Se fue a Río de Janeiro esperando entregarse al sol de sus famosas playas. Se trataba de unas vacaciones de ensueño, en cuyos planes no cabía otra posibilidad que un cielo prístino. Sin embargo, los que recibieron a Osvaldo Cattone en la ciudad del carnaval fueron la lluvia y el frío. El actor cambió de planes: el calor lo encontraría en las dispersas salas de teatro de la ciudad. Después de algunas obras prescindibles, se topó con “El té de las 5”, una comedia negra de una dramaturga local.
“No entendía un carajo”, me confiesa Cattone. “El portugués parece fácil de leer, pero al escucharlo en el teatro, es más difícil que el chino mandarín”, recuerda el actor. Y sin embargo, había algo que lo deslumbraba. En medio de su disfuncional familia, notaba algo raro en el personaje de la abuela. Solo un momento después advirtió que se trataba de un hombre. No era una 'drag queen' ni nada parecido. Era un actor encarnando a una abuela castradora y caprichosa, pero también vulnerable.
Tuvo la suerte de que una mujer lo reconoció. ¡Había visto la telenovela “Nino” doblada al portugués hace 40 años! “Yo lo conozco a usted”, le dijo a Cattone. Él la invitó a comer y ella le contó el íntegro de la trama en portuñol.
Pero antes, el director visitó los camarines del teatro para felicitar al actor. Intentó explicarle lo tocado que se había sentido por la obra, y él, ya sin la peluca, le facilitó el teléfono de la autora: Regiana Antonini. Se trataba de una prestigiosa escritora carioca, responsable de guiones para telenovelas y filmes.
Se pusieron en contacto. Tras una conversación en un café de Río, a la autora le encantó la idea de llevar la obra al Perú. Eso sí, ella exigía que el papel de la abuela Rosa, la matriarca del clan, siempre fuera interpretado por un hombre. “¿Por qué no lo hace usted?”, le preguntó.
EN LOS ZAPATOS DE ROSATerminado el ensayo, Osvaldo Cattone se ha levantado de la silla de ruedas, se ha quitado la peluca y sus divertidos anteojos redondos. Ha vuelto a ser él. Es la primera vez que interpreta a una mujer, aunque la idea, al inicio, no lo entusiasmaba. Cuando Antonini se lo propuso, le dijo que quizás al público del Teatro Marsano no le gustaría. “Aun siendo un hombre mayor, tengo un aura de galán maduro”, me explica. “Inténtelo”, le animó ella.
En una carta que Antonini le envió luego al director, le explicó las razones por las cuales el personaje de la abuela debía ser encarnado por él: “La energía masculina es casi imposible de transcribir. Es un sentimiento. Si pensamos que un hombre o una mujer de 85 años son unisex, es en su carácter que concebía una fuerza, un vigor y una determinación que quedaba más clara en un color varonil que en uno femenino –escribe–. Porque lo que yo intuía en el actor que abordara el personaje era la natural arrogancia y determinación de un hombre que, en determinado momento, puede revertir su género”.
Y lo convenció.
— ¿Qué tan diferentes son las energías masculinas y las femeninas en escena?
Yo creo que un hombre a los 84 años, como yo, a pesar de sentirme aún seductor, se vuelve unisex. Nadie puede desear a una mujer o a un hombre de esta edad, salvo tengas una buena billetera. No se trata de un problema de impotencia, simplemente ya no tienes ganas. Yo ya no pienso en el sexo. Ya no me hago ilusiones. Me duermo pensando en una obra o leyendo un buen libro. Me parece maravilloso que Mario Vargas Llosa aún tenga ganas de empezar un romance a su edad, y con una mujer increíble. Pero no los imagino haciendo el amor. Los pienso yendo al cine. No pienso que la cosa pase por la libido.
— Pero hay muchos ejemplos de hombres que se mantuvieron activos sexualmente hasta la muerte...
Claro, Chaplin tuvo un hijo a los 81 años. Pero no es algo normal. El sexo ya no es la esencia de una relación.
— Hablemos de tu papel como la abuela Rosa. Es la primera vez que encarnas un personaje femenino...
¡La primera vez! Y también la primera vez que me pongo una peluca, salvo una ocasión hace más de 40 años, en el teatro San Martín de Buenos Aires, cuando hice “Las alegres comadres de Windsor”, de Shakespeare. Usaba una peluca rubia parecida a la de los mosqueteros.
— ¿Cómo te sientes rodeado por actrices tan amigas tuyas? ¿Te engríen de una manera especial?
Nunca había trabajado con Martha Figueroa, que tiene una presencia tan distinguida, ni con la señora Velásquez, tan capa en un papel más bien pequeño. Pero sí con Sonia [Oquendo] y con Claudia [Dammert]. Te diré que no soy muy afectivo en el trabajo. No me gusta adular mucho ni que me adulen. ¡Estamos trabajando!
— La obra empieza de una forma muy teatral, pero luego se convierte en una especie de parodia. Nos muestra que la vida, aunque no lo advirtamos, puede volverse en un verdadero melodrama.
Yo soy un hombre fuerte, y aunque me hayan pasado cosas terribles, como la muerte de mi padre, de mi madre o de mi único hermano, me sacudo como un perro que sale del agua y sigo adelante. Todo lo llevo dentro. Soy una persona extrovertida que sigue peleando. Tengo un instinto de supervivencia muy fuerte. Por eso mi vida no es una telenovela, no me lo permito, no me victimizo. Soy un luchador y moriré como tal. Sé que la vida se me acaba, que podré vivir dos o cinco años, pero no 20 años más. ¿Y cómo va a ser? [Osvaldo hace una pausa. Se ha emocionado]. Pienso cómo va a ser la muerte para un hombre solo, para una persona que no tiene hijos ni familia. Por eso no me permito aflojar. Si aflojo, me caigo.
— La abuela Rosa es especialmente cruel insultando a sus hijas, provocándolas al decirles la verdad sin anestesia...
Tiene que ver con lo perversas que son las mujeres en el melodrama. En la vida, la gente es mala, pero de otra manera.
— Lo normal es que las obras parodien el melodrama mostrando lo falso del género. Curiosamente, “El té de las 5”, más bien, reivindica el parecido de la vida y las telenovelas.
Yo creo que la vida es así. Las cosas que ocurren en “Los ricos también lloran” existen.
— ¿Por qué crees que el público ve una telenovela?
Para ver cómo les pasan a otros las cosas terribles que felizmente no le han pasado a uno. Te digo algo: una cosa que me gusta mucho de esta obra es que te cuenta la historia en dos planos, el de la seriedad y el del humor negro. En Río, la gente se emocionaba, escuchaba con interés y se reía mucho también.
—¿Cuánto investigaron para este montaje sobre las relaciones entre madres e hijas?
Es un tema complejo. Hay varias madres aquí. Con hijas mujeres. Cada una mantiene relaciones diferentes. Unas plácidas, otras más tensas. Lo que investigamos para la obra son las hijas que Antonini construye en la obra. La locura de la mujer que se cree Carmen Miranda, una loca del tarot, o la gorda que no puede dejar de comer, o la amargada directora de colegio lesbiana. Lo analizamos desde ese punto de vista, trabajando con personajes definidos. El único problema de la obra soy yo.
— ¿Cómo así?
Aún no tengo el personaje definido. Sé que lo voy a sacar, pero al dirigir y actuar, una cosa es hacer de Cattone y otra cosa es interpretar a esta mujer que no tiene nada que ver contigo. Todavía estoy dibujando al personaje. En mi caso, el público me va a indicar el camino. Eso decía Lola Vilar: “El público me hace más payasa o menos”.
EL DATOEl 2017 será muy especial para Osvaldo Cattone. Después de años saldrá del teatro Marsano para actuar bajo la dirección de Juan Carlos Fisher, en la obra “El padre” de Florian Zeller. La obra aborda el tema de la enfermedad de Alzheimer, vista desde los ojos del enfermo.
El estreno de la obra está programado para mayo en el teatro La Plaza. Acompañan al actor argentino Rómulo Assereto, Pietro Sibille, Wendy Vásquez y Katia Condos.
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FICHADirector: Osvaldo Cattone.
Autora: Regiana Antonini.
Elenco: Osvaldo Cattone, Martha Figueroa, Claudia Dammert, Gabriela Velásquez, Mónica Torres, Marisol Aguirre, Sonia Oquendo, Gina Yangali y Michiko Solis.
Temporada: Del 5 de enero al 2 de abril.
Lugar: Teatro Marsano (Gral. Suárez 409, Miraflores). De miércoles a domingo, 8 p.m. Entradas: S/80 y S/35 (miércoles 2 x 1) en Teleticket.
QUIÉN ES REGIANA ANTONININacida en Belo Horizonte en 1962, Regiana Antonini inició su carrera en Río de Janeiro. Con una trayectoria de éxito, trabajó como actriz, directora, dramaturga, profesora, escritora y editora.
Fue parte del equipo de guionistas de la serie “Zorra total” de TV Globo. También dirige el grupo de teatro “Cia. da boca de Cena”, con 17 jóvenes actores. Con esta compañía presentó recientemente la obra “Claríssima”, inspirada en una novela de Clarice Lispector.
En 20 años como dramaturga ha escrito 48 obras, entre ellas “Baño femenino”, “Soltera, casada, viuda, divorciada”, “Las mujeres que comen bien”, entre otras. En la televisión, además de “Zorra total”, es responsable de las telenovelas “Luna llena de amor”, “Salsa y merengue” y “Pecado capital”.