Tres generaciones se reunieron en el Jockey Club del Perú para darle la bienvenida, después de 22 años, a una de las más grandes representantes de la balada en español: la cantante mexicana Ana Gabriel.
Demasiado tiempo había pasado desde la última vez que pisó suelo peruano y por ello, incluso cuando ya faltaban un par de minutos para el inicio del concierto, los asistentes mostraban su impaciencia.
Cerca de las 9:30 de la noche, las luces se apagaron, el proyector se encendió: Ana Gabriel apareció en escena vistiendo un pantalón negro y una blusa de color rojo.
Mientras que las tribunas le daban la bienvenida con un gran aplauso, ella optó por no regalar ni un segundo sobre el escenario y rindió a la platea con una convincente interpretación de “Mar y Arena”.
CERCANOSUn aura de energía envolvía a todos los asistentes, una prueba de que la conexión entre Ana Gabriel y sus seguidores nunca se rompió y que es, hoy en día, más estrecha que nunca.
“Gracias. Gracias por darme la oportunidad de reunirnos luego de tantos años”, dijo la cantante, un mensaje que repetiría de manera sincera varias veces a lo largo del show.
En el amplio repertorio musical incluido no faltaron sus canciones más conocidas. Entre ellas: “No vengo a pedir perdón”, “Quién como tú” y “Luna”. Sin embargo, uno de los momentos cumbres de la noche se dio cuando Ana Gabriel deleitó a todo su público interpretando “Cosas del amor” junto a una de sus coristas.
Además de agradecer al público asistente, Ana Gabriel se tomó un tiempo para referirse a la “terrible e injusta situación que afronta Venezuela” e hizo un llamado a las autoridades del país sudamericano a buscar soluciones.
En todo momento, la cantante interactuó con el público y hasta se animó a utilizar un poncho mientras interpretaba una de sus canciones. También posó para las cámaras de los fans que se encontraban en primera fila, a la vez que sostenía la bandera del Perú.
Baladas, rancheras y pop fueron los géneros musicales con los que Ana Gabriel enamoró a los asistentes, un público con el que se reencontró luego de más de dos décadas para ser testigo de su fidelidad.