El fantasma colectivo es el mismo de siempre aunque hoy multiplicado muchas veces. Stanley Kubrick lo retrató en una de las escenas iniciales de “2001, odisea del espacio”. Los grupos de monos enfrentados, gritándose, lanzándose piedras, se convierten en seres del futuro. ¿Qué razón los impulsa a matarse entre ellos? Pues demostrar que son los más fuertes, es decir “los mejores”. No podemos vivir sin inventar enemigos. Uno puede concluir que los humanos no nos vemos integrados como especie sino fragmentados como tribus. Eso somos.
Es la historia de siempre. A más fanatismo, más guerras. El legendario periodista Bob Woodward acaba de titular “Guerra” su libro sobre la política norteamericana. El libro da una serie de testimonios sobrecogedores sobre Donald Trump, quien es calificado como una figura muy peligrosa para el país. Según Woodward, Vladimir Putin sabría cómo manipular fácilmente al republicano si saliera elegido. Hace poco, el expresidente no ha negado haberse comunicado con el ruso durante los últimos tiempos. Woodward, dicho sea de paso, califica a Putin como el Adolf Hitler del siglo XXI.
Eso nos lleva a recordar que las dos guerras mundiales en Ucrania y el Oriente Próximo llevan ya buen tiempo con participación de Estados Unidos, Irán, la Unión Europea y otros países. Es fácil concluir que la situación parece un reflejo de la Guerra Civil Española, donde intervinieron potencias como Italia, Alemania y la Unión Soviética. Esa guerra localizada solo fue el prólogo de un conflicto mundial, un calco de lo que puede ocurrir ahora.
En un artículo del 12 de octubre, Moisés Naim cuenta que el mundo gastó 2,4 mil millones de dólares en armamento y preparativos militares el año pasado. Fue un aumento del 7%, el mayor en los últimos 15 años. El artículo cita fuentes según las cuales el gasto militar en EE.UU. (incluido el bombardero B-21) es mayor que el de cualquier otra época. Lo mismo puede decirse de Rusia, la India e incluso de algunos países de América Latina.
Esta “locura armamentista” es resultado de un espíritu de guerra y se puede ver en el ambiente previo a las elecciones americanas. La artillería de insultos viene principalmente del bando republicano. Este año Donald Trump llamó “enemigos” a sus oponentes políticos y anunció que va a usar la fuerza para destruirlos. En su opinión, los demócratas representan “el mal”. A propósito de ello, una encuesta difundida por la CNN informa que el 52% de los votantes demócratas estarían muy molestos si ganara Trump. Un 42% de los republicanos, según esta misma encuesta, estarían muy molestos si ganara Harris. Algunos votantes de Trump entrevistados en la televisión anuncian una “guerra civil” si su candidato pierde. A lo largo de su campaña, Trump ha usado una estrategia antigua: buscar un enemigo (los inmigrantes) y luego atribuirles todos los problemas. Es un mensaje escandalosamente falso que, sin embargo, tiene seguidores. Y aun así, no todo parece perdido. Hay voces que llaman a la reflexión especialmente desde el periodismo. Estados Unidos aún cuenta con instituciones democráticas sólidas que pueden resistir las voces autocráticas que vienen de su ámbito político.
Una voz de esperanza ha aparecido esta semana. La Nobel Han Kang ha afirmado que no celebrará el premio “mientras haya guerras en el mundo”. Vale la pena citarla: “La Academia no me ha dado este premio para que lo disfrutemos sino para que mantengamos la mente más clara”. Esperemos que alguien escuche todavía.
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