RICARDO GONZÁLEZ - VIGIL
El acontecimiento editorial del año fue la esperada publicación, en siete tomos, de la “Obra antropológica y cultural” de José María Arguedas. Sumados a los volúmenes de creación literaria, totalizan doce tomos sus “Obras completas”, compiladas por Sybilla Arredondo de Arguedas, conforme un proyecto asumido desde hace 30 años por Editorial Horizonte. Culminación posible por la labor de coedición de la Derrama Magisterial y otras entidades.
De otro lado, las ponencias del Congreso Internacional “Arguedas: la dinámica de los encuentros culturales”, organizado en el 2011 por la PUCP, conformaron tres tomos de consulta obligada. Otro acontecimiento mayúsculo, ejemplo que deberían seguir otras regiones del país: la Universidad Nacional del Altiplano entregó los primeros 50 títulos (proyecta 100 más) de la “Biblioteca Puneña”, teniendo como editor a José Luis Velásquez Garambel. Comprende rescates monumentales, como las ediciones facsimilares del “Vocabulario de la lengua aymara” de Ludovico Bertonio, “El pez de oro” de Churata y los poemarios de “La Vanguardia puneña”.
CHURATA Y VALCÁRCEL
La consagración internacional de Gamaliel Churata dio un paso firme: “El pez de oro”, prologado y anotado por Helena Usandizaga, fue incluido entre los clásicos de Letras Hispánicas de la editorial Cátedra (Madrid). A nivel nacional, ocupa el lugar más destacado en la mencionada Biblioteca Puneña: ediciones de “El pez de oro” y “Resurrección de los muertos”; reunión de sus cuentos en “Narradores de Orkopata” y de sus poemas en “La vanguardia puneña”; reedición del estudio de Miguel Ángel Huamán y publicación de “Arturo Pablo Peralta Miranda: Travesía de un itinerante” de Arturo Vilchiz Cedillo. Además, el especialista Mauro Mamani Macedo nos obsequió “Ahayu-Watan: Suma poética de Gamaliel Churata“ (U. San Marcos y Pakarina).
También Luis E. Valcárcel obtuvo ediciones memorables: la facsimilar de “Tempestad en los Andes” (Ministerio de Cultura) y la selección, realizada por José Luis Rénique, “Luis E. Valcárcel: Del indigenismo cusqueño a la antropología peruana”, dos tomos (Copé, Congreso e IEP).
POESÍA
El mejor poemario del año pertenece a uno de los grandes poetas de la Generación del 70: Abelardo Sánchez León. “Grito bajo el agua” (Paracaídas) fusiona magistralmente el simbolismo lírico y las esquirlas narrativas, la emoción soterrada y la lucidez corrosiva: elementos que también convergen en el notable poema de Segundo Cancino (“New York al paso”) y las dos colecciones inéditas de Jorge Nájar (dadas a conocer en su “Poesía reunida”), ambos poetas también de la generación del 70. Les añade una visión andina de resistencia sociocultural Gloria Mendoza, coetánea de ellos, con “Amtasiña” (Puno, U. Altiplano) y “Desde la montaña grito tu nombre” (Lluvia).
La exploración lírico-narrativa atrae a voces de las generaciones siguientes: alcanza un caleidoscopio totalizante en Manuel Fernández con “La marcha del polen” (Estruendomudo), otra cumbre poética del año; y adquiere una organicidad notable en Miguel Ildefonso (“Escrito en los afluentes”) y Víctor Villegas (“Relámpagos del agua”).
El neobarroco prima, en cambio, en “Légamos” (Paracaídas) de José Morales Saravia, artífice de un ciclo cósmico de envergadura; en Mirko Lauer (“Alcools”) y Rafael Espinosa (“Hoyo 13: novela barrial”).
Al margen de las tendencias establecidas, Alberto Valdivia ha madurado formidablemente en un libro mayor “Neomenia” (Trashumantes), mediante asedios a lo femenino que lo sitúan entre los mejores poetas hispanoamericanos de los años 90. Subrayemos la consagración internacional de Montalbetti, reunida su obra en “Lejos de mí decirles” por Aldus, una prestigiosa editorial mexicana.
CUENTO
Los mejores volúmenes corresponden a cuentistas de reconocida trayectoria: Augusto Higa (“Okinawa existe”), Zein Zorrilla (“El taller del traspatio”) y José Güich (“Control terrestre”), a los que se suma –con sus raíces andinas– la conocida novelista Karina Pacheco Medrano con “El sendero de los rayos”.
El hiperrealismo lleno de adrenalina se percibe en los jóvenes Rafael Inocente(“No todas van al paraíso”), José Lalupú (“Ciudad acuarela”), Orlando Mazeyra (“Mi familia y otras miserias”), Víctor Ruiz Velasco (“La felicidad es un arma caliente”) y Fernando Sarmiento (“Todos los días son de ceniza”); y estalla en el expresionismo de Cecilia Podestá (“La orina tibia de tu cuerpo”). El efecto fantástico y/o el componente de ciencia-ficción caracterizan a Güich, a Pedro Novoa (“Cacería de espejismos”) y, en parte, a Sarmiento.
De otro lado, Julio Garrido Huaynate, con “Nana Meni” renueva la temática amazónica, con un erotismo festivo ambientado en Iquitos.
NOVELAS
Dos novelas acapararon la atención del público y medios de comunicación en todo el ámbito de nuestra lengua: “El héroe discreto” de Vargas Llosa y “Contarlo todo” de Jeremías Gamboa. A pesar de sus imperfecciones (se extiende mucho en la parte periodística y precipita el final sin ahondar en la iluminación recibida), y de que no posee la variedad de recursos narrativos ni la riqueza verbal de Vargas Llosa, preferimos la notable primera novela de Gamboa, ya que la de MVLL abusa del azar novelesco y no consigue cerrar adecuadamente las dos tramas que maneja. Gamboa pertenece a una generación (la de Alarcón y Roncagliolo, nacidos en los años 70) que es la más brillante en la narrativa actual.
Merecieron mayor atención la originalísima novela histórica, políticamente incorrecta, de José Pancorvo (“Demonios del Pacífico Sur”); la desgarradora visión –de una complejidad ética fuera de lo común– del martirio guatemalteco que brinda en páginas perdurables Karina Pacheco Medrano (“El bosque de tu nombre”); y la excelente narración sobre la violencia política ayacuchana, tejida por Harol Gastelú (“Viaje al corazón de la guerra”).
Además de la lograda novela corta “Los provincianos”, sabemos que Alarcón ha publicado este año una nueva novela en inglés. La que se tradujo al español fue “Lima Nights” la novela de otra figura peruana que escribe en inglés con éxito de crítica: Marie Arana.
Una novela corta extraordinaria es la de Juan Ochoa López,“El amor empieza en la carne” , impregnando de óptica amazónica su erotismo ardiente y jocundo. En este rubro cabría añadir excelentes relatos de literatura infantil y juvenil: “El gran escape” (Premio El Barco de Vapor, SM) de Santiago Roncagliolo; “Rompecabezas para volar”, de Pilar González; “Mariana y el dragón dorado” de Isabel Córdova Rosas y “La espada invencible” de Carlos Villanes Cairo, ambos de SM.