Cuando era niño no debía escuchar Molotov, pero escuchaba Molotov. Sus letras, irreverentes, contestatarias y cargadas de un humor corrosivo, llamaban la atención de cualquiera y sirvieron para posicionar a la banda mexicana como referente generacional en América Latina. Con una evidente bajada de línea política y social -sin dejar de ser honesta y contracultural- Micky Huidobro, Tito Fuentes, Randy Ebright y Paco Ayala, llegaron a los oídos de una generación que se prestaba los cassettes, empezaba a escuchar CD’s piratas y se recomendaba de boca a boca los temas de discos como “¿Dónde jugarán las niñas?” o “Apocalypshit”.
Algunas décadas después, estos cuatro músicos que no dejaron de evolucionar, tocarán en Lima como parte del festival Vivo X el Rock en marzo de 2025, frente a un gran número de fanáticos que probablemente recordarán aquellas épocas en donde el mundo era distinto e, incluso, para ciertos ojos, más simple.
―¿Qué los mantiene unidos?
El dinero (risas). La verdad no tengo ni idea. Hoy por hoy es nuestro trabajo, vivimos de la música tras una trayectoria de treinta años que ha dejado cosas buenas, cosas malas y un sinfín de experiencias. No quiero ser tan cliché, pero quisiera pensar también en el escenario, en lo adictivo que resulta tocar encima de uno con mis tres compañeros, que aunque no nos veamos para nada, ni en una comida o algo así ―aunque claro que nos llevamos bien― y saber que ahí no hay problemas, ni discusiones, ni rollos.
―La música y la cultura popular nos conecta como humanidad, ¿cómo se sienten al saber que impactaron en la educación sentimental y en los recuerdos de al menos una o dos generaciones con canciones icónicas como ‘Gimme the power’ o ‘Puto’?
Decir que uno tiene casi tres décadas tocando y haciendo lo que quiere en la música pues es algo que no se dice fácil: han pasado muchas cosas, buenas y malas, pero siempre nos acompañó la gente. Esa es la vida del músico, no sólo del rockero o del baladista: saber que no se tiene asegurado nunca nada en todos los sentidos, pero uno siempre se tiene que salir a rifarse cada vez que se sube al escenario, sea para cien personas o para cien mil. Sí uno siempre sale a hacer bien su chamba, eso trascenderá. Por suerte nos pasó a nosotros.
“Lo que nos ayudó mucho fue que la gente entendiera el mensaje de las rolas: había un malestar social y un encabronamiento que, hoy por hoy, en cierta manera, seguimos teniendo”
―A propósito de Vivo X el Rock, alguna vez dijiste que los festivales te parecen una oportunidad para juntar diferentes tipos de público y diferentes géneros ¿Cómo ves esto que se viene?
Creo que hoy en día estamos experimentando mucho público contemporáneo de nosotros que van con el sobrino, con el hijo, tal vez con los amigos con los que se juntaban de chicos y así las nuevas generaciones se van empapando de Molotov. Por supuesto que se agradece. Las plataformas han ayudado mucho a que esto siga vigente. Está interesante. Los espacios como los festivales siempre van a ayudar a la industria y a los músicos. Está padre que confluyan bandas nuevas y bandas que ya llevamos mucho tiempo. Ahí es donde nace el descubrimiento del nuevo público y el intercambio que este tiene el público de toda la vida.
―¿Cómo ha influido el internet y las nuevas tecnologías en la adaptación de ustedes como banda?
Para nosotros ha sido una adaptación que tuvo que darse en segundos, muy rápido. Tenemos insertada aún la idea de hacer las cosas medio a la antigua: sería emocionante seguir vendiendo discos, seguir maquinando discos, seguir coleccionando discos, pero hoy por hoy tenemos aparatos donde está todo incluido, millones de opciones a la mano para escuchar canciones que a veces pasan desapercibidas.
―El mercado y la gente, desde el más melómano hasta el consumidor casual de música, también se comporta distinto…
Es tanta la información que a veces uno no se queda con nada. Antes había medios muy contados: estaciones de radio, tele y revistas dedicados a la música e incluso a cierto tipo de comportamiento para consumir, pedir recomendaciones al vendedor de la tienda e indagar dónde se grabó o produjo el disco. Era muy apasionante. No quiero sonar como un viejo que añora cosas que ya no están, pero nosotros crecimos con ese chingo de cosas en la cabeza, que ya no existen más y que debemos entender. Pero tristemente y aunque haya habido una evolución, ves que muchas veces algunas bandas nuevas o nuevos proyectos están más clavados en conseguir un like que en vender cincuenta boletos. Ojalá que esto dé la vuelta. Al menos un poco.
―Había quizá un espacio distinto para la respuesta y el movimiento contestatario. Hoy todo parece “oficial” aunque se venda de cierta forma ¿Sigue existiendo la contracultura?
Por supuesto que sí. Ahora hay más medios por dónde decir algo. Todos se digitalizaron y a raíz de eso muchos medios evolucionaron, copiaron la fórmula y se empezó a escuchar la voz de gente que antes no tenía mucha voz. A veces, eso sí, las voces se pierden en ese mar de información. Lo que no hay son tantos lugares para presentaciones de bandas, tantos espacios o circuitos donde puedas hacer y dar propuestas nuevas o donde simplemente te des a conocer. Entonces hay gente que se mueve en lugares no tan masivos y nichos de bandas más respondonas ¡Eso no se acaba! Porque tiene que ver con un modo de vida, una filosofía, un estado de ánimo.
―Molotov siempre llamó la atención por su desfachatez, sus letras y su forma de ver las cosas a través de las canciones, pero desde lo musical, también fue y es algo valioso: hay una mezcla de rock, rap, pop, elementos tradicionales…
Afortunadamente o desgraciadamente, depende cómo se tome, no fue nada difícil. Nos dábamos cuenta que, por ejemplo, las bandas mexicanas tenían que hablar como mexicanos, lucir como mexicanos o poner un cactus en las portadas de sus discos. Había muchos elementos estéticos que te “vendían” identidad, pero nosotros sentíamos que la música era libre y no necesitabas todo eso. Así nos empeñamos en buscar nuevas cosas con todas las influencias que teníamos. Las mías iban desde AC/DC, Van Halen, Black Sabbath, pero además Aretha Franklin, Marvin Gaye, Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Vargas, José José. Toda la música es bienvenida, porque te abre un espacio en la cabeza para crear.
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