Un bloque atonal de clarinete, guitarra, piano, violín, chelo y percusión construye geométricamente al ave atigrada de Chavín de Huántar: alas, garras, cola, tronco y pico son seccionadas en 8’36” por el Ensemble des Instituts für Neue Musik de Freiburg (“Ave! Chavín”, 1990). Cuatro flautas establecen diez juegos sonoros distintos de pulsaciones rítmicas a cuatro voces (“Im-pulsos”, 1989). Piano y percusión se extreman a altísimas velocidades de ejecución o retrogradación (“Música para dos intérpretes virtuales”, 2000).
A continuación, ingresa un tejido de campanas para dibujar amaneceres, pintar nubarrones y precipitar aguaceros (“Texturas”, 1991), antes del electroacústico final construido a partir de un cántico del rey Juan IX de Portugal e integrado por un coro de niños, un bebe que llora y el murmullo de un aeropuerto (“Voces”, 2000). Todo este material, manipulado electrónicamente y reorganizado en una estructura de precisiones, compone “Im-pulsos: música instrumental y electroacústica 1989-2000” (Buh Records, 2017) que acaba de lanzar José Roberto Sosaya Wekselman (San Pedro de Lloc, La Libertad, 1956).
—‘Deux machine’—— ¿Clásica, seria, erudita, académica? ¿Cómo deberíamos llamar a su arte? No es clásica, pues fue escrita y/o realizada entre finales del siglo XX y principios del XXI. Seria no siempre, tiene muchos momentos de divertimento. Es erudita en el sentido de elaborada, pero tiene momentos de improvisación. Académica solo en relación con mis clases de composición. Yo creo que es simplemente música. O arte sonoro. ¿Es necesario un adjetivo?
— El arte sonoro va del ditirambo al dixieland, de los ludiones al heavy metal. Sin un adjetivo, ¿cómo distingo lo suyo de “Despacito”? Los adjetivos limitan. El arte ha evolucionado históricamente a través de las rupturas, de la innovación. Más sencillo es responderle negativamente: mi música no es para bailar en una discoteca o reunión social, no se dirige al sistema muscular, no tiene intención comercial sino artística, pues no tengo a un productor o gerente comercial que me imponga alguna tendencia. Mi música es para escuchar y sentir sin pensar mucho. Intento transmitir nuevas ideas con el fin de producir nuevas sensaciones o reflexiones.
— ¿A qué obedece su inclinación por la electrónica? Desde estudiante tuve gran curiosidad por los nuevos lenguajes e instrumentos. Eso me llevó a vivir dos años en París. La electroacústica es uno de los instrumentos musicales del siglo XX, crea una dimensión cuyos albores se remontan a las piezas atonales de Listz, a los momentos armónicos estáticos de Wagner o al segundo movimiento del cuarteto Nº 2 de Schönberg, experiencia imprescindible para un compositor de nuestro tiempo, pues la música con medios electrónicos e informáticos influenciará en la música instrumental de vanguardia y llegará incluso a cambiar la definición de música que se tenía hasta antes del siglo XX.
— ¿Cuál es la singularidad de los timbres y texturas que usted alcanza? Trabajo mucho los cambios graduales de timbre, el movimiento al interior de una altura determinada, los cambios espaciales súbitos o graduales, así como los tejidos rítmicos complejos que finalmente reflejan el fluir de nuestros paisajes sonoros naturales: el campo o la ciudad.
—Verso y ritmo—Interpretada tanto por grandes orquestas (las sinfónicas del Perú y Argentina, la Escuela Superior de Música de Freiburg, distinguidos ensambles en Londres, París, Bourges, Sapporo, México y Santiago) como por compositores de gran prestigio (Sergio Ortega, Leopoldo La Rosa, Fernando Valcárcel), la obra de Sosaya es clave para entender el desarrollo de la música peruana tras la huella dejada por las generaciones de los 50 y 70.
Luego de una larga estancia parisina, donde conoció personalmente a Ligeti, Stockhausen o Xenakis, la impronta rítmica del norteño se refiere tanto a las antiguas culturas peruanas –“Girasol mágico, gran brote”, “Amalgamas”, “En torno a una danza” y “Ave! Chavín”– como al sustrato melódico que subyace en nuestra literatura. “Transido, salomónico, decente, ululaba” escribe Vallejo en 1937, y Sosaya, 80 años después, experimenta con arpegios y lo viste de oropel.
MÁS INFORMACIÓNPresentación del disco “Im-pulsos” Día: Lunes 4 de setiembreHora: 8 p.m.Lugar: C. C. Peruano-Japonés. Auditorio Dai HallDirección: Av. Gregorio Escobedo 803, Jesús MaríaIngreso: libre