La publicación de Invitación al viaje, que reúne cinco cuentos inéditos de Julio Ramón Ribeyro, hallados dentro de sus archivos de París, significa un acontecimiento editorial relevante, como se ha podido comprobar en la prensa cultural de estos días. Sin embargo, algún escéptico ha brotado para cuestionar su aparición, como el escritor Guillermo Niño de Guzmán, buen amigo del célebre Flaco, quien señaló que Ribeyro era muy riguroso con lo que entregaba a sus lectores y que si esos textos no vieron la luz cuando su autor estaba vivo, pues por algo sería. Es decir, Niño planteaba la misma polémica que hace unos meses suscitó “En agosto nos vemos”, la novela póstuma de García Márquez, para algunos una ficción floja y desmañada, para otros un digno final de la obra del narrador colombiano.
Hay dos cuentos que justifican plenamente la edición de “Invitación al viaje”. El primero es el relato homónimo, que ocupa casi la mitad del libro. Si Ribeyro no lo publicó por dudas acerca de su calidad, se equivocó sobremanera: resulta un muy buen cuento que explora uno de los tópicos de su cuentística, el de la incursión audaz por rumbos desconocidos, por una “terra incógnita”, que termina en humillación y derrota. Eso es lo que le sucede al muchacho que protagoniza sus páginas, quien escapa de casa y pierde la inocencia de distintas maneras a lo largo de una madrugada. Es, asimismo, uno de los cuentos más delicados de Ribeyro por su límpido lenguaje, por sus bellas frases cargadas de sobrio lirismo, pero sobre todo por el sereno corolario que impone a la aventura: en este no hallamos al Ribeyro usualmente implacable con sus personajes, sino uno que se compadece de su criatura en una escena solitaria donde el desvalimiento muta en luminosa redención.
Si “Invitación al viaje” es el mejor cuento del conjunto, “Monerías” es el gran hallazgo de este rescate. No recuerdo un cuento de Ribeyro donde el absurdo sea tan radical y el humor alcance cotas tan libérrimas. La invasión de simios por las calles de Lima, que según su dueño “han aprendido hasta nuestro idioma” y “exigen ser tratados como el prójimo que son” evoca, aunque kafkianamente peruanizada, a la célebre distopía de Pierre Boulle.
Los tres cuentos restantes me parecen menores en comparación. Hay una sutileza trágica que salva “Las laceraciones de Pierluca”; en cambio, “La celada” y “Espíritus” ligados por su estirpe fantástica, son breves juegos no demasiado inspirados cuya lectura le daría la razón a Ribeyro por haberlos guardado en el fondo de un cajón y no incluirlos en su monumental “La palabra del mudo”. Y sin embargo, leyendo “Espíritus”, el cuento menos convincente, uno se pregunta si el Fontarabia que ahí aparece no tendrá algo que ver con el Fontarabia de “Té literario”, aquel novelista elusivo al que se espera vanamente a lo largo de una tertulia. Son ese tipo de descubrimientos y asociaciones los que vuelven a estos rescates necesarios, al margen de su calidad: nos hacen conocer las trastiendas y pasajes secretos de un autor, los imperceptibles movimientos que ocurren dentro del edificio de su obra. Solo por ello “Invitación al viaje” merece haberse publicado, además de acercarnos nuevamente a un escritor que cada año crece en la memoria de sus seguidores.
Julio Ramón Ribeyro
Invitación al viaje y otros cuentos inéditos.
Alfaguara, 2024
138 pp.
Valoración: 3.5 estrellas de 5 posibles.
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