De niña vio poco a su padre. Sus recuerdos se mezclan con esos turbulentos años de la década del setenta, cuando él fue deportado por el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez por defender los derechos de los comuneros y mineros de la sierra central. Aunque ella no había nacido cuando la comunidad de Rancas fue barrida por las fuerzas del orden, Marianella Ledesma, la actual presidenta del Tribunal Constitucional, dice que durante su infancia experimentó “el resultado” de esos hechos. Es más, cuando ella nació, su padre, el maestro y abogado Genaro Ledesma Izquieta, estaba preso en El Frontón.
Sin embargo, toda esta historia ha quedado registrada en “Redoble por Rancas”, la memorable novela de Manuel Scorza que acaba de cumplir 50 años, y que ha sido reeditada por Alfaguara. Ahí se reproducen las luchas de los comuneros de Rancas por defender sus tierras frente a los apetitos de la minera más importante de la época, la Cerro de Pasco Cooper Corporation, así como las corruptelas de sinuosos jueces, a quienes se opone la generosa figura de Genaro Ledesma como alcalde de Pasco.
El legado del servicio
La llegada de Ledesma a la alcaldía de Pasco fue fortuita. En 1958, él era profesor del colegio Daniel Alcides Carrión, cuando en medio de una huelga generalizada, el alcalde de la ciudad Antonio Figueroa abandonó el cargo. Entonces, alguien distinguió entre la multitud al correcto maestro de Historia, y la gente lo llevó en hombros al Municipio. “No fue planificado, fue una obra del destino que lo eligieran a él”, comenta su hija Marianella Ledesma. En ese momento, la vida de su padre cambió. La zona estaba convulsionada por un cerco que “comía” todo a su paso, cerros, lagunas, pampas y ríos. Los comuneros de Rancas ya no podían pastar sus animales y la tierra les pertenecía cada vez menos.
Una comisión decidió viajar, entonces, a Pasco a pedir ayuda al juez de la provincia, el doctor Parrales. Este, en vez de ayudarlos, les pidió, con indignado golpe de escritorio, entre 10.000 y 15.000 soles para “atender” el caso.
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Los campesinos, sin saber cómo conseguir tanto dinero, decidieron tocar las puertas del Municipio. “Ante una mesa cubierta por un paño verde los esperaba el Alcalde, Genaro Ledesma, un hombre de unos treinta años”, relata Scorza. Ledesma conocía tan bien como los campesinos la magnitud del problema y se indignó cuando se enteró que el juez Parrales pretendía pedirles una coima. “Hay que denunciarlo, amigos. Es la única manera de solucionar este problema”, les dijo con su “voz cálida y lenta”.
“Este no es solo un tema de novela —comenta la doctora Marianella Ledesma—. Frente a la oscuridad de estos jueces, apareció un alcalde que tenía una voz cálida y les dijo ‘en qué puedo servirles’. Esa lógica de servicio que debe tener un funcionario, al punto de convertirse en la voz de estos comuneros. Ese es el legado que debemos tener todos los funcionarios del Estado: primero, reafirmar que estamos acá para servir a los ciudadanos, a las personas afectadas, vejadas, abusadas; no para servir a quienes han generado esta situación de arbitrariedad. Ese es el gran mensaje del legado del funcionario en la obra de Scorza”.
El abogado de los comuneros
El compromiso entre Ledesma y los campesinos de Rancas y de otras comunidades se selló con fuego en esos días de 1960. A Ledesma, por haberlos defendido, lo retiraron de la escuela y de la alcaldía. “En otras palabras, se quedó sin trabajo —cuenta su hija— y regresó a Trujillo, donde vivíamos nosotros. Pero los comuneros, al ver que había abrazado su causa, decidieron ayudarlo. Mi padre les dijo ‘deben conseguir un abogado’, y ellos le respondieron ‘nosotros solo confiamos en usted’. Como mi padre no se había graduado de abogado, entonces los comuneros se reunieron y decidieron pagarle los estudios para que hiciera su tesis y, así pudiera defenderlos”.
Esta historia la cuenta Manuel Scorza en La tumba del relámpago (1979), novela en la que Ledesma es el personaje principal.
Ledesma y Scorza
Más allá de la ficción, Scorza y Ledesma fueron muy amigos. Su hija cuenta que las dos veces que su padre fue deportado, el escritor lo alojó en su casa en París. “Era una relación de mucha fraternidad —detalla—, ambos coincidían en la línea política, forjaron el Focep (Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular), y formaron una plancha presidencial con Laura Caller para presentarse a las elecciones (de 1980). Lamentablemente, Scorza renunció antes, en protesta por la segunda deportación de mi padre, quien fue elegido a la Asamblea Constituyente de 1978. El Focep tuvo gran acogida electoral, pero Scorza ya no fue candidato”.
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Un 27 de noviembre de 1983, el avión en el que viajaba Scorza se estrelló antes de llegar a Madrid. Genaro Ledesma se deprimió al recibir la noticia. “Eran compañeros de ideales, desde que se conocieron, en la gesta de Rancas, estuvieron en constante comunicación. Era una amistad enriquecida por el tema social”, recuerda la magistrada.
Ledesma fue elegido dos veces senador y se convirtió en líder histórico de la izquierda peruana, y su hija —quien asegura estudió Derecho por un error de inscripción en San Marcos, pues ella quería seguir Medicina—, se alegra de que su padre haya estado presente cuando juró como integrante del Tribunal Constitucional, en 2014.
“Habría estado más orgulloso —añade— si hubiera visto que ocupaba la presidencia”.
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