RUDY JORDÁN ESPEJO @jordanrudy
Tocar a local lleno, hacerte ‘selfies’ con decenas de personas y escuchar a tus fans corear cada una de tus canciones en inglés y en español. Las postales de superstar con las que Kevin Johansen terminó ayer su concierto número cinco en el Perú contrastaban con las de la anónima y desapercibida primera visita que hiciera a nuestro país a mediados de los 80, cuando iniciaba su carrera.
“Uno de los peores momentos fue al principio. Yo tenía una banda que se llamaba Instrucción Cívica, con la que lanzamos un disco Obediencia de Vida. Clásica experiencia de pendejos que tienen talento, pero que no están listos para salir al ruedo, con productor trucho... fuimos a Perú... es decir conocimos lo bueno y lo malo del negocio. Nos dieron palo... ‘que éramos unos nenes, que hacíamos música comercial’... y nosotros sufríamos. Si siempre te fue bien, hay algo sospechoso. Te tiene que haber ido mal, porque así aprecias cuando te va bien”. (Kevin Johansen).
Veinte años después, con el respaldo de seis discos, un estilo consolidado, giras por el mundo y con el expandido rumor de hacer una dupla perfecta con el dibujante argentino Liniers, Johansen sale canchero y charango en mano al escenario de Embarcadero 41. Ya no hay críticas, hoy solo requiere decir “Buenas noches, Lima querida” y saludar a su banda The Nada para que el público explote y delire por él. El bullicio se hace estridente inmediatamente cuando inicia su primer tema, Amor finito, de su más reciente disco: Bi (Sony, 2012).
“Cuando el amanecer
dejó de amenazar
nació la mañana…
y tu parecer
cambio de parecer
como si nada”.
Ahora Johansen se enfunda la guitarra – esa que aprendió a tocar cuando era niño con un profesor uruguayo llamada Luis– y canta Baja la tierra; mientras Liniers, en un ecran gigante dispuesto en el escenario, improvisa con pintura ahora roja, ahora negra, ahora verde, sus alucinantes y oníricos dibujos.
Original, no solo en su música sino en sus maneras de comunicarse con el público. Johansen no utiliza el gastado recurso de colgarse la bandera o el chullo. Él elige ponerse una llamativa camisa negra con naranja que le obsequiaron Los Mirlos –a quienes un día antes conoció y con quienes grabó unos temas para el programa de Sonidos y Sabores del Mundo que conduce Mabela Martínez en TV Perú– y dice que a pesar de le queda ancha “porque los cumbianberos son más grandotes”, asegura que vestirla es “como ponerse la camiseta de Perú”. Y lanza En mi cabeza, una cumbia exquisita donde se lucen los The Nada y que pone a todos a sacudir los huesos.
“No sé por qué ella no quiere salir.
Parece que le gusta estar aquí.
Por más que intento que salga a pasear
Aquí dentro se quiere quedar,
Parece”….
Los reyes del humor
Si no fuesen músicos, Kevin Johansen y Liniers podrían ser humoristas. En realidad, al verlo uno piensa que podrían ejercer cualquier oficio – delanteros de fútbol, acróbatas, una pareja de baile– siempre que trabajen juntos, siempre que hagan dupla. La mezcla de letras certeras y pinceladas precisas, de armonías y dibujos naif, de milongas y colores dejan en los oídos y la imaginación del espectador un sonido nuevo e indeleble.
Un rasgo bien chévere de Johansen es que no dramatiza y a todo le da la vuelta. “Desde que te perdí, se están enamorando todas de mí”, dice. Y es que sus canciones, pese a ser profundas e incluso hasta desgarradas, conectan fácil gracias al juego y al humor:
“Bajo el velo del humor, puedes decir las cosa más densas. Decir cosas muy profundas. Y siempre digo: el que toma el humor superficialmente es el superficial, y no el que lo utiliza”, asegura.
A cada broma de Johansen e ironía de Liniers, la chispa ácida y el humor negro inconfundible de los porteños –que tiene como mayores exponentes a Les Luthiers – refuerzan la complicidad y la química con la gente, que corea ahora famosos covers como Hotel California.
De pronto, el incorregible Liniers se acerca al escenario y retrocede hasta el cole. Se pone el uniforme y como el alumno avispado que debe haber sido, hace avioncitos con sus dibujos y los arroja hacia el público que eleva las manos como cuando en el estadio llega una pelota de la cancha hacia la tribuna.
Además de su talento, lo que más sorprende de Johansen es su buena onda y humildad, un rasgo que no es precisamente el distintivo de los argentinos. Convengamos en que es un argentino capo con la sencillez de un brasileño, es Sur o no Sur, es gaucho y yanqui. Mejor que él mismo se defina:
“The mixture is the future”, también creo que es nuestro pasado. Yo por el lado de mi madre soy español y catalán y de todo... Y por el lado de Johansen, mi viejo es yanqui, noruego, mezcla con un poco de inglés... Mi pasado es una mezcla: soy un yanqui-sudaca. Como me dicen los gringos: “You´ve got the best of both worlds”.
Debemos agradecer, en todo caso, que él sea mitad-mitad, pues quizás sea de esa crisis de identidad, de esa escisión, que ha nacido un músico notable y versátil llamado Kevin Johansen.
“Y yo siempre digo que lo importante es que no se te suba a la cabeza ni el éxito, ni en el fracaso. Porque se te puede sufrir el fracaso, y si te pasa estás perdido. Si dices todo el día: “soy un looser” ¿de qué te sirve? No eres ni un looser ni un winner. Si crees en lo que haces: sigue”.
*Las declaraciones de Kevin Johansen colocadas en esta crónica fueron tomadas de una entrevista publicada por el portal Montevideo.com