No es arbitrario que Cristhian Briceño (Lima, 1986) haya elegido un epígrafe de Joy Williams para “Su seguro servidor”, el libro de cuentos que acaba de publicar. Porque, como sucede con la escritora norteamericana, la muerte está presente en muchos de los textos de este joven autor. Acompaña a sus personajes adoptando diversos sentidos, borrando toda frontera con el mundo, balanceándose entre la decadencia y la zozobra, casi otorgándole un equilibrio a todo lo que el flujo vital mantiene en el caos. Ello no es algo nuevo: su entrega anterior, los relatos de Todo es demasiado, también revelaba realidades alternativas donde lo atroz y lo insoportable regían según monstruosos esquemas morales que sus habitantes debían acatar sin contemplaciones.
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Briceño es un escritor original y talentoso. No solo posee una prosa culta, segura y fluida; también ha demostrado ser un estimable poeta, como puede comprobarse en La trama invisible (2014). Hay en él, además, una voluntad de rechazar cualquier mirada convencional, de trajinar caminos inéditos que nuestra tradición ha tocado de soslayo (el relato fantástico posmoderno, por ejemplo). Esto lo emparenta con otros autores locales de reciente aparición (pienso en J.J. Maldonado o Leonardo Ledesma), pero sin duda ha sido Briceño quien ha llevado más lejos y de modo más acabado estas exploraciones.
En Su seguro servidor, Briceño regresa a sus temas conocidos, aunque radicalizando su tratamiento, rompiendo reiteradamente con las formas narrativas clásicas, hasta elaborar una clase de texto que, más que contar una historia, presenta una extensa serie de escenas, situadas en una realidad constituida por ambigüedades y anacronismos, que obra como un panorama social y geográfico que el lector está obligado a descifrar mientras avanza a tientas por una oscuridad visual y mental. Los mencionados anacronismos confunden las coordenadas espaciotemporales donde lo onírico y lo tangible cobran el mismo valor, volviéndose indiferenciada continuidad. Sus características argumentales comunes son el absurdo institucionalizado -a ese respecto, Briceño bebe de ilustres cultores que van desde Kafka a Kenneth Bernard-, la crueldad soterrada -usualmente mortal- que encubren las relaciones paternofiliales, pero, sobre todo, la normalidad de la muerte violenta o dolorosa y el escepticismo por cualquier destino menos horrendo, que una perspectiva brutalmente determinista niega sin concesiones (“La esperanza siempre me ha parecido de muy mal gusto, una humilde construcción del placer” reflexiona una de sus criaturas).
Un caso paradigmático de lo descrito es “Una temporada en el invierno”, relato ubicado en una suerte de Unión Soviética del futuro. Se enfoca en la jornada de un hombre indefinible cuyas reflexiones, recuerdos y sueños se injertan entre los hechos, cotidianos, mínimos, encadenados por su propio sinsentido, que experimenta con la inconsciencia de quien ha sido lentamente deshumanizado. En una dimensión semejante acontece el extenso “Es el futuro”, que evoca al cuento “Timolina” de “Todo es demasiado”. Coinciden en situarse dentro de un mundo preapocalíptico, infernal, en el que la gente se mancha de homicidios y de espeluznantes actos de maldad, ejecutados ni siquiera por sobrevivencia, sino por reflejo. Esta debe ser la pieza en que Briceño lleva hasta el extremo su interés por entrelazar lo luctuoso con la farsa, lo fúnebre con lo más ordinario y lo escatológico. Al inicio de la historia ocurre un asesinato gratuito, seguido de escenas de parafilia y canibalismo, dibujadas con la frialdad de una acción rutinaria, que apenas si despierta una trivial curiosidad en sus perpetradores (“¿Cómo será morir? Imagino que después de atravesar esa puerta el dolor se desintegra y queda un resabio a vida en la punta de la lengua”).
La propuesta de Su seguro servidor funciona en los cuentos mencionados y en otros donde su imaginación -siempre orientada a lo raro, a lo grotesco, a lo agresivamente exótico- discurre con cierto control, apoyada por referencias y símbolos que aluden a la pandemia que vivimos como una verdadera nueva normalidad (“tampoco impediría que pudiera contraer una de esas novedosas enfermedades asiáticas tan mortales y que ponen en jaque cada tanto a nuestra industria farmacéutica”). Estos aciertos se encuentran en “Ajustes automáticos”, “Su seguro servidor” o “En el lugar de los sencillos”. Sin embargo, en los últimos relatos (“Lo útil y tú”, “Los beneficios de estar a punto de dejar de estar vivo” o “Puede”), la fórmula se desgasta, el río de divagantes monólogos registradores del entorno se hace cansino y pierde el brillo con que comienza un volumen, que, pese a lo dicho, reafirma las condiciones literarias y la fructífera insatisfacción de Cristhian Briceño.
LA FICHA
Autor: Cristhian Briceño.
Editorial: Planeta,
Año: 2021.
Páginas: 224 pp.
Relación con el autor: conocidos.
Valoración: ★★★ ½ de 5 posibles.