Las primeras impresiones son relevantes, sí; pero no son definitivas.
Ver por primera vez el escenario donde se presentaría DPR (Dream Perfect Regime), fue decepcionante. Sobre la tarima, un teclado eléctrico, una macbook, una máquina de humo y un par de luces; conformaban toda la tecnología disponible. No letreros luminosos, ni de neón, y mucho menos alguna pantalla led.
Era la noche del viernes 21 de octubre. El productor DPR Cream (Scott Kim), había preparado a la multitud con una mezcla de ritmos pegajosos que lograron que los más de 3 mil asistentes se contornearan de lado a lado por quince minutos. Al finalizar, se llevó consigo su teclado y su laptop, dejando la escenografía más lúgubre aún.
En su reemplazo, el rapero DPR Live (Hong Da Bin) irrumpe en escena con la canción “Legacy” y su avasallante energía se apodera del escenario. El juego de luces mejora y la multitud grita tan ensordecedoramente que volteo para asegurarme que realmente éramos unas pocas miles de personas y no decenas.
Mala elección. Al regresar mi mirada un astronauta gigante y luminoso, cuatro veces más grande que el cantante, está en el escenario. Lucía como una animación por computadora aparecida mágicamente, pero en realidad, es un enorme inflable que baila lentamente al compás del tema “S.O.S”. Este sería solo el inicio de la experiencia DPR.
El sueño perfecto
A este punto, queda perfectamente claro que DPR no es una banda de K-Pop. DPR es un equipo que cuenta con alrededor de ocho personas especializadas en campos tan diversos como el marketing, la dirección y hasta producción. El proyecto inició sin ningún financiamiento grande, únicamente elaborando música en internet inspirada en el hip-hop, apostando por su propio talento y buscando darle una nueva dinámica a la escena coreana.
La idea era descabellada en un país donde la industria musical está perfectamente orquestada por grandes empresas de entretenimiento. Aun así, lograron alzar la revolución gracias a su cosmovisión visual, que aportó un aire fresco a lo que se venía haciendo en el país. Incluso tras alcanzar el éxito, el equipo no ha perdido su esencia basada, ante todo, en la creatividad, y gracias a que honran estos ideales, sus fanáticas se han mantenido fiel a su producción artística.
El show continúa
“Estoy muy feliz ahora. El Perú nos quería aquí y nosotros queríamos venir. ¿Están felices de verme?”, pregunta Live antes de que el público responda afirmativamente con un bullicioso grito. Las luces parpadean y suena “Venus”, una canción que habla de una mujer demasiado perfecta para existir. La melodía es sensual, y el cantante aprovecha para tomar un ramo de rosas que lanza una a una a la audiencia.
“Estoy tan agradecido de ver a mis fanáticas peruanas. Esto es asombroso. Honestamente si me preguntaras cinco años atrás si alguna vez iría a este país, no sabría qué decir. Esto es el destino. ¡Vamos Perú!”, expresa, e inmediatamente suena “Kiss Me”. El coqueteo con el público aumenta, y canta mientras lanza besos y guiños. Una delicada tela tornasolada es ondeada en forma circular, que da el efecto de ser una ola etérea, manteniéndose a flote durante varios minutos.
Continúa con sus éxitos “Jam & Butterfly”, “Yellow Cab” y “Summer Tights”: las canciones más energéticas de su repertorio que ponen a saltar a toda la arena. Su energía es inacabable, ya que pese a tener el rostro empapado de sudor, no deja de bailar y deslizarse por el escenario.
“Gracias a todas. No puedo esperar a volver. Esta es mi primera vez aquí, pero créanme, volveré. Haré más música, más videos y álbumes. Nos vemos pronto”, comenta jubiloso antes de cerrar su espectáculo con “Hula Hoops” y “Martini Blue”. El público lo despide lleno de algarabía tras haber coreado cada uno de sus temas; una hazaña admirable considerando la barrera del idioma.
Un ángel caído
Las luces se apagan nuevamente, y una música de misterio envuelve la oscuridad. El último miembro en presentarse aparece en cuclillas, vestido con un abrigo rojo y ocultando su rostro bajo una máscara con cuernos de cabra. Dos únicas luces blancas lo iluminan, intenta pararse tambaleante, pero cae de rodillas, y unas alas negras inmensas se extienden detrás de él por lo largo de la tarima. Es turno de DPR Ian (Christian Yu).
“So Beautiful” y “Mood”, dos de sus canciones inspiradas en el R&B, suenan a través de los parlantes. El público estalla de emoción. “¡Hola, amigos!”, grita el australiano. “El show recién empieza, te amo”, comenta antes de cantar “Dope Lovers”.
“Esta es mi segunda vez en Perú, pero jamás imaginé tener un concierto así, ¡gracias! Les quiero mostrar algo especial”, le dice a las asistentes y se coloca un sombrero de solapa para realizar un sensual baile al ritmo de “Calico”. Los cánticos de todas las secciones de la arena se escuchan fuertes, y no se ve a ni una sola alma que no esté disfrutando de la demostración.
Su repertorio sigue con canciones como “Scaredy Cat”, “Ribbon” o “Winterfall”, todos ellos temas de ritmos seductores que ameritó incluso que se quite la camisa para subir la temperatura aún más. Un sonido seco acalla la música, y de una escalofriante mano inflable, el doble de grande que el astronauta inicial, se lo lleva detrás del escenario.
En el medio del vocerío, Christian reaparece más calmado y pide silencio para compartir un mensaje: “Hay días en lo que no me siento bien, y paso por momentos duros. ¿Y saben qué? Eso me hace sentir muy nervioso, pero cada vez que estoy abajo, ustedes me hacen sentir mejor”, confiesa en voz baja.
El público suspira en compasión, y demuestra su apoyo tirándole peluches, rosas y todo lo posible para animarlo. El show parece llegar a su fin, pero regala dos temas más: “Ballroom Extravaganza” y “No Blueberries”, que alegra nuevamente el show, mientras una maquina de burbujas transforma el escenario en una imagen de fantasía.
Los miembros detrás de las ideas áreas creativas vistas en el concierto se unen para acompañarlo a despedirse. Saludan al público y recogen banderas y chullos peruanos para usarlos.
“Muchas gracias, Perú. Volveremos pronto, lo prometo. Tengan una buena noche y muchas gracias”, dice para finalizar, Christian. Todos los asistentes corean al unísono “Muchas gracias”, y al fin, el espectáculo culmina.
Y mientras se forman las largas filas para salir, escucho decir a alguien a mi costado: “Me confié y vine tarde porque pensé que iban a venir un par de gatos”. Yo también lo creí. DPR no tendrá el masivo apoyo que podemos ver en otros artistas surcoreanos como BTS o BLACKPINK, pero no deja de ser increíble cómo este proyecto de K-Hiphop ha logrado que personas de otro continente los apoyen fervorosamente. Es aún más impresionante sabiendo que comenzaron con nada, excepto con la fe en sí mismos.
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