Dicen que tocaba siguiendo el ritmo de las tres siluetas que se movían adelante. Que había demasiada bulla en el escenario. Que los gritos de la platea femenina hacían inaudible las voces y las guitarras de Lennon, Harrison y McCartney. Razón por la cual el baterista habría desarrollado una técnica de emergencia en cuya virtud sincronizaba sus golpes con el contoneo de las tres grupas delanteras. Rumor que, a todas luces, constituía una torpe maniobra para burlarse, otra vez, del más carismático de los pelucones, cuyo talento percusivo obedecía más a una maestría depurada que a cualquier mecánica nalgar.
Y es que la imagen del señor Richard Henry Parkin Starkey (Liverpool, 7 de julio de 1940) mutaría histriónicamente cuando se rebautizó ‘Ringo’ porque amaba los anillos y ‘Starr’ porque ese era un nombre de perro. Sus apariciones en la televisión norteamericana —Thank You Lucky Stars, The Ed Sullivan Show— fueron tan graciosas que hasta le compusieron canciones –”I Want to Kiss Ringo Goodbye” de Penny Valentine y “Ringo for President” de Rolf Harris—. Y luego toda la memorabilia beatle empezaba con “I love Ringo”.
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Pero terminaría apoderándose del parnaso cuando la crítica cinematográfica quedó fascinada por sus parlamentos inconexos y súbitos silencios en “A Hard Day’s Night” (1963). Mientras la crítica más sesuda lo llamaba “el Ciudadano Kane de los jukebox musicales” y encontraba “una interpretación chaplinesca, una nueva gramática” en las apariciones de Ringo, él los pulverizó con honestidad brutal: “Sencillamente era incapaz de articular una frase completa porque estuve embriagándome la noche anterior”. Y cuando volvió a brillar en “Help!” (1965), dijo que eso se debía a que llegaba más temprano al set.
‘TEMPO’ DE VIDA
“Ringo no fue el mejor baterista de la historia; de hecho, ni siquiera fue el mejor baterista de los Beatles”. Todo el mundo pensó que el dicterio era de Lennon, pero se trataba de otro dardo anónimo contra Ringo. Lo que sí había dicho el marido de Yoko fue que si bien técnicamente no era el mejor, influyó decisivamente en la evolución del grupo. Harrison opinó igual: “No se destacaba desde lo técnico, pero fue excelente. No entiendo por qué siempre se subestimó su capacidad”. McCartney, por su parte, acotó: “Con Ringo, recién desde el primer show en The Cavern en 1962 fuimos una verdadera banda”.
Nótese que ninguno destaca su técnica. Tampoco Dave Grohl, el ex baterista de Nirvana, que cuando Starr es incorporado al Salón de la Fama del Rock (2015) dice: “¿Cómo definir al mejor baterista del mundo? ¿Al que es técnicamente impecable o a quien atraviesa la canción con el corazón y los sentimientos? Ringo es el rey del sentimiento y del corazón”. Y entonces uno ya no sabe si esa carrera irregular de 19 discos en solitario y 8 con su All-Starr Band pesa menos que su afinidad natural por la comedia y su incursión en el celuloide bajo el guiado de Peter Sellers, su gran amigo.
En cualquier caso, Ringo Starr fue el primero en subir su batería a lo más alto del podio. Dicen que para bajar el tono lo amortiguaba con materiales envolventes y sembrando estratégicamente micrófonos en el tambor. Que su ‘tempo’ de 126 golpes por minuto es tan perfecto como un metrónomo electrónico moderno. Que con idéntica calidad enfrenta los tiempos singulares. Zurdo tocando un kit fabricado para diestros, no en vano fue llamado por sus tres colegas cuando detonaron a la banda emblema y cada quien empezó a lanzar sus discos solistas.
Lo cierto es que en medio de la agresividad verbal de Lennon, los arrebatos de McCartney y las ironías de Harrison, el humor gestual e inocente de Ringo fue el ancla del grupo hasta que todo se hizo insostenible. Alegre, sencillo, desintoxicado de alcohol y con un feliz segundo matrimonio, Lima lo vio el 2013. En 2020, para celebrar su vida, celebró un festival virtual con figuras estelares como Paul McCartney. Cronológicamente será el más viejo de los Beatles, pero a la luz de los hechos todo indica que está atravesando los primeros 81 años de su vida.
CON BOMBOS Y PLATILLOS - Bateristas históricos de allá y de acá
Por incorporar técnicas de jazz y funk y alterar el tresillo en sus compases, John Bonham (1948 - 1980), baterista de Led Zeppelin, es considerado por Rolling Stone el mejor baterista de todos los tiempos. Murió a los 32 años. Extrovertido, ambidextro y vertiginoso en sus alternancias entre tambor, bombo y platillo, Keith Moon (1946 – 1978) fue baterista de The Who y murió por sobredosis de sedantes. Ginger Baker (1939 – 2019) mezclaba el jazz con la música étnica, pero sus solos de doble bombo fueron su marca registrada. Empero, serán Stewart Copeland, Charlie Watts y Phil Collins los más famosos del pop.
Y entre los nacionales, resulta indiscutible que Alex Acuña, a sus venerables 76 años de edad, es nuestro baterista de bandera. Con asombrosa versatilidad, el oriundo de Pativilca ha expuesto su talento con Pérez Prado, John Coltrane, Weather Report, Chic Corea, Paco de Lucía, Miles Davis, Celia Cruz, Tina Turner, U2, Paul McCartney, Joni Mitchel e, inclusive, con la Sinfónica de Londres. Por su importancia en la gestación del rock peruano, los desaparecidos Pancho Guevara (Los Saicos) y Guillermo Thorne (Traffic Sound) deben estar también en el panteón de los históricos nacionales.
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