Si uno se detiene a observar el firmamento en búsqueda de las estrellas de la música clásica, se encontrará rápidamente con Alondra de la Parra, Gustavo Dudamel o Pablo Heras-Casado, directores de orquesta cuya luz se intensifica cada vez más. Encima de ellos se ubican Daniel Barenboim, Simon Rattle y John Eliot Gardiner, cuya luz se mantiene fuerte y se sostiene sin inconvenientes.
Habría que elevar un poco más la mirada para toparse con los maestros de los maestros, quizás aquellos cuya brillantez se trastoca por la edad, pero que mantienen la posición de privilegio gracias a su trayectoria y valentía. Allí está Zubin Mehta.
Si llegar ahí ya supone un camino empedrado, la situación se complejiza cuando, como es el caso de Mehta, se nace en Bombay –una sociedad que, como tantas, no ve en la música una forma de vida, según propia confesión– y hay que enfrentar los bemoles de tener un pasaporte indio. De alguna u otra forma, es preciso comprender que no basta ser un músico extraordinario, sino que se necesita algo más. Mehta (29 de abril de 1936) se dio cuenta de ello y se ganó el sitial a pulso. Decisiones como rechazar ser el reemplazo de Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Nueva York (puesto que más adelante aceptaría) lo convirtieron en un ‘rock star’.
—Romper el tabú—Pero a Mehta se le recuerda más porque fue él quien se atrevió a romper una regla tácita en Israel, país en el que la música de Richard Wagner es tabú. En 1981, en Tel Aviv, tras 35 años de que las composiciones del músico austríaco (el preferido de Hitler) fueran relegadas al ostracismo, Mehta hizo que la Orquesta Filarmónica de Israel tocara un extracto de la ópera “Tristán e Isolda”. Los gritos e insultos llenaron el auditorio Manna.
“Wagner sigue siendo un problema emocional en Israel. Conducen Volkswagen y Mercedes, pero la música los hace volver al horror”, reconoció años después al diario “El País”. Más adelante, afirmaría que no volvería a tocar Wagner en ese país “hasta que la gente que lleva sus números marcados en los brazos haya desaparecido”.
Aunque la polémica acción no le trajo mayores consecuencias, Mehta no podrá conseguir ese objetivo. El año pasado, el maestro decidió retirarse en sus términos: al cumplir 50 años al frente de la Orquesta Filarmónica de Israel. Desde entonces, ha recorrido el mundo en su gira de despedida y ya es el turno de Lima. El público nacional se podrá despedir del director de 83 años este lunes 22 en el Gran Teatro Nacional, un escenario digno de su envergadura.
Más informaciónLugar: Gran Teatro Nacional. Dirección: Av. Javier Prado Este 2225, San Borja. Día y hora: lunes 22 de julio, 8 p.m. Entradas: Teleticket.