Hoy es un poco difícil imaginarse un mundo sin videojuegos. De hecho, algunos los consideran el pasatiempo ideal para pasar la larga cuarentena, aquí y en muchos lugares del mundo. Y es que si hoy hay cuarentones que nos sentamos a tomar el mando y disfrutar las aventuras que se nos proponen desde una pantalla es, en gran parte, gracias a “Pac-Man”, un juego venido de un tiempo en el que los cuarentones, por el contrario, evitaban que sus hijos pasen muchas horas pegados a los arcade, las grandes máquinas en las que empezaron a jugarse –que podíamos ver en lugares como el célebre Bam Bam de Miraflores y que se lucieron en la más reciente temporada de “Stranger Things”-. Aquel mayo de 1980 en el que se inicia esta historia, la tecnología no nos daba imágenes en alta resolución, ni tenía procesadores de ocho núcleos, gigas de memoria, mandos Dual Shock inalámbricos o la posibilidad de compartir el juego en redes sociales. De hecho, en aquel entonces, todo lo mencionado no era más que ciencia ficción, un universo que quizás solo imaginaba posible el creador de “Pac-Man”, Tōru Iwatani, que tenía solo 25 años, más de la edad promedio de los muchachos que, poco más tarde, pasarían largas jornadas haciendo que esa esfera amarilla comiera todo lo que debía comer –curiosamente, en España se le llamó “Comecocos”- y escapara con éxito de la persecución de los coloridos fantasmas que trataban de atraparla dentro de un laberinto de bordes azules.
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La compañía responsable era la japonesa Namco. Midway fue la empresa americana que adquirió los derechos para su distribución en Estados Unidos. Los juegos de la vida, muchas veces, son más pícaros que los inventados: 38 años antes, en junio de 1942, ambos países se vieron envueltos en uno de los más decisivos combates aéreos de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en el Pacífico Sur: la batalla de Midway. En aquellos años, lo más cercano a un videojuego que podían ver ambos ejércitos eran sus pantallas de radar.
Aunque las tensiones entre ambos países habían terminado mucho antes, de algún modo el pacto entre Namco y Midway inició una nueva etapa de las relaciones entre Japón y Estados Unidos, y entre los videojuegos y el mundo. Muchos pelearían sus siguientes batallas únicamente frente a una pantalla. Pong apareció en 1972; Breakout en 1976 y Space Invaders en 1978. Todos fueron éxitos también en los Estados Unidos y el resto de América y Europa, pero ninguno seguiría tan vigente hasta hoy como “Pac-Man”.
En el juego de la vida
¿En qué se inspiró Tōru Iwatani para la creación de su personaje más icónico? ¿Realmente fue en una pizza a la que le faltaba un pedazo, como cuenta la leyenda? “El nombre de ‘Pac-Man’ viene del ruido “paku paku” que hacemos al comer. Esa es la palabra que utilizamos cuando un niño come golosinas y mastica. Suena así”, contó hace unos años su creador. Esa onomatopeya original cambió a Puck, que luego fue Puck Man y, ya en América, se transformó a Pac, que era como sonaba la pronunciación de Puck. Esto, para evitar bromas y confusiones con la poco amable expresión coloquial norteamericana “fuck”.
“Cuando trabajaba en “Pac-Man” quería cambiar la imagen de los videojuegos que había en aquel entonces. Estos siempre se asociaban a salones oscuros llenos de hombres, y quería incorporar un juego que también les guste a las mujeres”, recordó Iwatani. Entonces, se preguntó “¿Qué les gusta a las mujeres?” Pensó en la moda o el romance, pero no se le ocurría ningún juego con esos elementos. Entonces, pensó en dulces, que en Japón suelen comerse después del almuerzo casi por costumbre. “Decimos que tenemos un segundo estómago para los postres. Así que se me ocurrió aplicar al videojuego este concepto de comer. Mientras trabajaba en su desarrollo, a la hora del almuerzo pedí una pizza entera. Corté un pedazo y, cuando me lo estaba comiendo, pude ver que quedó dibujada una forma en la pizza que quedaba. Inmediatamente pensé “Eso es”. Era ‘Pac-Man’”. El personaje, sin embargo, no podía funcionar solo. Blinky, Pinky, Inky y Pokey, los fantasmas que lo persiguen hasta que come una de las pastillas “mágicas” que están en las esquinas y que le dan el poder a él de comérselos, revirtiendo la historia por breves segundos, fueron el complemento ideal. El 2015, con motivo del 35 aniversario del juego, Iwatani reveló los bocetos de los personajes en papel cuadriculado que había dibujado con sus propias manos. Ese trabajo, artesanal para lo que es hoy el mundo de los videojuegos, cambió su historia por completo.
“No era un juego espectacular, no tenía grandes momentos de acción, y por eso pensaba que en Estados Unidos o en Europa no tendría mucho éxito. Pero empezaron a venderlo en esos países y el resultado fue impresionante: vendió más de 400 mil unidades y alcanzó el record Guinness como el juego más vendido”, ha contado su creador. Así, superó las 360 mil de Space Invaders e, incluso, a juegos posteriores, como Donkey Kong (creado en 1981), con 132 mil; o Street Fighter II, lanzado en 1991, que vendió 200 mil.
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La evolución al mando
Los videojuegos han ido evolucionando de acuerdo a las nuevas tecnologías, paralelamente a otros cambios que estas han traído al mundo. Hace 40 años, la gráfica de “Pac-Man” era casi plana, en 2D, pero hoy se le ha otorgado una nueva dimensión, en 3D. Además, ya está conectado a la red: gracias a los smartphones puede jugarse en cualquier lugar y en cualquier momento.
“Para mí, el objetivo principal del desarrollo de videojuegos es conseguir que lleguen a todo el mundo –ha dicho Iwatani- No se trata del contenido del videojuego en sí, si no de conseguir un formato que sea accesible para todos”. Hoy, además de la docencia, se dedica al desarrollo de prototipos de juegos para las personas con discapacidad visual y para aquellos que viven en lugares sin electricidad. “Quiero que la gente juegue donde antes no se podía. Que salgan de la pantalla para cumplir una función social”.
A pesar de que algunos, probablemente, no sabían hasta hoy quién es Tōru Iwatani, el mundo tuvo la oportunidad de conocerlo el 2015, cuando a propósito del 35 aniversario del juego, fue lanzada la película “Pixels”, con “Pac-Man” como protagonista. Allí, su creador tuvo un pequeño papel como mecánico. Otro actor, el canadiense Denis Akiyama, interpretó al profesor Iwatani en una graciosísima escena en la que intenta calmar a su creación, que ha decidido devorarse al mundo a su paso.
Ya en 1982, “Pac-Man” había llegado a la televisión gracias a una serie animada producida por Hanna-Barbera. Fue la primera basada en un juego de consola. No es extraño, considerando que fue el primer juego de Arcade que tuvo como protagonista a un personaje definido. Tuvo un máximo de 255 pantallas o niveles jugables. De acabarlo, el puntaje perfecto que se lograría sería de 3 millones 333 mil 360 puntos en el score total. El célebre -aunque polémico- gamer Billy Mitchell lo conseguiría en 1999.
En estos cuarenta años, además de los arcade y el Atari, han pasado por las manos de los gamers Nintendo, MaxPlay, Sega, Xbox, Wii o las sagas Super Nintendo y Play Station, cada uno con títulos emblemáticos, desde “Súper Mario Bros”, pasando por “Street Fighter”, “Tekken”, “Nascar”, hasta llegar a “Dota 2”, “Grand Theft Auto”, “Fortnite” o “PES”. Antes, eran solo un pasatiempo que algunos solían llamar “vicio”. Hoy, muchos matches o versus se transmiten en vivo y los jugadores pueden ganar importantes sumas de dinero al participar en competencias de altísimo nivel.
Pero todo comenzó hace 40 años, cuando un hambriento círculo amarillo llegó a este mundo para comer fantasmas y democratizar los juegos.
El fenómeno en Lima
Aunque las primeras referencias a un “Pinball” en la capital nos llevan a un local del mismo nombre abierto a fines de los años 70, en la calle Lima, ubicada al lado del parque Kennedy, en Miraflores, que fue la sensación de los jóvenes que frecuentaban la zona, la proliferación de ese tipo de locales en la ciudad fue más notoria hacia mediados de los años 80. El nombre “Pinball” se lo asignó la cultura popular, como referencia a las antiguas maquinitas que, gracias al depósito de una moneda, otorgaban a los jugadores buenos momentos de solaz. En realidad, se le empezó a llamar “Pinball” a todo lugar con máquinas arcade, esos grandes armatostes que tenían, en promedio, metro y medio de alto, en los que podías convertirte en campeón de los diferentes juegos de moda, con Pac-Man como gran protagonista.
En todo Lima podían encontrarse estos centros de diversión. Fueron muy conocidos y frecuentados los ubicados en la avenida Wilson, las plazas Bolognesi o Grau, el centro comercial Camino Real, frente al parque de Barranco o en el parque Universitario. Pero entre todos ellos, hubo un local que se convirtió en protagonista: el Bam Bam -antes, Big Bang-, ubicado al lado del óvalo de Miraflores. Aquí llegaban los arcade más jugados en el mundo en aquel momento, generando casuales torneos y sanas rivalidades entre los chicos que lo frecuentaban.
La difícil situación de aquellos años en muchos distritos de Lima hizo que jóvenes de toda la ciudad llegaran hasta allí para enfrentarse no solo en “Pac-Man” o “Dig Dug”, buscando batir records de puntuación, sino en fervorosos combates de “Golden Axe”, “Street Fighter”, “Mortal Kombat” o “Tekken”, o en duelos sobre las pistas de Nascar, iniciados gracias a los entonces modernos simuladores, con asientos, timón y frenos, que difícilmente podían encontrarse en otros lugares similares de Lima. Su reino duró cerca de 20 años, entre inicios de los 80 hasta inicios del siglo XXI, cuando los pequeños garajes o tiendas que alquilaban consolas de Súper Nintendo o Play Station 1 ya habían ganado amplio espacio en el mercado de videojuegos: tu permanencia frente al juego ya no duraba todo lo que pudieras estirar tu ficha o tu “vida” –que solía ser casi lo mismo-, sino las horas que alquilaras el equipo. A pesar de esos años duros, en los que varios negocios del rubro tuvieron que cerrar sus puertas –el Bam Bam lo hizo en el 2004-, algunos “Pinballs” sobreviven aún en diversos lugares de Lima, como el Jirón de la Unión, Jirón Puno, la avenida Emancipación o el Centro Comercial Arenales. Aunque estos son tiempos difíciles para todos, muchos volverán allí cuando llegue el final de la cuarentena. Con todas las precauciones de salubridad, Pac-Man los seguirá esperando.
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