Es un asunto que compromete la presión atmosférica: ráfaga, turbonada, brisa, temporal, tormenta, huracán o tifón, el tránsito del aire encuentra su propio camino a través de diferentes escalas y flujos según la latitud, la inercia y a esa desconocida fuerza centrífuga que obedece a la rotación del planeta. Algunos ingenieros de sonido se proveen de transductores piezoeléctricos, ánforas romanas, tuberías, arpas de viento y lluvia para capturar los sonidos de la naturaleza. Manongo Mujica agarra una grabadora Tascam portátil y se interna entre las dunas. “¿Alguna vez has estado adentro de un viento Paracas, sabes lo que hay adentro?”, pregunta.
Y se responde: “Es una experiencia inolvidable: toda la arena del desierto se levanta y te impide ver y tú te encuentras sumergido en un mar de arena, con sonoridades que varían de acuerdo a la intensidad de la fuerza del viento. Y el desconcierto puede ser absoluto si no sabes dónde estás. Terje y yo grabamos las sonoridades naturales que encontrábamos en el desierto y luego tanto él en Noruega como yo en Lima transformamos esas grabaciones naturales en otras cosas de acuerdo a la intencionalidad de cada una de las zonas de ambos discos”. Se refiere al paisajista sonoro Terje Evensen, especialista en colocar el jazz moderno en una paleta electrónica que dispara paisajes sonoros de gran intensidad. ¿Pruebas? He allí “Still you” (2010), celebrado núcleo de percusión y electricidad.
Tambores sagrados
Y cuando dice ‘ambos discos’ Manongo se refiere a “Paracas ritual”, doble acetato que pone a disposición del respetable este 26 de octubre. Se trata de dos esféricos más que ingresan al universo de una discografía altamente respetable. Registré “Paisajes sonoros”, “Alturas”, “Maya sonora”, “Tribal”, “El Sonido de los dioses”, “Mundos”, “Canto a Bernardo”, “Tribal”, “Sonidos de la Huaca”, “Tribal (cambio de piel)”, “Nocturno (en vivo)”, “Aeólico”, “Autorretrato sonoro”, “Ceremonia para nadie”, “El nacimiento del sol y de la luna”, “Poemas instantáneos”, “Tambores sagrados” y “Zona neblina”. ¿Qué otros títulos se me escapan de tu discografía?
"Faltarían mencionar los de Perujazz: “Verde Machu Picchu”, “Perujazz (casete)”, “En el Cinematógrafo”, “Perujazz en vivo”, “Perujazz 25 Años”, “Mundo Nuevo”, “Perujazz Mágico” y “Perujazz en vivo”, dice. Y consultado sobre la génesis de su nuevo disco, señala: “Yo diría que es el escuchar. Tanto Terje como yo con tan solo poner los pies en el desierto ya estamos ambos en un estado de gracia. Es como escuchar un poema secreto que se te va revelando poco a poco hasta que tu escucha empieza a ser parte del paisaje sonoro. Lo curioso de este proyecto es que todo fue hecho en silencio, nunca hablamos con Terje de lo que queríamos hacer. Es como si el desierto nos hubiera escogido a ambos para que narremos su historia”.
¿Y cómo ocurre tu historia particular con él?
“Lo conozco de hace muchos años. Lo escuché tocando con Andrés Prado y con Chocolate Algendones y me di cuenta, por su manera de tocar la batería, que él era tan paisajista como yo. Pasaron muchos años y la revista ‘Wire’ hizo una nota sobre Huaca Sonora y Terje se interesó en escucharla. Me llamó desde Noruega a decirme que tenía dos días para venir a Perú y que le muestre Paracas. Le contesté que en dos días no podría mostrarle la inmensidad del desierto pero que sí en cinco. Llegó a Lima y nos fuimos Pauline Barberi, Terje y yo a escuchar y grabar el silencio de Paracas. De ahí Terje saca un disco llamado ‘Music for paintings’ en el que incluye algunos sonidos que grabó en medio del desierto”.
¿La pandemia te encontró en Paracas?
“Sí, y me sirvió para revisar al detalle lo que Terje y yo habíamos grabado en mi estudio en Lima. Yo ya tenía una mezcla final y cuando la escuché en el desierto durante la pandemia me di cuenta que el trabajo no estaba listo, necesitaba un tratamiento más dinámico y orgánico, había que remezclar casi todo. Llegando a Lima trabajé intensamente con el ingeniero Juanjo Salazar, me ayudó a traducir los nuevos conceptos que había escuchado durante la pandemia. Ahí empezó el verdadero trabajo de colaboración con Terje porque de acuerdo a lo que escuchaba en la música, sentía lo que faltaba en términos de luminosidad, oscuridad, dramatismo, horror y le pedí a Terje que enviara pistas electrónicas con esos caracteres, para yo después colorearlas con mis percusiones”.
El color de tu sueño
Lo que sigue es un viaje a través de los túneles del viento. Y Manongo lo dice mejor: "Lo hemos concebido como un mito de creación. El concepto sonoro es que el oyente se sumerge en una experiencia única en donde ya no hay forma ni estructura musical, solo la calidad de una sonoridad que te va llevando gradualmente a territorios insólitos de la búsqueda. Yo pienso que “Paracas Ritual” de alguna manera refleja 30 años de insomnios, despertares y de caminar al borde del abismo". ¿Y cómo sincronizas la batería y handpan de Evensen con tu handpan, maracas, udu, balofon, gong, platillos, campanas, tom y spiral trash? La respuesta de Manongo es paradigmática.
¿Dirías que tu vida es una sinestesia irreductible?
“Diría que mi vida es una búsqueda por descubrir los valores esenciales del arte. Tanto en la música como en la pintura. Acaso la poesía sea ese lenguaje silencioso que se da tanto en el sonido como en el color. Y quizá me ha tocado llegar a los 70 años para darme cuenta que en mi trabajo no hay diferencia entre la forma de un cuadro y la estructura de la música. Como diría John Lennon en su obra maestra ‘Tomorrow never knows’: escucha el color de tu sueño”.