En las puertas de ingreso del festival de música Estéreo Picnic, que se celebra desde el viernes hasta hoy en Bogotá, un numeroso grupo de agentes de seguridad inspeccionan a los asistentes buscando cualquiera de los elementos de ingreso prohibido: desde armas hasta fuegos artificiales, pasando por bebidas alcohólicas y, por supuesto, drogas.
Sin embargo, apenas 50 metros más allá de las exhaustivas revisiones, una carpa recibe a jóvenes que muestran sin temor alguno sus dosis de marihuana, cocaína, éxtasis y otras sustancias que metieron ‘encaletadas’ al festival. Siempre hay una manga de prestidigitador o algún rincón corporal en donde esconder lo prohibido. Y por más ilícita que pueda resultar la maniobra, es una realidad que no se puede esconder. Como creer que los menores de edad no tienen relaciones sexuales. Como pensar que nadie orina en la playa.
Por eso, antes de hacerse el ciego frente a lo que ocurre, se presentan alternativas educativas. La carpa a la que acuden los jóvenes con sus drogas forma parte del proyecto Échele Cabeza, de la corporación Acción Técnica Social. En ella, los voluntarios examinan las sustancias psicoactivas que los jóvenes les muestran y les brindan información clara y honesta sobre su contenido. Por ejemplo, cuánto les duraría un viaje en LSD, qué riesgos implica mezclar hongos y alcohol, o incluso determinar el grado de pureza de su contenido.
“Lo que hacemos es analizar e identificar qué sustancia le vendieron a la persona, si es o no es lo que le dijeron que era -explica la socióloga Vannesa Morris, coordinadora del programa Échele Cabeza-. Entonces le explicamos a las personas, todas mayores de edad, cuáles serían los efectos y riesgos de las sustancias. Nosotros se la entregamos y la persona toma la decisión final de consumirla o no”.
EL MARCO LEGALEl nombre del proyecto, Échele Cabeza, podría traducirse como el “pensá” tan exitosamente promovido por Ricardo Gareca. De hecho, la campaña en Colombia se ilustra con el meme del hombre con el índice en la sien. El mensaje es claro: no te drogues; pero si lo vas a hacer, piensa, sé responsable.
Y no es una iniciativa ciudadana cualquiera. Échele Cabeza cuenta con el respaldo total de la Alcaldía Mayor de Bogotá, que ha entendido que es mejor mitigar los riesgos del consumo, que simplemente ignorarlos o perseguirlos, una actitud que lleva años sin resultados (y Colombia es un país que de drogas sabe mucho).
“Nosotros contamos con un permiso del Fondo Nacional de Estupefacientes, que es la entidad que regula el porte de sustancias de uso ilícito -señala Morris-. Eso nos permite entablar un diálogo con la policía: ellos cumplen una labor hasta la puerta de ingreso, donde decomisan lo que encuentran. Pero nosotros funcionamos como una barrera de contención para quienes sí lograron ingresar la sustancia, para que por lo menos no se intoxique”.
LOS RESULTADOSEn los diez años que lleva funcionando el colectivo, y en los cinco que tienen presencia en el festival Estéreo Picnic, algunas cifras les dan la razón: según Morris, los estudios de comportamiento o intención de cambio entre los jóvenes asistentes demuestra que el consumo ha descendido, o por lo menos los daños que este pueda implicar. De entre los casi mil jóvenes que reciben a diario los especialistas de Échele Cabeza -psicólogos, químicos, sociólogos, y otros profesionales-, se han podido topar con portadores de alpha PBP, una peligrosa catinona sintética, o las llamadas sales de baño, que tienen efectos muy negativos. “La cocaína es la sustancia más adulterada. Por más que estemos en Colombia, solo el 50% es cocaína real; la otra mitad puede ser cualquier cosa, como cafeínas, lidocaínas o desparasitantes para vacas”, agrega Morris.
Desde luego, la iniciativa no es del gusto de todos. Ciertos sectores conservadores en Colombia se oponen a un programa como este y exigen aún mayores restricciones para la tenencia y el consumo de drogas. Pero lo de Échele Cabeza funciona por una cuestión de educación. Una que se preocupa por entender el consumo (que siempre hubo y siempre habrá, legalidades o ilegalidades de por medio) y que prefiere ponerlo en discusión antes que callarlo. Del silencio poco se aprende.