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La voz cavernosa y la fina pluma de Leonard Cohen convirtieron las canciones del artista en poderosos instrumentos para la seducción, el tormento sentimental y el resquemor existencial. He aquí diez ejemplos de cómo escuchar al canadiense significa a menudo morir con él (también de amor).
“Suzanne” (1967): nacida primero como poema, se transformó en canción para convertir en inmortal su relación platónica con Suzanne Verdal, la novia del escultor Armand Vaillancourt. Probablemente nunca un ¿inocente? paseo por Montreal exudó tantas ganas de más.
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“So long, Marianne” (1967): La isla de Hidra (Grecia) unió a Leonard Cohen con la noruega Marianne Ihlen, su musa de juventud y amante durante siete años. Tan alto como la canción resonará la carta que hace solo unos meses, tras el fallecimiento de la noruega, le dedicó el músico: “Que sepas que estoy tan cerca de ti que si estirases tu mano, creo que alcanzarías la mía”.
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“Bird on the wire” (1969): La estancia en Hidra resultó de lo más provechosa. Concebida como una composición country, el corte terminó siendo balsámico, casi “una oración” que sacó a Leonard Cohen de su ostracismo y depresión.
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“Famous Blue Raincoat” (1971): una misiva con música de fondo que incide nuevamente en el conflicto y tensión de un triángulo amoroso entre Cohen, una mujer llamada Jane y otro hombre al que se refiere como “mi hermano, mi asesino”. El chubasquero azul del título en efecto existió, pero alguien se lo llevó del loft de Marianne en Nueva York.
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“Hallelujah” (1984): Uno de sus temas más célebres e inspiradores, con la imaginería bíblica de fondo, tuvo en realidad un éxito discreto inicialmente, multiplicado por la gran acogida de la versión que Jeff Buckley lanzaría una década después. Entre las versiones más famosas también está la de Rufus Wainwright, padre de su nieta.
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“Dance me to the end of love” (1984): Parece una canción de amor, pero el horror del Holocausto judío fue su auténtico germen, en concreto, un cuarteto de cuerda formado por prisioneros que debían tocar música clásica mientras sus compañeros eran asesinados e incinerados en los campos.
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“First we take Manhattan” (1987): Sintetizadores amenazantes para la respuesta de Leonard Cohen al terrorismo en su variante más depurada, la sinrazón más absoluta. Entre los muchos músicos que decidieron versionarla, R.E.M. y Joe Cocker.
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“Everybody Knows” (1988): el primer sencillo del disco “I'm your man” y una de las canciones más amargas de su producción para pintar un panorama social con referencias al sida, la religión y otras cuestiones, con el título de la canción repetido al comienzo de cada verso como un mantra martilleante.
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“Take this waltz” (1988): ¿Qué habría sido de Enrique Morente sin esta revisión del “Pequeño vals vienés” de Federico García Lorca? La canción, que alcanzó el número 1 en España, terminó formando parte del célebre y revolucionario disco “Omega” del cantaor granadino.
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“You Want It Darker” (2016): De nuevo, la épica eclesiástica asoma en una producción de Cohen, esta vez con forma de réquiem, pues la muerte sobrevuela todo el último disco y la canción que le dio título en versos como “Estoy preparado, mi Señor”. (EFE)
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#LeonardCohen: un repaso a su carrera en fotos https://t.co/TTrpqQlOYy pic.twitter.com/tj7HQslFNU— Luces El Comercio (@Luces_ECpe) 11 de noviembre de 2016