Dos de las obras que conforman “Redención”, la trilogía sobre violencia política escrita por Alonso Cueto, han sido convertidas en películas. El hecho puede verse como un reconocimiento a historias complejas sobre temas que hasta hace muy poco se creía nuestra sociedad era incapaz de tocar.
“La pasajera”, “La hora azul” y ahora “La viajera del viento” (Planeta, 2016) muestran cómo una persona inesperadamente puede encontrarse con ese pasado que probablemente nunca quiso enfrentar. Víctimas y victimarios terminan envueltos en una misma historia con un final inesperado. En el medio, la pluma de Alonso Cueto –y su capacidad para crear personajes y transitar diversos escenarios – sobresale, ratificándolo como uno de los más destacados autores de su generación.
“La viajera del viento”, novela que será presentada el próximo sábado 23 de julio a las 6 p.m. en el auditorio Ciro Alegría de la Feria Internacional del Libro de Lima 2016, cuenta la historia de Ángel, un militar retirado que vende utensilios en el mercado de Surquillo y se encuentra con Eliana Cauti, una mujer a la que creyó haber asesinado cuando estuvo asignado a la zona de emergencia en Ayacucho. La sorpresa que Cauti (quien inicialmente no reconoce a su agresor) genera en Ángel motivará a que este la busque sin cesar, hasta que un hecho violento altera ese ansiado encuentro.
Conversamos con Alonso Cueto sobre “La viajera del viento” y sobre su forma de encarar la literatura. Además, hablamos sobre sus próximos proyectos literarios.
-Me voy a robar una anécdota que dijo usted en una feria del libro pasada y le preguntaré: ¡Maestro! ¿Qué debe hacer uno para ser un buen escritor?
(Risas) Esa vez recordé a un amigo que vivía en España y fue a casa de Julio Cortázar. Lo primero que hizo cuando le abrieron la puerta fue preguntarle eso. Fue una pregunta tan directa como sorpresiva. Y con gran poder de recuperación Julio le dijo “escribir mucho, leer mucho y vivir mucho”. Es decir, todo lo que uno debe hacer en el mundo de los libros y también en la vida misma. Vivir mucho para mí no significa necesariamente irse de safari o sumergirse a 200 metros bajo el agua. Creo que uno puede vivir mucho encerrado en una habitación. Hubo una gran escritora estadounidense llamada Emily Dickinson, que pasó la mayor parte de su vida encerrada en su cuarto, pero vivió intensamente. Le bastó la gente que llegaba a su casa y lo que veía por su ventana para cumplir con este dicho de Julio Cortázar.
Teniendo en cuenta “La hora azul”, “La pasajera” y ahora “La viajera del viento”, ¿se planteó desde el inicio esto como una trilogía o fueron surgiendo simplemente a causa del éxito de la primera entrega?
De un intento por extender “La pasajera” a una novela más larga salió “La hora azul” y de ese desarrollo luego vendría “La viajera del viento”. Por algún motivo que no sé explicar me obsesionan los temas que tienen que ver con la gente que vuelve de un pasado que creía clausurado o superado. En “La viajera del viento”, un vendedor ve entrar a su tienda a una mujer a la que él creía haber asesinado unos años antes. Y no solo le sorprende que esté viva, sino además que le pregunte sobre los precios y las ofertas de la tienda. Por lo que escribo, me doy cuenta que también me obsesiona la culpa, ya sea por algo que ha ocurrido, por algo irreparable y que atormenta al protagonista, porque probablemente me atormente a mí también. La culpa no significa necesariamente que creamos que ha ocurrido algo por nuestra responsabilidad. También podemos sentir culpa por algo que pudimos evitar. Creo que la culpa siempre estará ahí. Es una herencia cristiana, católica. Y es algo que tiene que ver con la presencia del pasado en nuestras vidas. Me parece que a cierta edad uno se da cuenta de lo importante que es el pasado. Una imagen que reaparece, una voz que escuchas. De pronto caminas por la calle y te das cuenta que personajes, situaciones, sabores y olores del pasado vuelven. Y se produce una emboscada de la memoria.
Sus novelas permiten al lector ubicarse fácilmente en los lugares que describe. En “La viajera del viento” todo se inicia en el mercado de Surquillo. ¿Cómo ha sido su trabajo de recolección de información previo a la redacción de esta historia?
Soy un devoto del mercado de Surquillo. Desde que era chico iba al mercado número 2. Conozco a todas las vendedoras. Para mí es parte de mi infancia. Siempre he querido ubicarlo como escenario en alguno de mis textos porque creo que el mercado es una expresión de la galería de lo humano. Así como hay una variedad de productos, hay una gran diversidad de personas que los venden. El otro día me encontré a un miembro de una distinguida familia limeña cuyo oficio hoy es degollar gallinas. También te encuentras con borrachos que van pidiendo dinero para seguir tomando. La idea de un escritor es hablar de la mayor diversidad de personas posibles. Recuerdo que mi familia era muy cercana a José María Arguedas, y viajábamos con él. Nos decía que el alma de una ciudad o de un pueblo está en el mercado y en el estadio.
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Damián Alcázar y Magaly Solier protagonizan “Magallanes”. La cinta es una adaptación de “La pasajera” de Alonso Cueto.
En esta trilogía los protagonistas buscan resarcir sus culpas con sus víctimas. ¿Cree que –tras el final de la violencia en nuestro país—no hay casos reales así, o simplemente no han trascendido?
Sí hay, pero no han trascendido. Por temor quizás a que haya represalias o acusaciones. Los militares han estado bajo la mira de organizaciones. Pero sí hay casos. Incluso yo tomo mucho taxi, y me encuentro con taxistas que fueron soldados en la guerra contra Sendero. Ellos me contaron muchas cosas y algo de eso me valió como inspiración para escribir estos libros.
¿Qué gran conclusión le dejaron estos diálogos?
La conclusión que me dejó es que cuando viene una guerra nos mostramos como quien de verdad somos. O sea, en la vida cotidiana tenemos un rostro, unas costumbres, un lenguaje, pero cuando se amenaza nuestra libertad, nuestra vida; cuando vivimos en el riesgo o en el miedo, surge un animal que responde a instintos. Ahí nos damos cuenta si somos cobardes, solidarios o sádicos. La literatura es una exploración de quiénes son los seres humanos en el riesgo, en el miedo, en el deseo más primario. Lo demás es aburrido.
En una parte Eliana (protagonista) pide que busquen a sus hijos y surge el tema de los miles de desaparecidos tras la violencia. Sin embargo, hay gente que dice que este tema no debe ser prioridad en un país tan pobre, con educación de muy baja calidad y con altísimos índices de inseguridad ciudadana. ¿Qué opina?
En general, creo que es muy importante mirar nuestras heridas, saber quiénes somos como sociedad y tratar de aprender algo de dicha experiencia. Yo estoy totalmente en contra de la gente que dice ‘eso ya pasó’. Sí, ya pasó, pero no hay que olvidarlo. Hay que recordarlo para construir un futuro. Sabiendo que todas las causas que llevaron a las guerras no deben repetirse. Una de las funciones de un escritor es abrir la caja de pandora de la sociedad, mostrar los males y juntos compadecernos, no de las víctimas sino de nosotros mismos por haber sido algo culpables. Todos llegamos a ignorar una parte importante del país y creo que la literatura debe recordarnos lo que muchos quieren ocultar.
Es el hermano de Ángel quien le aconseja dejar de mirar atrás y enfocarse en el futuro “porque no estamos para detenernos en errores del pasado”. ¿Qué tan difícil es crear personajes tan distintos en una misma historia y mantenerlos durante toda la trama?
La novela es un género democrático por excelencia porque te permite que diferentes personas con opiniones, puntos de vista y experiencias distintas convivan y que se digan cosas. Permite presentar discusiones, debates, permitiendo al lector presenciar una confrontación. Eso es algo que me interesa mucho del género de la novela. En teatro es más natural, mientras que en la poesía es algo más difícil. El escritor debe ponerse en el papel de todos sus personajes y ser un esquizofrénico para poder tener muchas identidades, creer en cada una de ellas, entender el punto de vista de todos y, finalmente, hacer personajes convincentes con sus respectivos puntos de vista. En el fondo diriges una pequeña orquesta pero a la vez eres cada uno de los solistas.
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Los protagonistas de la película “La hora azul”, por estrenarse en octubre próximo.
Hay otro elemento interesante de la novela y es la prisión que sufre Ángel por un buen tiempo. ¿Qué le da el encierro al protagonista de “La viajera del viento”?
Ese es otro elemento que me interesaba mucho porque he conocido gente que estuvo en prisión. Antes de escribir esta novela fui tres días al penal de San Jorge. Pasé buen rato ahí, escuché misa, lo cual es una experiencia inolvidable dentro de un penal. La prisión se convierte en un lugar en el que Ángel encuentra amigos –que no tenía cuando estaba libre--, en el que trabaja y produce objetos –algo que tampoco hacía en libertad--, y sobre todo (ahí) tiene tiempo de contemplar el mundo. Tres flores que ves en la rendija de una ventana son muy importantes (desde prisión), a diferencia de si las ves desde la calle. Hay casos en los que un penal es una situación horrorosa, inicialmente, pero que luego se convierte en un proceso de redención. Y eso me interesaba. Conversé con el director de San Jorge. Me dijo que muchos presos sienten una recuperación, un reencuentro con ellos mismos a través del trabajo y de las conversaciones con los amigos.
Salvo la escena final, que no vamos a revelar en esta entrevista, ¿podría decirse que “La viajera del viento” tiene un mensaje esperanzador, referido a la posibilidad de rehacer nuestras vidas?
Sí. Eso es algo que siempre me interesa al final de una historia terrible. La idea de que, a pesar de todos los procesos de destrucción y violencia que uno pueda sufrir, debe haber una esperanza. Me interesa cómo es que los seres humanos tienen ese instinto de seguir viviendo, a pesar de carecer de una ideología, o de una religión o de normas que los ayuden a eso. Pero sí tienen el impulso de vivir, de continuar con lo único que les queda. Hay una novela de William Faulker en donde un personaje dice “entre la pena y la nada, elijo la pena”. Porque la pena es la vida y la nada es solo su negación. Me identifico mucho con esta misteriosa pasión por seguir adelante. Hay una conferencia que da Borges en 1936 en la que dice que “Buenos Aires nos obliga a un deber, que es el secreto y terrible deber de la esperanza”. Eso es algo que se aplica a cualquier persona y grupo.
¿Se detiene mucho a pensar en sus inicios como escritor?
Creo que uno siempre está en sus inicios. Uno siempre ‘empieza por primera vez’. Uno debe acometer sus proyectos con entusiasmo y pasión. Porque hay un motor al que ninguna persona debe renunciar: la curiosidad, que es el origen último de la vida que vale la pena vivir. Sentir curiosidad por las cosas, interés por conocer la vida de las gentes. Sentarse en un restaurante e imaginarse qué hace una persona que se fuma un cigarrillo, dos jóvenes que se dicen cosas dulces, una señora con una empleada, no sé. Estamos rodeados de vida y eso es un privilegio. Y en el Perú uno está rodeado de muchas más historias, porque estamos en una sociedad en conflicto y es ahí donde surgen las historias. Para bien y para mal, somos un país con conflictos esenciales. Y la literatura viene del mal, de los problemas, nunca del bien.
Finalmente, el título de esta novela es “La viajera del viento” y quisiera preguntarle, ¿va a seguir soplando el viento o ya terminó esta temática para usted?
No, ya escribí estas tres novelas y mis próximos libros serán sobre otros temas. Tengo prácticamente terminada una novela policial donde la policía, la víctima y la asesina son mujeres. Los hombres son solo un pretexto para ellas. Y luego tengo una novela corta sobre un cantante de valses. Y también tengo un proyecto mucho más grande, que es una novela histórica sobre la Perricholi, que es un personaje que me fascinó siempre. Ella es la primera peruana que se vuelve universal en el siglo XVIII. Inmediatamente apenas se sabe de su historia en Europa se escriben novelas, óperas y se instala una leyenda alrededor suyo. Siempre he creído que los tres personajes más importantes de la Colonia son Santa Rosa de Lima, la Perricholi y San Martín de Porres. Y es interesante que sean dos mujeres y un hombre de raza negra. Tres marginales que, sin embargo, han sido grandes figuras de lo peruano.
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La presentación de “La viajera del viento” será el próximo sábado 23 de julio a las 6 p.m. en el auditorio Ciro Alegría de la FIL Lima 2016.