Le preguntamos a Eliana Otta cuáles son sus tres lugares favoritos de Lima y ella menciona a Tacora, todo el malecón, y el mercado de Magdalena. Es esa diversidad la que se traduce en “Lucía tiene calle”, un bello libro infantil –que no excluye al gusto adulto– en el que una niña nos va contando su vínculo con la capital peruana. Una ciudad siempre compleja, cambiante y en constante crecimiento.
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Otta Vildoso, que estudió Arte y tiene una maestría en Estudios Culturales, es la autora de los textos y las ilustraciones que componen el libro. Un recorrido que parece breve y escueto, pero que se extiende de La Punta a Chorrillos, y abarca casonas y viejos cines, así como ruinas prehispánicas y asentamientos. “Me pareció importancia darle mayor densidad histórica por lo que agregué las referencias a las huacas y a los procesos de urbanización a partir de viviendas muy precarias”, comenta.
La ciudad que creció con ella es muy diferente a la de su infancia, y esos cambios quedan plasmados en las páginas de la publicación. “Desaparecieron pequeños negocios que me gustaban, en muchos barrios los parques fueron enrejados o se volvieron espacios decorativos. Los intereses privados fagocitaron la Costa Verde, desapareció la playa Cascadas, descuidaron aún más La Herradura. Las diferencias a nivel de poder adquisitivo se hicieron más marcadas, los restaurantes más finos. Todo se volvió un poco más pretencioso”, asegura.
“Amo mucho Lima, pero es un lugar difícil para vivir –reconoce la autora–. En ella están mis afectos más profundos: en forma humana (familia y amistades), en forma de calles, mercados y barrios, o en forma de recuerdos y proyecciones a futuro. Es una ciudad desafiante, donde las potencialidades más esperanzadoras conviven con injusticias y violencias crueles, muy sedimentadas”.
NI LINDA NI HORRIBLE
¿Hay acaso un prototipo de ser limeña?, le consultamos a Otta. “Dentro de las muchas formas de ser de Lima, creo que un prototipo de limeña implica una mujer que crece aprendiendo a mirar de reojo para comprobar que no la siguen, mantiene el buen humor a pesar de tener que chequear que los seguros de los taxis funcionan o de tener que recordar mandar mensajes preguntando o avisando si alguien llegó bien”, dice sobre la muchas veces cruel y violenta ciudad que la vio crecer.
Otta radica actualmente en Europa, donde hace un doctorado. Lejanía que de alguna forma termina alterando la relación con su lugar de origen. “Suelo sorprenderme a mí misma criticando mucho Lima a la distancia, por la comparación con las cualidades de las ciudades en las que he estado viviendo –cuenta–. Aunque cuando empiezo a despotricar contra Lima generalmente termino agregando un ‘pero’, pasando a mencionar sus cualidades y sobre todo las complejidades que explican sus problemáticas actuales”.
A pesar de los sinsabores mencionados, y de lo golpeada que pueda resultar Lima con la actual pandemia, Otta también resalta otros aspectos más positivos. “Me ha alegrado ver a la gente volcada a los parques y montando más bicicleta. Espero que esos hábitos perduren y que esta experiencia colectiva tan dura nos haga replantearnos cómo queremos vivir, desde lo que posibilita el bienestar al interior del hogar hasta lo que hace que la convivencia pueda ser considerada segura y libre”.
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