Se puede creer que una lisura está compuesta solo por su esencia más negativa: desde insultar a alguien hasta maldecir la mera existencia. Pero no es así. La blasfemia de todo tipo irrumpe también en otras situaciones, como cuando nos embarga la felicidad por un gol o cuando nos golpeamos un dedo del pie (pues está probado que una buena grosería nos ayuda a segregar adrenalina y tolerar el dolor).
LEE TAMBIÉN: ¿Qué cosas son groserías en distintas partes del mundo?
De esa necesidad tan humana, antigua y emocional se ocupa “La historia de las palabrotas”, nueva serie de Netflix que intenta explicar los enigmas de la insolencia. Como bien apunta el actor Nicolas Cage, presentador del programa, “con las lisuras podemos cortar, calmar, deleitar, asustar, insultar y seducir”. Así de variadas y útiles pueden ser.
Además de la divertida presencia de Cage, en “La historia de las palabrotas” participan artistas y comediantes que ejecutan la procacidad con fino histrionismo, pero también una escritora, una lexicógrafa y un científico cognitivo para ayudarnos a contextualizar su uso y evolución.
El show de Netflix está dedicado a las groserías más famosas del idioma inglés, sobre todo el muy versátil y expresivo “fuck!”. Así que, para tratar de indagar en la blasfemia castellana, les preguntamos a varias figuras locales cuál es su lisura favorita o la que más usan, y por qué. La diversidad de sus respuestas es prueba de la insolente riqueza de nuestra lengua.
Fernando Ampuero (escritor)
Mi lisura favorita, más que una palabra, es una frase; me refiero a esa suerte de violento y grotesco exabrupto, habitual en el Perú: “¡Vete a la concha de tu madre!”. Se trata, a un tiempo, de una expresión brutal y de proyección metafísica. Brutal por su tremenda carga ofensiva, y metafísica por el deseo de quien la dice para quitarte del camino y, sobre todo, para devolverte al útero materno, de donde nunca has debido salir. Es, en suma, una maldición que arroja al susodicho a la nada, a la nube de la infinita preexistencia.
Cecilia Barraza (cantante)
En realidad soy lisurienta… y por eso no tengo una lisura favorita, sino tres: ¡puta madre!, ¡me cago! y ¡coño! Escoge la que más te guste jaja.
Pelo Madueño (cantautor)
He preguntado a mi “asesora” y me dice que la que más uso es “puta madre”, supongo que por el año que hemos tenido y porque las cosas normalmente no funcionan muy bien. Igual sirve para desfogue corto a solas y tolerancia hacia afuera.
Maritere Braschi (presentadora de TV)
“¡Mierda!” sería la que más me sale. Sobre todo en situaciones inesperadas y que implican algún peligro, como cuando un auto se te cruza (raro en esta ciudad, ¿no?).
Amador Ballumbrosio (músico y profesor)
“¡No jodas!”. Esa frase la uso porque me da calma, aunque no habló lisuras por lo general.
Christian Ysla (actor y comediante)
Carajo. Porque es una palabra que suena muy bien, tiene personalidad y peso. Como muchas lisuras la uso y disfruto más cuando es algo positivo. Como en “¡bien carajo!”, “¡viva el Perú carajo!”, “¡vamos carajo!”.
Giovanna Pollarolo (escritora y guionista)
No sé si sirva, pero no uso lisuras. Debe ser porque estudie con monjas, en Tacna, en otros tiempos, y estaba prohibido decir lisuras. Y yo era una niña muy obediente, ja ja.
Alberto Ísola (actor y director teatral)
Me encantan las lisuras. La que yo más uso es “coño”. No para describir el órgano sexual femenino, sino como exclamación. Es bien curioso porque me viene de Venezuela. Dos de mis compañeros más queridos cuando estudié teatro en Londres eran venezolanos. Y se me pegó. También me encanta decir “que te fornique un onagro”, que es una variante de otra expresión que nunca digo porque es muy fuerte. Pero así queda mejor, porque la gente solo se imagina que es una grosería.
Patricia Portocarrero (actriz)
Hay dos que uso habitualmente. El primero es el más común y que creo que todos usamos: “¡puta madre!”. El otro lo tomé de mi hermano mayor, Nano, que es “mierda de porquería”. Ese resume muy bien todo un conjunto de insultos y es, además, una herencia familiar.
Jeremías Gamboa (escritor)
No creo tener favoritas. Tengo inevitables, que siempre se me escapan. “¡Mierda!” cuando he sufrido un sobresalto o la he embarrado y “¡por la puta madre!” cuando realmente la he cagado toda. La otra es “carajo”, cuando a veces mis niños me sacan de quicio, aunque ahora que lo pienso me suele pasar que si sale algo me sale bien o la achunto me digo para mis adentros, y a veces a voz en cuello cuando estoy solo: “¡Vamos, carajo!”. Esa me encanta.
Nicolás Yerovi (escritor y humorista)
La única interjección que vengo utilizando y con gran frecuencia desde hace un lustro, aproximadamente, es “córcholis”. En casos de extrema sorpresa y desagrado uso “recórcholis”. Sé que existen otras bastante más gruesas y procaces, pero no las empleo porque para vulgaridades, insignificancias y demostraciones de bellaquería, basta con aquellas de nuestros representantes al Congreso.
Katia Palma (actriz y conductora de TV)
Uso casi todas las lisuras, pero las que quizá uso más son ¡CSM! y ¡LPM! Ya se han vuelto una costumbre porque soy bien lisa. Las uso para bromear, para contar algo y para putear cuando se necesita.
Mira el avance “La historia de las palabrotas”
TE PUEDE INTERESAR
- ¿“Soul” es la mejor película de Pixar? Aquí 5 razones para al menos debatirlo
- Balance del cine 2020: el año de los espectadores encerrados
- “Mank”, el lado B de “Ciudadano Kane”: conversamos con su director, David Fincher
- Camila Sosa: “A las travestis nos premian muy poco; lo que suelen hacer es empobrecernos, asesinarnos”
- Manuel Vilas: “Algunas personas solo tenían los besos y los abrazos, y ni eso les han dejado”