“He sido tu madre, tu hermana, tu amante / y mientras tú duermes / yo sigo brillante / acepta ver que jamás doblegaste / mi alma en silencio / te ha hecho un gigante / que tiene luz / que permanece eterna / porque es la misma de miles de estrellas / porque perdona y respeta mi lucha / únete al grito que todos escuchan”: mientras su voz se eleva en intenso rapeo sobre una curiosa pista de tonalidades electrónico-folklóricas, la espigada silueta de nuestra actriz más mediática se recorta en una animación multicolor que tiene tanto de montañas como de cielos estrellados. Y arriba, la bóveda celeste se prende y se apaga al ritmo de sus dos astros eternos.
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Anahí de Cárdenas (Lima, 1983) será entonces como Selene, que en los himnos homéricos es hermana de Elios, el dios griego del sol: cuando este termina de viajar por el cielo y declina en el horizonte, Selene comienza el suyo apenas las sombras empiezan a cubrir el universo con su negro crespón. Para una canción, “Sinceramente”, cuya naturaleza dual empezará desde el empaque: la música del trío chileno Los Desaparecidos tiene tanto de electrónica como de folklore. Bebe de los afluentes de la música andina para resolverse en alguna variante del pop electrónico. Con base en Santiago de Chile y una década rotando, terminarán envolviendo su gen telúrico en cierto retrofuturismo cuidadosamente naif.
Mapa y tesoro
“Es una canción que habla del machismo. Está hecha en forma de una carta donde el Sol le pide disculpas a la Luna. Me mandaron esta melodía tan linda para que yo haga la parte de la Luna rapeando. Como me encanta su música, grabé con ellos a distancia usando el programa ‘logic’. Me enviaron una letra tentativa para que le haga las modificaciones que quisiera en el espacio indicado. Así que la composición fue ‘mita a mita’ y en el estilo que ellos me pidieron. Esta es mi primera experiencia haciendo rap y debo confesar que me ha gustado muchísimo, tanto que introduciré el recurso en mis futuras canciones”, dice De Cárdenas, que confiesa haberse iniciado como cantante a los 8 años con la banda sonora de Nubeluz.
Dice también que componer siempre fue un desfogue para ella. “Grabé mi primera canción, allá por el 2001, cuando estaba con el corazón roto. Mi relación con la música siempre ha sido catártica, sacar lo que no puedo decir con palabras”. Cosa que ocurriría después de experimentar con algunos colectivos —por ejemplo con El show de los Sueños, con el DJ Grita Lobos, etc.— antes de embarcarse en el diseño de su primer álbum solista: “Who’s That Girl?” (2013) es un disco de 10 cortes tributarios de un pop platinado, rico en cantos de desamor e idilios incomprendidos. “Es un buen recordatorio de mi carrera, un ensayo, me parece”, reconoce.
Entonces llegaría ese impresionante despegue mediático que obliteró su faceta musical, intermitentemente sazonada por colaboraciones con otros artistas —por ejemplo Jenga, el 2015— y la decisiva apuesta por vestir con clips algunos cortes de su ópera prima. Eso pasó con “Gemini”, que habla de su equilibro emocional, y “Don’t stop”, como respuesta a una relación tóxica. Hasta ese encuentro frontal con el cáncer de mama, el significativo vuelco que dio su vida y la multitudinaria solidaridad de sus fans, que seguirían especialmente por Instagram cada paso de su tratamiento y feliz desenlace. Todo lo cual ha quedado condensado también en una canción: “Tesoros” (2020).
Signos de admiración
“La máquina de la quimioterapia hacía un sonido constante y melódico. Sobre ese sonido, que era como un beat, fui construyendo una canción muy importante para mí porque, fuera de todo lo que me podría estar pasando, empecé a descubrir todas esas pequeñas cosas que me hacían seguir luchando. Que si todo se ponía oscuro de vez en cuando, era ese querer reverdecer y estar aquí lo que me hacía luchar. El amor que tenemos por la familia o por la vida, llámalo como quieras. Mis mascotas, mi familia, mi novio, mi hermano, todos los que me acompañaron durante el tratamiento son mis pequeños tesoros”, dice De Cárdenas.
Con la llegada de la luz, por cierto, incrementaría las entregas de esa especie de narrativa vital musicalizada: a la festiva “Calei” seguiría “Dignidad”, su más reciente lanzamiento en single y videoclip, un canto al amor propio cuando el engaño y la deslealtad pretenden instalarse en una relación. “Además de Los Desparecidos, estoy estableciendo enlaces con músicos de otros países de la región que me posibilitan expresarme musicalmente, al tiempo que les doy una plataforma de audiencia en Perú. Y como a mí me gusta el pop, el folk latino, el new wave andino o la salsa, todos nos vemos beneficiados”, dice.
Acaba de filmar una película sobre el confinamiento, de grabar el video clip de una nueva canción y ya tiene lista la letra de la siguiente. Además, acaba de ponerle punto final a un libro autobiográfico de inminente aparición y estudia el guión de la película que filmará a mediados de año. Y por si fuera poco, la hemos visto escudriñando con humor corrosivo el curriculum vitae de algunos candidatos presidenciales. “Lo hice ad honorem para Vicente, un colectivo de comunicadores sin financiamiento alguno. La idea es que la gente sepa que no solo está votando por un plan sino por una persona, ¿dónde está la línea moral de ese ser humano?”, se pregunta.
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