Nacido en Oxford, en 1950, Henry Marsh ingresó a la prestigiosa universidad de su ciudad para estudiar Política, Filosofía y Economía. Pero el interés no le duró mucho, y cambió la especialidad por los libros de medicina hasta graduarse y convertirse en uno de los neurocirujanos más reputados del Reino Unido.

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Tras una carrera exitosísima, en la que cosechó diversos reconocimientos, Marsh fue diagnosticado con cáncer de próstata avanzado en el 2021. Un diagnóstico que cambió su vida y cuyos detalles aborda en “Al final, asuntos de vida o muerte”, un libro de memorias de una lucidez envidiable. Aprovechando su presencia como invitado del Hay Festival Arequipa conversamos con él.

¿Cuál diría que es la principal lección en este tránsito de ser médico a ser paciente?

La lección más grande es que, incluso siendo médico, cuando te enteras de que sufres una enfermedad seria, eres como un ser humano más. Uno pasa su vida profesional buscando cierto distanciamiento o desapego, persiguiendo un balance entre ser amable con los pacientes y, a la vez, ser científico y clínico. Y ese desapego no te prepara para el hecho de encarar una enfermedad grave. Yo ya sabía lo que se sentía ser paciente, porque mi hijo estuvo cerca de la muerte cuando le detectaron un tumor cerebral cuando apenas tenía tres meses de nacido, así que asumí esa experiencia. Además, tuve ocupaciones diferentes antes de convertirme en médico, que fue recién cuando cumplí 30 años. La indignidad, la humillación y el miedo que puede llegar a sentir un paciente no me sorprendió. Sabía cómo funcionaba. Lo que sí me cogió por sorpresa es que, como yo he sido un cirujano de mucho reconocimiento, pensé que el hospital me pondría una alfombra roja o algo parecido. Y no pasó. Me di cuenta de que me convertí en un anciano más con cáncer de próstata. Pero lo tomé como algo más divertido que molesto.

En su libro incide en la similitud entre hospitales y cárceles…

Sí, es lo que el sociólogo canadiense Erving Goffman llamó “instituciones totales” en su libro “Asylums”. Porque esencialmente, como paciente, te institucionalizan. Te dan un código, te quitan la ropa y te dan un uniforme, te confinan en un espacio y las personas que te vigilan tienen un enorme poder. La relación entre médicos y pacientes es muy desigual, porque los pacientes son muy reacios a criticar o cuestionar a la gente de la que depende su salud o su vida. Y esto termina o puede terminar corrompiendo a médicos y enfermeras si no se maneja con cautela.

En el Perú se escucha mucho que hoy los médicos parecen más interesados en el dinero que en la salud de sus pacientes. Y la pandemia del COVID-19 agudizó esa sensación. ¿No ha sentido que sus colegas podrían estar perdiendo algo de respeto?

No lo sé… Aquí en Inglaterra se bromea con que el Servicio Nacional de Salud británico [NHS, por sus siglas en inglés] es una especie de religión nacional. Todo el mundo aprueba la idea de tener un servicio nacional porque en teoría es un asunto de igualdad. Todas las personas merecen un buen tratamiento médico sin importar cuánto dinero tengan. El problema es la debilidad de dicho sistema, que se sostiene básicamente en impuestos. Y a los políticos no les gusta aplicar impuestos porque andan preocupados de que eso los haga perder elecciones. Súmale a ello el problema de la pandemia y el resultado ha sido que el Servicio Nacional de Salud ha sufrido mucho en los últimos tiempos. Y la moral de los médicos ha bajado mucho también. Creo que, a nivel mundial, existe una crisis de los servicios de salud. Cada día el ser humano vive más tiempo, hay menos mortalidad infantil, y eso implica que hay más y más gente anciana. Y ello requiere más tecnología médica de alto costo, quimioterapias para el cáncer, todo ese tipo de cosas. Los sistemas de salud están pasando por un momento complicado. En otras palabras, cada vez será mayor el presupuesto que los países tendrán que destinar a la salud. Y ese es un problema político serio.

Buena parte del libro está dedicada a las personas o grupos que pugnan por una ciencia que nos asegure una vida cada vez más larga o, incluso, la inmortalidad. No parece ser tan buena idea, ¿verdad?

Como debes saber, hay muchos billonarios de Silicon Valley, como Musk o Bezos, que destinan millones de dólares a compañías que se dedican a analizar los mecanismos del envejecimiento. Y yo he aceptado que se trata de un proceso que ya está bajo control genético. Pero tengo serias objeciones de índole social frente a esa idea, porque me preocupa que, en algún momento, solo la gente adinerada podrá vivir más y más, mientras los pobres no. Además, ¿realmente necesitamos más gente vieja en el mundo? ¡En absoluto! Lo que deberíamos hacer es invertir todo ese dinero en la niñez, porque el futuro les pertenece a los niños y a las niñas. Y una mala infancia tiene una influencia terrible en los niveles educativos, en la salud, en la esperanza de vida. ¿Para qué vivir más? ¿Cuál será la utilidad de 20 o 30 años extras? Ciertamente, hay gente que de forma natural llega a los 100 años de edad; sin embargo, lo hace en un estado frágil, no muy saludable que digamos. Por eso creo que hay algo codicioso en el deseo de vivir más y más. Y te lo dice alguien con cáncer, que no quiere morir, pero que reconoce que tarde o temprano todos lo haremos.

Usted es también un defensor de la muerte asistida. ¿Por qué cree que hay tanta gente en contra? ¿Es solo un asunto religioso? ¿O hay más que eso?

El tema religioso es un asunto a tomar en cuenta, estoy de acuerdo. Sin embargo, un país católico como España ya ha aprobado la muerte asistida. Y en Inglaterra, donde la Iglesia Católica no está tan extendida, no ha sido aprobada. Lo que tenemos aquí es una minoría de médicos, especialmente especialistas en cuidados paliativos y que manejan hospicios, que se oponen terriblemente a esta medida. Yo sospecho que muchos de ellos lo hacen por motivos religiosos, aunque ellos no puedan decirlo abiertamente. Por eso tienen que argumentar objeciones prácticas, como cuando señalan que la muerte asistida puede derivar en un abuso o mal uso de la medida. O que pacientes vulnerables serán llevados a la tumba por familiares avaros. El problema es que todos esos argumentos son meras hipótesis, que no tienen nada que ver con evidencias reales. Ya son muchos los países que han legalizado la muerte asistida, y no hay ninguna evidencia de que haya un abuso en su aplicación. Es un falso argumento. Pero yo estoy convencido de que eventualmente el derecho a la muerte asistida llegará a Inglaterra. Pasó algo similar con los matrimonios homosexuales: ¿su aprobación destruyó la institución familiar, como se decía? ¡Para nada!

¿Cómo está su salud actualmente?

Estoy bien. Tengo un cáncer de próstata de alto riesgo, pero aún sin secuelas en mis huesos u otros órganos. Por el momento no recibo tratamiento. He detenido la radioterapia y también la terapia hormonal que recibía, que era básicamente una castración química. Así que mi salud es bastante buena, aunque al menor síntoma siempre me pregunto si el cáncer está volviendo. Entonces me digo “vamos, Marsh, ¡nadie vive para siempre!”. Por eso vivo el momento lo mejor que puedo. Porque cuando recién recibí el primer diagnóstico, y no sabía cuántos meses de vida me quedaban, estaba paralizado del pánico, horrorizado, en lágrimas… Patético, pero humano. Pero también me di cuenta de que había vivido una vida funcional. No me gusta decir “buena vida” porque también hay muchas cosas de las que me arrepiento. Pero sí una vida funcional, interesante, completa. Como médico y neurocirujano, lidié con muchos casos de pacientes que murieron o sobrevivieron con serios daños. Así que, comparado con ellos, creo que no tengo mucho derecho a quejarme. Y aunque mi esposa, mis hijos y mis nietas quieren que yo viva más (y yo también), por el momento puedo decir que estoy completamente en paz.

Sepa más…
Dos libros de Henry Marsh

“Ante todo, no hagas daño” (2014)

Conjunto de memorias en el que Marsh repasa su carrera médica, llena de anécdotas, logros y fracasos. Se volvió un ‘best seller’ que continuó en el 2017 con “Confesiones”.


“Al final, asuntos de vida o muerte” (2022)

Un relato conmovedor sobre cómo lidiar con el diagnóstico de un cáncer avanzado, que mezcla la información científica y la reflexión sobre el inminente fin de la vida.

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