Casi un centenar de grabaciones de audio, dos horas de video, 20 entrevistas y 180 fotos conforman el material que la etnomusicóloga Virginia Yep recolectó para hacer realidad el libro “Sin banda no hay fiesta: Música del Bajo Piura”.
La publicación, editada por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima, es pionera en su género. Hasta el momento nadie había indagado sobre todo lo que hay detrás de las bandas musicales en esta zona calurosa y especial de nuestro país.
Con un lenguaje claro y detalles valiosos, Virginia Yep se inserta en el simbolismo y la singularidad de un grupo de personas que, a su manera, cree que la música es parte de su vida y no está dispuesta a cambiar las cosas.
Conversamos con la autora de esta obra, ya a la venta en las principales librerías de Lima.
-Usted es etnomusicóloga. ¿Por qué decidió realizar su investigación específicamente en esta zona del país, el Bajo Piura?
Fue por casualidad. No soy piurana, pero tengo vínculos con esa zona desde muy joven. El primer sitio donde fui a tocar fue Piura. Es un lugar muy tranquilo, muy fácil porque la gente te brinda siempre apoyo, la información que necesitas.
-Siendo guitarrista, ¿tocaba en una orquesta o sola?
Soy solista. Estudié en el conservatorio y desde muy joven hice conciertos. La primera ciudad que me invitó a tocar fue Piura, eso generó una conexión muy especial.
-¿Qué estructuras sociales determinan la práctica musical en la zona del Bajo Piura?
Ahí puedes ver todo tipo de grupos sociales. Las cofradías y los grupos religiosos son los que marcan toda la organización y el proceso de las fiestas. Y eso tiene que ver, además, con quienes contratan a las bandas: los grupos religiosos, y estos no son necesariamente la ‘sociedad blanca’ de la ciudad de Piura, sino más bien los campesinos.
-¿Podemos decir que las festividades religiosas son el principal motivo de ingreso económico de estas bandas?
Sí, por eso es que sin banda no hay fiesta, y viceversa.
-Y veo que hay un calendario muy bien establecido de las festividades…
Así es. Casi todas las semanas hay fiestas en el Bajo Piura. Las bandas se turnan. No pueden estar en el mismo lugar al mismo tiempo.
-¿Qué nivel de investigación previa había sobre estos temas?
Hay libros sobre religiosidad en el Bajo Piura, pero no sobre la música en sí.
-¿Hay una profesionalización de los músicos que integran estas bandas o es algo más bien artesanal?
Ellos tienen una profesión. Además cuentan con familias que dominan la vida musical. Los Taboada, los Chero, los Huiman, los Mena, etc. Ellos han formado a otros. Además se van mezclando con otras familias. Hay una especie de hegemonía de esas familias en la formación musical para gente que toca en las bandas.
-¿Por qué se prefiere contratar bandas de la zona y no de afuera?
Porque ellos son muy orgullosos de su zona. Hay una gran diferenciación entre ‘nosotros’ y los de afuera. Cuando iba con mi cámara y mi grabadora, todos me cuidaban y me decían que la cuide porque ‘hoy llegaba gente que no era de acá’.
-¿En Piura el tondero está detrás de la marinera en relevancia?
En Piura no. En el ámbito de lo que toca la banda, el tondero es muy fuerte. Ellos diferencian las cosas diciendo que el tondero es triste y la marinera es alegre. Pero, ¿qué es triste y qué es alegre? Es algo muy subjetivo.
-¿Por el tono o por la letra?
Es simplemente porque la marinera está casi siempre en escala mayor, mientras que el tondero en una menor. Pero tiene un juego bimodal que no es triste ni alegre. Eso aparece en mi libro.
-Otro detalle interesante del libro es la ‘marcha’. ¿Se puede denominar esto un género o un estilo? ¿A qué tipo de reuniones está asociada?
La marcha es un género exclusivo de la banda, y sirve para desplazarse. Mientras que el tondero es para el entretenimiento, la marcha es estática. Estamos ante el género en donde la banda rige para que se desplace la procesión o las personas de una cofradía. El objetivo es que todo el mundo vea que fulano de tal se va a una Iglesia.
-Entonces la marcha es exclusivamente para algo religioso…
No solo para la procesión, también para el desplazamiento. Por ejemplo, cuando se tiene que hacer misas de Semana Santa, a los principales representantes de la cofradía se les recoge de su casa con banda. Ahí se desdobla.
-¿Hay algún tipo de intercambio cultural entre esta zona del Perú y el Ecuador?
Como dijo Luis Repetto en la presentación del libro, las fronteras son políticas y no culturales. La historia de las bandas es incierta, la gente no se acuerda, pero muchos me mencionaron que llegaron profesores de Ecuador a enseñar.
-¿Recuerda alguna anécdota o momento curioso de su estadía en el Bajo Piura?
Recuerdo mucho a Don Eucarpio Oliva, un señor muy mayor y que estaba enfermo. Él era una especie de maestro de todos los integrantes de una banda. Y tenía un palo siempre en la mano. Y cuando las cosas no salían bien, les daba con palo.
-¿A qué público está dirigida esta investigación?
Esta es una tesis presentada en una universidad alemana. La versión original era un poco diferente y estaba dirigida a un público académico, a un jurado calificador. Ahora, cuando decidí traducirla, la cambié. Ahí vienen las anécdotas. Creo que ahora el libro está dirigido a todos: a los interesados en Piura, en la música y en el Perú en sí. Sin embargo, hay partes que sí quedaron del rigor académico, pero si desean no las lean.
-¿Cuál cree que es la diferencia esencial entre una banda de la sierra y una de la costa?
He visitado Puno. Vi un matrimonio masivo. Noté que la gente venía en camiones con una banda inclusive. Creo que la diferencia es básicamente conceptual. Puede ser que toque distinto, en el sentido de que las bandas de Puno son quizás más numerosas. Pero en el Bajo Piura, la gente cree que ‘la banda es la música más típica’. Y sin banda no hay fiesta.