Hay un momento al leer la novela “La sangre de la aurora” (2013) en el que varios lectores se detienen en el mismo párrafo, confundidos. Vuelven a la página anterior, esta vez examinándola, y al avanzar, entienden que no es un error de imprenta; solo entonces la intención de la autora los golpea. “Yo creo que casi no ha habido nadie [a quien no le haya pasado]”, cuenta la escritora Claudia Salazar Jiménez sobre la impresión que deja su única novela, un texto de apenas 118 páginas que ganó el IV Premio Las Américas de Narrativa Latinoamericana. A 10 años de su publicación, y a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer del 25 de noviembre, conversamos con ella.
La novela sigue a tres protagonistas mujeres en los años 80: Melanie (fotoperiodista), Marcela (militante senderista) y Modesta (campesina), quienes viven en sus cuerpos la violencia desatada en los años 80 y 90. “Es una historia de la violencia contra la mujer y el conflicto armado es el contexto de eso. En cierto modo eso explica por qué ha sido publicada en otros países, por qué está siendo traducida. Si no eres peruano, ¿Por qué te interesaría esto? ¿Por qué te interesaría Sendero Luminoso? Es la cuestión de género que, justamente, llama la atención”, contó a El Comercio en un Zoom desde Estados Unidos, su hogar desde hace 20 años y donde se divide entre Nueva York y California como docente de escritura.
Cuando empezó a escribir “La sangre de la aurora”, Claudia hacía su tesis, aquello que la llevó fuera del Perú (la becaron), y por la que mantuvo el manuscrito en pausa por un tiempo. Y cuando ya pudo escribir sin culpas, también paró, esta vez por el peso que representaron sus palabras para ella misma. Es una historia que según su autora ha motivado pesadillas a lectores y que por lo dura que resulta no pide a nadie que la “disfrute”. Personalmente, ella quedaba agotada emocionalmente tras escribir ciertas escenas, no basadas en experiencias personales, pero sí en el archivo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, donde leyó cinco o seis testimonios de violencia sexual. No más. No le dio el estómago.
“Quedaba súper mal [tras escribir la novela]. Sobre todo hay unas escenas, las escenas de violación. […] Solté el manuscrito como un mes o dos, varias veces. Yo sí creo que hay un punto de la escritura…, no pasa todo por la cuestión puramente racional”, cuenta la autora, que también volcó experiencias y sentimientos personales en el texto, sea por empezar la obra con un apagón (común en los 80 por obra de Sendero), o por la fuerte identificación con el personaje de Modesta (la familia de Claudia es de origen andino).
Claudia cuenta que, cuando escribía el texto, había un discurso en el ambiente de que “ya se había dicho todo lo que había que decir” sobre la época. “La sangre de la aurora” fue una respuesta a esa afirmación. “No está todo dicho, nunca jamás. Yo creo que la literatura justamente nos viene iluminar eso. Aunque todo parezca dicho, siempre hay una manera de verlo de otro lado. Para eso escribimos, para eso hacemos ficción. ¿Qué mirada todavía no se le ha dado? Faltaba toda esta mirada del punto de vista femenino. Eso te pone el discurso oficial patas arriba”.
Sea en televisión, cine o la misma literatura, escenas de violencia sexual hacia las mujeres no escasean. ¿Cómo escribir estas escenas de manera responsable? Claudia, quien necesitó de estas escenas para contar su historia, lo explica. “[Esa] fue una pregunta súper importante a la hora de enfocar éticamente la escritura, cómo pensar éticamente la violencia. Mi respuesta es la novela misma, tenía que ver sobre todo con que las escenas de violencia no se leyeran como si te comieras una Big Mac, que pasa en varias novelas de mirada simplista unas, lo cual es bastante ofensivo para las víctimas; o el otro extremo, que es la mirada casi pornográfica de la violencia”. La respuesta de la autora tuvo como efecto lo que se menciona al inicio del texto, ese volver hacia atrás en la lectura. “Lo mejor de todo es que jamás me han dicho que mi novela es bonita”, añade.
Ella, que quería hacer una novela “que conmueva y nueva”, piensa últimamente en el desplazamiento de personas, en su recién asumida condición de migrante. Del pensar llega la escritura, la pregunta es cuándo. Por lo pronto, queda lo ya escrito.
Editorial: Animal de invierno.
Año: 2013
Páginas: 118
Dónde adquirir: En librerías del Perú, también en la Feria del Libro Ricardo Palma o en https://animaldeinvierno.com/
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