Un 1998, Miguel Bances (Lima, 1968), integrante del grupo de escritores sanmarquinos que giraba alrededor de la revista “Dedo Crítico”, publicó su primer libro de cuentos, “Límites de Eduardo”. Centrado en las tribulaciones y andanzas de unos estudiantes universitarios, el volumen se articulaba tomando como motivo diversas técnicas narrativas que titulaban los textos (“Yuxtaposición”, “Flashback”, etc.) y eran aplicadas en cada uno de ellos. El conjunto no carecía de interés, pero en ocasiones su propio juego lo encorsetaba y volvía fríos y mecánicos algunos de los relatos.
Hemos debido esperar dos décadas para leer la siguiente entrega de Bances. Se llama “Flores nocturnas” y está compuesta por seis cuentos y una novela corta. Todos ellos coinciden en ubicarse dentro de una realidad confusa hasta el onirismo, donde los personajes son guiados por fuerzas inquietantes y sombrías que los enfrentan a situaciones límite en las cuales el absurdo y el desengaño resultan ineludibles. La mayoría se caracteriza, además, por la angustia de confrontar enemigos y miedos latentes que, sin necesidad de mostrarse por completo, desestabilizan la existencia y las convicciones de quienes los padecen.
Eso es lo que ocurre en “Números”, la lograda narración que abre el libro. En ella una pareja de jóvenes profesionales es obligada a pasar un sábado entero recluida en su departamento debido a un misterioso animal salvaje que ha escapado del zoológico cercano. Esta amenaza implícita trastoca su cotidianidad, revive olvidados traumas de la infancia y cuestiona cualquier certeza entre ambos y el mundo exterior. Una circunstancia similar motiva el buen cuento que da nombre a esta recopilación: trata de un matrimonio aturdido por la prosperidad y un desbocado materialismo, incapaz de reaccionar ante la figura espectral de un jardinero que trabaja casi clandestinamente en las madrugadas dentro de su propiedad y cultiva un secreto brote de extrañas flores que se transforman en un reducto de espiritualidad opositora a la muerte y al falso esplendor de los bienes pasajeros.
Los otros cuentos abordan distintos fantasmas y heridas de la vida moderna. “Oyasumi-nasai”, por ejemplo, es un sutil pincelazo sobre la incomunicación y la soledad. “Bar Bora” asume una intensa y detallista incursión acerca de la memoria, sus trampas y abismos. “Documentos”, por otro lado, es una ficción de ribetes kafkianos, un alegato sobre los efectos deshumanizadores de la burocracia y a favor de los códigos de la amistad. Desentona “Persecución”, que parte de una buena premisa sobre la convulsión y el desconcierto que signaron a la juventud de finales del siglo pasado, pero pretende abarcar mucho en pocas páginas. Se despista y se desarma a lo largo de su desarrollo, hasta desembocar en una conclusión tan forzada como desabrida.
Lo mejor de Flores nocturnas es “Los días, el pozo”, la noveleta que cierra el libro y por lejos la historia más apreciable que Bances ha firmado. No solo es una certera exploración del infierno de la depresión –esa invisible oscuridad de la que hablaba William Styron– y de cómo esta degrada la vida y las esperanzas de quien lo sufre, sino además sobre una época gris, violenta y mediocre como fueron los años noventa, que aquí, mediante una sucesión de escenas estructuradas según el doliente ánimo del protagonista, se retrata desde la decepción colectiva e individual en todos sus niveles: el político, el afectivo y el social. Contiene momentos realmente estremecedores, como aquel en el que el narrador se adentra en la casa sucia y penumbrosa de una amiga suya, también depresiva, y la rescata y la baña describiendo su cuerpo como un despojo que ningún deseo consigue provocar. Si en su libro anterior podíamos reprochar a Bances algunos gélidos esquematismos, en este se redime con creces gracias a esos instantes en los que decide embarrarse de esa feble y amarga materia por la que está conformada nuestra humana condición. Y ese es un mérito que no se le puede escatimar.
AL DETALLE:Puntuación: 4 y media/ 5 estrellasLibro: “Flores nocturnas”Autor: Miguel Bances. Editorial: Dedo Crítico. Año: 2018. Páginas: 122. Relación con el autor: ninguna.
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