Me costó un poco hallar mi gusto musical. Lo que me gusta lo heredé, en parte, de mi padre, además de los grupos de moda del momento. A los 12 años no había encontrado un cantante que se sintiera mío. Resulta que no necesitaba uno, sino una.
Descubrí a Taylor Swift una mañana en el Minka de la Avenida Argentina, con “Red”. En un disco pirata, por supuesto. Gracias a estos temas mi yo adolescente, quien podía considerarse intenso y temperamental, entendió que no estaba mal sentir demasiado, que eso era necesario de vez en cuando. Diez años después estoy a casi 4000 km de casa, he visto a Taylor Swift en Buenos Aires y mi vida no será la misma.
Encuentro cercano del tipo Taylor
Antes de sus tres presentaciones en Argentina, Taylor nunca había pisado Latinoamérica. Armada de un mini ejército de familiares y amigos, cada uno frente a una laptop por siete horas, establecí mi estrategia para comprar los tickets en una fila de cuatro millones de personas. Solo 195 mil conseguirían el sueño, yo incluida; una idea irreal que se cumplió. Meses después, el Jorge Chávez se llenó de swifties y sus insignias: poleras, gorras, camisetas. Una escala en Sao Paulo y muchas pulseras de la amistad después, llegué a Buenos Aires. Aún había que esperar, pero cada vez menos.
El día del show (la segunda fecha), como fiel seguidora de “Red”, me vestí de rojo. Estuve desde las 10 de la mañana en el Estadio Más Monumental y pasé las siguientes horas apretujada, sudorosa, macerada en bloqueador y con dolor de espalda, pero feliz. Y en primera fila. A las 8:30 de la noche Taylor sube al escenario con un bodysuit de lentejuelas celestes, rosadas y doradas, brillante como ella sola. Empezó con “Miss Americana & The Heartbreak Prince” y, como diría la letra, realmente “ha pasado mucho tiempo”, 10 años para ser exacta. El concierto estuvo dividido por ‘eras’, donde cada álbum representó una etapa distinta en la vida de Taylor. Inició con “Lover”, su último álbum pre-pandémico, continuó con ‘Fearless’, “evermore”, “reputation”, “Speak Now”, “Red”-, “folklore”, “1989″ y finalizó con “Midnights”, su último disco.
Taylor no lo sabe, pero me acompañó en cada momento de mi vida. Verla es una sensación mixta, entre nostalgia y agradecimiento de la chica que bailaba su música a escondidas. Por primera vez, entendí que no era la única en sentirse así; el estadio estaba llena de nosotras. Todas regresamos a la secundaria con “You belong with me”, de “Fearless”; el ambiente exudó brillo a través de escenario, banda, coristas y Taylor, siempre Taylor. Al lanzar ‘evermore’ Taylor demostró su versatilidad en vibra alternativa, ‘indie’ incluso, con un imaginario de cuento de hadas e iluminación acorde, sobre todo con ‘champagne problems’; coreada por todo el coloso Vespucio Liberti. Pasamos a la era ‘reputation’, registro diferente, pero igual de icónico, cuando ella dejó las críticas atrás e ignoró esa ‘reputación’ que le crearon. Estábamos en el clímax de The Eras Tour, con ella en la cima y el público en su órbita.
Luego llegaron los clásicos. Primero con “Speak now”, cuyo momento cumbre fue “Long Live”, un tema para quienes hemos acompañado a Taylor todo este camino. En un momento la letra dice “pasé el mejor momento de mi vida luchando contra dragones contigo” y por fin pude agradecérselo en persona. Adiós, era ‘Enchanted’; hola, “Red”. El bloque estuvo lleno de hits como “22″, “We are never ever getting back together” y “I knew you were trouble”. Es en este momento cuando Taylor entrega su emblemático sombrero negro a un fan, lloroso por la emoción. Ya con la era ‘folklore’ la infraestructura y vestuario brillan incluso más, con la casa de madera que los fans conocen, con vestuarios coordinados por cada canción. La voz de Taylor apenas y se dejaba oír frente al bosque de sus seguidores.
Taylor tiene por costumbre, al terminar el bloque de “1989″, presentar dos canciones sorpresa. En esta ocasión, fue la primera vez que uno de estos temas fue un mix, con “Is it over now?” (acústico) y “Out of the Woods”. La multitud enloqueció. Y con sus temas de empoderamiento y alegría, “Midnights” marca la era final del show. Es imposible escuchar “Lavander haze” y “Karma” sin sentir que se apoderan de ti.
Dicen que la música de Taylor Swift es solo de romances fallidos. Nunca lo vi así. Seguirla es entender que es normal creer que no eres suficiente, también es estar acompañada por una amiga cuando todo va mal. Para mí, esa amiga era y es Taylor, el soundtrack de mi vida. Ella nunca sabrá que existo y yo nunca dejaré de estarle agradecida.
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