Cuando el compositor polaco Frederic Chopin murió en 1849 parecía que lo había consumido la tuberculosis, la clásica muerte romántica. Pero pronto surgieron dudas sobre el diagnóstico. Un examen científico del corazón hecho a principios de este año pareció confirmar la teoría inicial, y sin embargo dejó un misterio sin resolver.
En plena noche tuvo lugar una ceremonia secreta en una iglesia de la capital polaca, Varsovia, en abril de este año: un frasco de cristal, enclaustrado en un pilar del templo fue extraído y examinado solemnemente por genetistas y forenses.
“El espíritu de esa noche era muy sublime”, le dijo el científico forense Tadeusz Dobosz a la agencia de noticias AP.
El frasco contenía un corazón preservado en alcohol -muy probablemente coñac- durante más de 160 años. Se supone que latía en el pecho del hijo más famoso de Polonia, el gran compositor y pianista Frederic Chopin.
Los científicos querían chequear que estuviera en buena condición y responder a la pregunta: ¿qué mató al creador de una obra considerada por los polacos como la encarnación musical de su país?
Chopin murió en un apartamento en la mítica Plaza Vendome de París el 17 de octubre de 1849, a los 39 años de edad. La más grande autoridad francesa en tuberculosis (TB) le había diagnosticado la enfermedad meses antes, y anotó debidamente eso en el certificado de defunción como la causa.
Sin embargo, luego las cosas se tornaron menos claras. Ese mismo doctor, Jean Cruveilhier, sacó el corazón del cuerpo de Chopin e hizo una autopsia. Lo que registró precisamente se perdió, pero hay reportes que indican que se refirió a algo que no era TB sino “una enfermedad no encontrada previamente”.
¿Qué podía ser?
Eventualmente empezaron a surgir nuevas teorías. Un estudio médico aseguró que la fibrosis quística -que no había sido descubierta en 1849- fue lo que lo mató. Otro, que Chopin había heredado un tipo de enfisema, llamada deficiencia de alfa-1 antitripsina.
En septiembre, el debate pareció haber llegado a su fin.
Los científicos que se habían reunido meses antes en la iglesia de Varsovia para ese examen sin precedentes revelaron sus conclusiones en una conferencia de prensa.
El corazón de Chopin estaba bien preservado y contenía “nódulos de TB”, reportaron. Estaba también “muy dilatado, lo que sugería problemas respiratorios, vinculados a una enfermedad pulmonar”.
Parecía TB, después de todo. Fin de la historia.
Pero ¿es suficiente un examen visual adentro de un frasco para establecer lo que ocurrió? No se tomaron muestras de tejido para hacer pruebas. El frasco ni siquiera había sido abierto, ni había salido de la iglesia.
Sebastian Lucas, profesor emérito de Patología del Hospital Guy y St Thomas de Londres opina que probablemente no.
“Si el corazón está involucrado en la TB, en muchos casos será afectado por pericarditis, una inflamación de la capa que cubre al corazón”, le explica a la BBC.
“La pericarditis de TB puede ser nodular o un proceso difuso. El que haya nódulos suena apropiado para la TB como diagnóstico, pero otras enfermedades pueden imitar la apariencia, como el cáncer y una infección como la aspergilosis. Uno no puede saber cuál es sólo mirando”.
Férrea oposición
Los científicos que llevaron a cabo el examen querían abrir el frasco, pero enfrentaron una implacable oposición de “todo el mundo, empezando por la tataranieta de una de las hermanas de Chopin”, declaró Dobosz en septiembre.
Otros oponentes, agregó, incluían el antiguo director del Instituto Chopin de Polonia y el arzobispo de Varsovia, el cardenal Kazimierz Nycz.
Para entender esa oposición vale la pena considerar qué significa Chopin para su país natal.
El compositor se fue de Varsovia cuando tenía 20 años y nunca regresó. A lo largo de su vida, Polonia no existió: fue tragada por Rusia, Prusia y Austria en 1795, y sólo se volvió a materializar como país independiente 123 años más tarde.
El patriotismo de Chopin encontró su expresión en su música, y para los polacos llegó a simbolizar el nacionalismo polaco. Su último deseo fue que su corazón fuera removido antes de que lo enterraran en el cementerio de París Pere Lachaise, y que su hermana lo entrara clandestinamente a través de la frontera custodiada por guardas rusos a Polonia.
Muchos años más tarde, en septiembre de 1939, el pianista Wladyslaw Szpilman estaba en medio de una transmisión en vivo de un nocturno de Chopin cuando las bombas alemanas cayeron sobre la estación de radio y lo obligaron a suspender el concierto. Cuando retornó a Radio Varsovia en 1945, tras sobrevivir la destrucción de la ciudad y el Holocausto, empezó a tocar el mismo nocturno, una historia inmortalizada en la película de Roman Polanski “El pianista”.
Inmiscuirse con el corazón de un hombre tan ligado a las batallas de Polonia sería, para muchos polacos, un sacrilegio.
“La sensación sería de profanación”, explica Rose Cholmondeley, presidente de la Sociedad Chopin con sede en Londres. “Es como una reliquia religiosa, y un análisis de ADN deja un sabor de mal gusto”.
¿Será o no será?
Pero Cholmondeley piensa que hay otra razón por la cual un examen de ADN podría hacer que algunos se sintieran incómodos.
“No es absolutamente seguro que sea el corazón de Chopin”, dice.
La leyenda reza que un soldado alemán sacó el corazón del pilar de la iglesia durante la guerra, antes de que tanto la iglesia como el pilar fueran destruidos. Se dice que pasó por una variedad de manos antes de que retornara a las del cardenal polaco.
En un extraño desvío, uno de los hombres que supuestamente custodiaron el corazón y lo salvaron de ser destruido es el mismo que llevó a cabo tal destrucción -el general de la SS Erich von dem Bach-Zelewki, comandante de las fuerzas alemanas que brutalmente acabaron con el Levantamiento de Varsovia en el verano de 1944.
Sin embargo, como dice Cholmondeley, es difícil saber cuánto de eso es verdad, y existe la posibilidad de que el corazón que se puso en el pilar de la iglesia en octubre de 1945, en medio de la celebración patriótica en las ruinas de la devastada ciudad, no es el de Chopin.
El profesor Dobosz discrepa. La inspección de abril, desde su punto de vista, despejó cualquier duda.
“La condición, la apariencia del preservativo, el tipo de hilo usado para coser el corazón tras la disección en París, el tipo de frasco... todo, en nuestra opinión, es de esa era”, declaró durante la conferencia de prensa.
El frasco fue sellado de nuevo en el pilar de la iglesia, con la recomendación que fuera dejado ahí hasta 2064.
Al final...
El diagnóstico de TB podría considerarse como inevitable en el caso de Chopin.
Era un personaje profundamente romántico. La conmovedora pasión y emoción de su música llevó a su contemporáneo alemán Robert Schumann a describirla como “cañones ocultos bajo las flores”.
Y la apariencia de Chopin -delgado, pequeño, muy pálido- corresponde al estereotipo del típico romántico.
“Chopin tose con una gracia infinita”, escribió su amante, la novelista George Sand.
El profesor Clark Lawlor de la Universidad de Northumbria, en Reino Unido, publicó un libro sobre la manera en la que se retrata la tuberculosis en la literatura. En la primera parte del siglo XIX, se elogiaba como la forma de morir de un artista, señala. Si hay una enfermedad mortal que pueda alguna vez considerarse atractiva, tiene que ser TB.
“Es la idea romántica de la tuberculosis como una enfermedad glamorosa de los bellos y los genios. ¿Cómo puede una enfermedad estar de moda o ser romántica? Inexplicable, pero tuvo esa posición paradójica en el siglo XIX”, dice Lawlor.
Es tentador dejar que se borre la línea entre la realidad y la ficción en el caso de la muerte de Chopin. No obstante, la explicación original sobre lo que lo mató puede seguir siendo la más creíble.
“TB era la causa más común de muerte en Europa y América del Norte. Era un asesino arrasador. En términos estadísticos, murió de TB no de fibrosis quística”, declara Lucas.
Aunque concuerda con que Chopin efectivamente mostraba algunas de las características de alguien que padece de fibrosis quística o diabetes alfa-1 antitripsina, señala que éstas también pueden indicar TB.
Además duda que examinar los tejidos ahora podría probar definitivamente qué mató a Chopin, y por esa razón su corazón -asumiendo que lo sea- debe descansar en paz.
Al final, nadie será entonces capaz de determinar qué mató a Frederic Chopin.
Pero la Iglesia de la Santa Cruz en Varsovia continuará siendo un lugar de peregrinaje para los devotos de Chopin, que acuden convencidos de que ahí descansa el más grande de todos los patriotas polacos.