El objetivo de su visita era verificar si, realmente, estamos avanzando. Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, 1949), Director de la Real Academia Española, es franco al momento de tocar los temas peliagudos. Como puede esperarse de la principal autoridad de nuestra lengua, el jurista cordobés y catedrático de la Facultad de Derecho de la Complutense habla claro y sin ambages, rodeos o circunloquios. ¿Llegamos al Congreso a fines de marzo? le preguntamos. “Si nos ponemos a trabajar ahora mismo, sí. Si no nos ponemos a trabajar inmediatamente, no”, afirma. Muñoz Machado explica que organizar un Congreso de la Lengua es una operación complicada, con enorme despliegue logístico y organización en sus fines congresales y turísticos. “Por eso hay que crear un buen equipo que se ocupe, bien encargándoselo a empresas especializadas, o bien utilizando los propios equipos de los ministerios peruanos. Pero hay que ponerse a ello ya”, dice.
En los breves días de su visita, tuvo reuniones protocolares con autoridades de Cancillería, del Ministerio de Justicia, de la Biblioteca Nacional, de la Universidad Nacional san Agustín de Arequipa y del gobierno de la Ciudad Blanca. Pero lo más trascendente fue la publicación en el diario oficial El Peruano, el pasado 16 de junio, del Decreto Supremo que declara el Congreso de la Lengua de Interés Nacional. Eso significa que, por fin, el Estado Peruano reconoce la trascendencia política del congreso y pone en papel su compromiso gubernamental, algo que no se tenía hasta ahora, faltando solo 9 meses para esta cita internacional. “Me voy contento porque hemos dado un paso muy importante”, nos confía. “Que la publicación del decreto haya coincidido con mi visita lo tomo como una deferencia. Eso nos hace regresar más tranquilos a España”.
¿Había una preocupación previa por parte de la Academia?
Había una preocupación previa, sí. Porque no teníamos el decreto. No teníamos el compromiso gubernamental, solo una declaración verbal. Sabemos que el Perú es fiel a sus compromisos legales internacionales, pero el hecho de que pasaran los días y se aproximara el mes de marzo, nos preocupaba. A mi regreso, había quedado con los 23 presidentes de las Academias de la lengua reunidos en la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) que yo presido, en celebrar una video conferencia para ponerlos al día de mis impresiones en Lima. Y pensaba que les iba a dar muy malas noticias. Sin embargo, la verdad es que me voy contento. Esto tiene ahora un impulso diferente. En efecto, estamos muy justos para preparar muy bien la organización. Hay que tomar en cuenta que un congreso como este compromete, además del Presidente de la nación anfitriona, a otros jefes de Estado. Siempre acude el Rey de España, también. Son agendas complicadas que hay que hacerlas coincidir con tiempo.
¿Cómo ha evaluado las necesidades a nivel logístico?
He ido a Arequipa a comprobar realmente la disponibilidad física, de infraestructura, para resolver el Congreso. No conocía la ciudad, y me he dado cuenta que es una ciudad congresual por antonomasia. Es ideal el entorno arequipeño para un congreso. He visitado las posibles sedes de las actividades, algunas en la universidad de San Agustín, he visitado dependencias tan hermosas y utilizables como el Monasterio de Santa Catalina, he visto dependencias del ayuntamiento de la ciudad también importantes que podemos utilizar y, finalmente, para los actos inaugurales y de clausura, el teatro municipal, que será remodelado. Es un edificio muy bonito y representativo.
¿Ha departido con las autoridades universitarias?
He departido con las Universidades de San Agustín y de la Católica. Estuvimos en un acto de presentación del diccionario panhispánico del español jurídico y les he presentado también el proyecto de las Redes Panhispánicas para el lenguaje claro. Es algo que nos ha ocupado también estos días.
¿Regresa tranquilo a España?
Me voy más tranquilo de lo que vine. Te lo dice quien tiene sobre la espalda la realización de un acontecimiento trianual de enorme repercusión. Estamos poniendo en juego nada menos que nuestra lengua común, lo más importante de nuestros patrimonios. Eso no se puede hacer de cualquier manera. Aunque hemos avanzado, todo queda por hacer.
Es de celebrar que un jurista sea el presidente de la Real Academia Española. En nuestro medio, a diferencia de décadas atrás, es difícil ver un abogado o un juez asociado al cuidado de la palabra, más bien suelen hacer estropicios.
¿Aquí los juristas son los que peor hablan? ¡Quién lo diría! En todos los países del mundo, los juristas son los que mejor manejan el idioma, a mucha diferencia de cualquier otro. ¡Lo nuestro es la retórica!
En nuestro caso, tiene que ver con la precariedad de la actual política peruana.
Puede ser, siempre habrá una explicación local. Normalmente, los juristas, cualquiera que sea su oficio, catedráticos (porque tienen que explicarse bien), o abogados (porque tienen que convencer a la parte contraria y a los jueces), asumen que la nuestra es una ciencia de la palabra, la profesión elocuente. Lo que sí tenemos es muy mala fama de hablar con oscuridad para encubrir nuestro conocimiento, sacarle el dinero a la gente. Hacernos los misteriosos para procurar que el cliente repita la consulta y cobrarles doble. Es una mala fama que arrastramos desde el Siglo de Oro. Algunos grandes autores como Quevedo contribuyeron mucho a sembrar la duda sobre nuestra honorabilidad. En lo que concierne a mi presencia en la Real Academia Española, todas las academias de la lengua tienen bastantes juristas. Es una profesión que resulta importante para el manejo de la lengua y para su organización. Si bien en la Academia Española siempre ha habido juristas, quizás ahora es cuantos menos hay. Yo soy el único. Algunos otros han seguido la carrera de Derecho, incluso literatos como el mismo Mario Vargas Llosa, pero no se dedican a eso. Todos los padres fundadores de la Academia, en 1713, tenían que ver con esta formación. Es más, tan importante es el Derecho en nuestra lengua, que una buena parte de las fuentes del primer diccionario que hizo la Academia son fuentes jurídicas y legales.
Analizando el pleno de académicos, uno puede ver la coexistencia de tres tercios representados. Un tercio son filólogos, otro son escritores, y el tercero, corresponde a personalidades de la sociedad de otros ámbitos. ¿En estos tiempos en que la ficción se difunden más allá de la palabra impresa, los escritores no deberían abrir su campo para atraer a otros creadores?
Los escritores son importantes en las Academias, no solo en las de la lengua. También cuidan de la literatura. De las europeas, hay Academias más sesgadas en el ámbito de la literatura. La Academie francaise, por ejemplo, es esencialmente literaria, hay mucha menor preocupación por la lengua. Allí están los llamados “Inmortales”.
Vargas Llosa, uno de ellos.
Vargas Llosa lo será pronto, y voy a acompañarlo como padrino a ese acto de toma de posesión en la Academia Francesa. Pero en ese tercio encontramos novelistas, dramaturgos, poetas, cineastas. Son ellos los que inventan el lenguaje, los que van haciéndolo progresar proponiendo nuevas formas de expresión. Si hablamos del tercio de los filólogos, sabemos que la filología es una disciplina muy general, que abarca muchas otras subdisciplinas: hay filólogos que son profesores de literatura, y aportan lo que saben de sus lecturas, hay quienes son expertos en filología latina, o arabistas, por ejemplo. Quizás para el trabajo práctico de la academia, los filólogos que más aportan son los lexicógrafos, especialistas en hacer una de las obras básicas de la actividad académica: los diccionarios. Y luego estamos los del tercio restante, que es un cajón de sastre. Gente que ha hecho carrera en su campo y que aporta su formación y sus conocimientos. Es muy importante porque eso le da a la Academia diversidad, un carácter que no lo tendría si no contara con ese tercio. Si solo estuvieran hechos por lexicógrafos, los diccionarios serían mucho más fríos y distantes.
El diccionario es un texto normativo, pero hay quien puede leerlo también como un texto de creación. Hay definiciones tan bellas como la de la palabra “azul”, por ejemplo: “Del color del cielo sin nubes”. ¿El diccionario puede alcanzar una dimensión poética?
Pues sí. Un diccionario es una obra llena de sorpresas siempre. Está lleno de creación. Nosotros somos 46 académicos que nos reunimos cada jueves, primero en comisiones y luego en pleno, para hablar de palabras. Procuramos que las definiciones sean atinadas, breves, con mucho contenido. Lo discutimos mucho. Que salgan definiciones creativas, poéticas, literarias es lo normal, es lo que procuramos. Que sea un contenido atractivo, aparte de informativo. Hay que recordar que este es un diccionario que tiene 300 años de historia, y acumula la sabiduría de generaciones.
¿Dicho con todo respeto, uno podría considerar también un diccionario como un cementerio de palabras? ¿Una herramienta imprescindible para leer el Quijote?
El diccionario no da de baja a las palabras. Mario Vargas Llosa siempre suele decir en los plenos que, cuando hay alguien que intenta dar de baja a una palabra, que a él esa palabra le sirvió para leer el Quijote. Si salen algunas palabras del diccionario es porque no caben, pues hay que incrementar todos los años un poco de nuevos términos. No obstante, cuando sacamos alguna, nos da mucha pena. Por eso estamos trabajando con mucha intensidad en un diccionario histórico de la lengua española, con independencia de lo que haya en el diccionario de uso. Se trata de un diccionario total de la lengua, cualquier palabra que se ha usado en el idioma español, históricamente o en la actualidad, tendrá que estar allí. Es decir, que si ahora hay 94 mil entradas en el diccionario y 189 mil acepciones, en este diccionario deberá entrar todo nuestro léxico usado. Creo que es la obra más bonita que tenemos entre manos. Se trata de escribir la historia de las palabras, dónde nació, cómo se ha desarrollado, qué secuelas ha tenido y cuál es su salud actual.
el lema de la RAE, “Limpia, fija y da esplendor”, ha sido motivo de bromas por años por su parecido a un slogan de un producto de limpieza tres en uno. ¿La institución ha aprendido a reírse de sí misma? Lo pregunto porque, varias veces, las respuestas en el portal de la RAE a los usuarios que preguntan por usos del idioma se han vuelto virales por su humor o ironía.
Eso último que dices es la prueba de que la Academia está en el mundo. Si nos lo proponemos, somos hasta simpáticos. Podemos ver esos asuntos amablemente. Nos hacen preguntas, rarísimas algunas veces, que nosotros respondemos con sentido del humor.
Los usuarios se han vuelto especialmente exigentes...
Los usuarios nos reclaman a veces respuestas normativas como si nosotros pudiéramos decidir cómo hay que hablar, como si pudiéramos detener el curso de la evolución del lenguaje, u orientarlo hacia un sentido determinado, como ocurre ahora con el famoso tema del lenguaje inclusivo. ¡Como si pudiéramos dirigir la manera de hablar de la sociedad! No hay nadie que pueda dirigir a la sociedad desde el punto de vista lingüístico. La lengua evoluciona lentamente por el pie y el ritmo que quieren darle los hablantes. Es una estupidez, simplemente, que cualquier autoridad política o lingüística o académica quiera dirigir esto.
Muchas veces las polémicas del idioma vienen de grupos universitarios o de vanguardias intelectuales. ¿Los cambios propuestos por el lenguaje inclusivo podrían compararse con los que postulaban otros movimientos sociales?
Históricamente, hay algunos periodos identificables en los cuales hubo conmociones en el lenguaje, revoluciones en las palabras. La más bonita conmoción de las palabras producida fue con ocasión del constitucionalismo en la Revolución Francesa y las independencias americanas, cuando aparecieron palabras nuevas a borbotones para identificar un fenómeno político que no era propio del absolutismo del Antiguo Régimen. Y para saludar palabras como “libertad”, “separación de poderes”, “parlamento”, incluso “Guillotina”. Y la gente se las echaba a la cara entonces: liberales les echaban a los conservadores el vocabulario que utilizaban, cuestiones que permitían bromas entre ellos, sarcasmos. Ahora vuelve a ocurrir un cambio léxico importante con la globalización, la inteligencia artificial y la digitalización. Esto ha traído muchas palabras nuevas al idioma. Algunas veces las incorporamos con la forma cruda, cuando no variamos la forma del idioma originario, ahora hay muchos anglicismos como en la época de la revolución francesa había muchos galicismos. Algunos dicen que estamos corrompiendo el idioma de esta manera. ¡Que va! No pasa absolutamente nada.
Y sin embargo, se aceptó en el diccionario la palabra “guglear”, castellanizando el nombre de Google. Se ve raro.
Algunas veces nos equivocamos en eso. Al tratar de castellanizar las palabras, el pueblo termina por no aceptarlas.
Es como “Güisqui”, con “g”. A nadie se le ocurriría usarla para definir un buen whisky...
No, no. ¡Ese es un símbolo de nuestras equivocaciones! No hay nadie que escriba “Güisqui” con g. pero en el diccionario está como alternativa a whisky.
Cuál es el principal enemigo de la RAE. ¿Los medios digitales sin correctores de estilo, los periodistas deportivos o la influencia perniciosa del inglés?
La influencia perniciosa del inglés no nos preocupa absolutamente nada. Sobre los periodistas deportivos, le sorprenderá saber que hicimos recientemente un análisis de su vocabulario y en lo que concierne a la variedad de palabras que utilizan en la crónica deportiva, resulta superior a las crónicas políticas. Es decir que esa fama marginal que tienen los cronistas deportivos es injustificada. Sobre los errores en las redes es un tema que estamos abordando con las propias tecnológicas en el marco de un programa que tenemos en la RAE, el programa LEIA (Lengua española e inteligencia artificial). Como no podemos hablar con las máquinas para convencerlas de que usen bien el idioma, hemos hablado con los dueños de las máquinas, las principales tecnológicas del mundo. Para pedirles que las entrenen con nuestras herramientas para que sus correctores lo hagan bien. Por ejemplo, Microsoft, que utilizaba su corrector usando el diccionario de Oxford en Español, ahora va a usar el de la Real Academia Española. Eso supone un incremento de la validación de errores del 20%. Usando nuestro diccionario va a ganar el escribidor, que se evitará bastantes tormentos.
¿Las traducciones directas del inglés están afectando el lenguaje?
Estamos avanzando de una manera espectacular en las traducciones automáticas, lo que nos ofrecen los teléfonos inteligentes y las máquinas con programas de traducción es muy importante. Hay que procurar que eso mejore y no nos estropee el habla. Estamos procurando introducirnos en todas esas maquinarias, los traductores, los correctores de textos, los asistentes de voz, todas estas cosas para que el lenguaje sea correcto. Aspiramos, dentro de poco tiempo, certificar la calidad del español de todo este aparataje. Los vemos como compañeros de viaje, están por todas partes, de modo que el trabajo con la tecnología de inteligencia artificial es fundamental.
¿Todos estos temas podrán verse en el Congreso en Arequipa?
Naturalmente. Aunque la materia del congreso es fundamentalmente el mestizaje lingüístico y mestizaje cultural. Queremos ver como se combinan nuestras tradiciones. Y cómo no, pensar en nuestra política.
Cada año acompaña al Rey de España en la entrega del premio Cervantes. ¿No es injusto el pacto tácito que propone que un año lo reciba un autor español y el otro un autor del resto de países iberoamericanos. ¿No es un desbalance?
Lo hay, desde luego. Hay que reconocer que la creación literaria de América, sumada, es superior a la española. Quien puede negar eso. Pero no es verdad que vayan alternándose. Ha habido periodos en que ha habido dos o tres escritores latinoamericanos seguidos. Yo he presidido un año el jurado y otros años he sido miembro, y en verdad la libertad con la que opera y el equilibrio con la que está establecido el jurado son muy grandes. Los vocales del jurado no son mayoritariamente españoles, por tanto, no podrían imponer el candidato español. En fin, procuramos ser justos.
Recientemente Mario Vargas Llosa elogió en una de sus columnas su más reciente libro, dedicado a Cervantes.
Mario Participó en el acto de presentación, realizado en el local de la Real Academia. Estaba atestada de gente, fueron 600 personas a escucharnos. Sentados ambos como estamos usted y yo ahora mismo, improvisamos una conversación sobre el libro. Él me ha hecho el honor de leerlo con mucho detalle. Estaba muy emocionado con esa lectura. Habló del texto maravillas y yo le agradezco mucho.
La hipótesis de Vargas Llosa dice que su libro, más que una biografía de Cervantes, es una crítica a todas las biografías anteriormente publicadas...
No es una biografía, desde luego. Explico la vida de Cervantes, pero construida de otra manera, distinta a como lo hacen las biografías. Parto de la autobiografía que el propio Cervantes dejó en su obra, bastante fragmentaria, pero sirve como punto de partida. Luego voy añadiendo, las capas que los diferentes biógrafos han sumado. Para hacerles justicia, no me gustan esas biografías en las que el autor parece que lo investigó todo. Somos hijos de una tradición, de un conocimiento de archivo que ha costado mucho levantar y lo honesto es procurar contarlo. Si consigues articularlo de modo que entre esa mención para formar la historia de la biografía, queda muy bonito. Mario dice que no es una biografía por otra razón: con esa metodología, la biografía ocupa el 20% del volumen. El resto me dedico a contar la historia de las ediciones de Cervantes, la totalidad de la crítica literaria de su obra desde el siglo XVIII, las fuentes literarias, sociales de su tiempo.
En su columna, MVLL deslizó una idea para la polémica. Él no cree lo que usted dice: que Cervantes escribió el Quijote “para acabar con las novelas de caballería”. ¿Qué le responde?
Lo dijo en público en la Academia y le contesté lo mismo que te voy a decir. No soy yo el que lo dice. Lo dice Cervantes. Al iniciarlo y al terminar el libro, y en el capítulo 41 y en el 42 de la primera parte. Lo dice reiteradamente, que escribió el quijote “para acabar con las novelas de caballería”. Por cierto, yo también dudo que Cervantes quisiera acabar con los libros de caballería. Lo que quiso fue emular y aprovechar el tirón que tenían los libros de caballería para escribir el último gran libro de caballería. Lo que hizo fue una gran simulación. Cervantes era un gran simulador, alguien cuyo pensamiento era difícil de determinar. Aprovechó mucho material literario de los libros de caballería para hacer la obra más importante de nuestra historia literaria.
Supongo que revisar todas esas biografías de Cervantes multiplicó la admiración que siente por un personaje como Cervantes.
En esa conversación, Mario me preguntó si esta era una obra de toda una vida. Yo creo que él esperaba que le contestara lo mismo que le respondió Gabriel García Márquez cuando le preguntó que, siendo “Cien años de soledad” una novela total, cuándo había empezado con ella. Y García Márquez le contestó que la frase inicial con la que empezó la novela la escribió cuando tenía 16 años, y que la guardó toda la vida. ¡Y era todo mentira! Yo habría podido decirle lo mismo, pero no es verdad. Cervantes me ha acompañado siempre. Me parece un escritor fantástico, he tenido su obra siempre cerca. El Quijote lo he leído mucho, y siempre la tengo en la mesa. Cada vez que puedo me leo un capítulo para recordarlo. Es fascinante lo que cuenta: la España de su tiempo, su fabula, las ganas que dan de emular a su personaje. Y Cervantes tiene una vida tan novelesca, tan realmente singular, que se hace muy atractivo. Pero bueno, mi respuesta no es nada especial, salvo lo propio de una pasión.
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