes principales de lo mejor que hay en el periodismo que yo represento: lo mejor del periodismo”
A diferencia de muchos colegas de la actualidad que deben hacerlo por diferentes motivos desde antes, incluso, de la distancia social obligada por la pandemia, Gay Talese no entrevista por mail ni por teléfono, no usa celular, no usa grabadora. Toma notas en cartones de camisas que recorta y usa como libretas. Los lleva siempre en los bolsillos interiores del saco.
“Luego voy a mi casa, organizo mis notas, lo que aprendí, lo que vale la pena usar, lo que no vale la pena. Luego, en segunda instancia, después de organizar, me pregunto ¿Dónde comienza la historia? ¿Hacia dónde voy a ir? ¿Cuál es la primera escena? ¿Qué sigue? Que sigue y como acaba esto. Luego empiezo a escribir y soy muy cuidadoso y lento. Pero cuidadoso en lo que escribo. Redacto la primera oración una docena de veces”, ha confesado.
Gracias a este método de trabajo no solo ha conseguido escribir grandes textos, sino también importantes libros, aunque ni una sola novela. Asegura conocer demasiadas buenas historias reales como para inventarse una. Un ejemplo de los primeros es “Retratos y encuentros”, libro que compila artículos suyos sobre personajes tan diversos como Ernest Hemingway, John F. Kennedy, Fidel Castro, Muhammad Alí, Joe Di Maggio, Joe Louis o Peter O´Toole.
Otros títulos importantes son “El puente” (1964), en el que narra la vida diaria de los obreros que trabajan en la construcción del puente Verrazano-Narrows, que une Brooklyn con Staten Island hasta hoy; “El reino y el poder” (1969), la historia del New York Times contada por sus periodistas y escrita a su estilo; “Honrarás a tu padre” (1971), los intríngulis de la mafiosa familia Bonanno, que sirve de material para la serie Los Soprano y que le tomó 6 años de investigación; “La mujer del prójimo” (1981), un descarnado estudio sobre la sexualidad en los Estados Unidos, que lo llevó a vivir experiencias desafiantes o “Los hijos” (1992), la historia de la familia Talese y, a través de ella, la de otros migrantes italianos y sus descendientes en América. “Todos mis libros están relacionados. Escribí sobre sexo. Sobre pecado. Me convertí en un personaje. Me descubrí a mí mismo”, ha llegado a decir.
Polémicas recientes
“Creo que la satisfacción que tengo, a mis 83 años, después de haber sido publicado durante 60 años, es que nunca he sentido que he hecho algo que me avergüence”, aseguró el 2015, en referencia a que nunca había tenido problemas con uno de sus entrevistados, por haberlo citado mal o perjudicado en alguno de sus reportajes. Talese se enorgullecía, además, de tener la cualidad de hacerlos sentir en confianza y respetar el off the record. Sin embargo, esto cambió con la publicación de El motel del voyeur (2016), la historia de Gerald Foos, dueño de un motel en las afueras de Denver (Colorado) durante los años 70, que diseñó todo un sistema para espiar la vida íntima y sexual de quienes se hospedaban allí. Talese aprovecha esta historia para describir los cambios del comportamiento social y erótico de los norteamericanos en las últimas décadas. Tras su publicación, sin embargo, se produjo una gran controversia, pues Foos contaba, incluso, que había sido testigo de un asesinato y muchos de los datos que le dio al periodista no coincidían en las fechas, según reveló una investigación de The Washington Post. El mismo Talese llegó a cuestionar la veracidad de su fuente y a renegar del libro, aunque luego aseguró que los datos errados o las medias verdades contadas por Foos no le quitaban su verdadero valor. Netflix estrenó un documental sobre el tema, en el que Foos reniega contra Talese, a pesar de que acepta no haber sido completamente sincero con él. Talese, por su parte, se muestra furioso, incómodo e indignado. Esta historia deja en evidencia la fragilidad constante del oficio, pues demuestra que hasta al periodista más sagaz se le puede escapar algo. El incidente, sin embargo, no daña la reputación de un hombre que, a estas alturas de su vida, podría dedicarse solo a descansar, pero en cambio sigue trabajando en su célebre “búnker” de Nueva York y, desde el 2007, prepara un libro sobre su matrimonio con la editora Nan Ahearn, su esposa desde 1959. “El sexo a los 82 es fantástico”, llegó a decir hace unos años sobre aquel proyecto. Aunque agregó: “Lo más importante en el sexo, no es el sexo, en realidad, es el respeto”.
En 1965, Talese escribió en su texto más famoso: “Sinatra resfriado es Picasso sin pintura, Ferrari sin combustible, pero peor”. En lugar de ese “peor” quizás quería decir: “Es como Talese sin pluma o periodismo”.
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