Cuando su destino ya parecía trazado una tendinitis en el brazo izquierdo la obligó a dejar el sueño de convertirse en una pianista consagrada. Sin embargo, el amor que Denisse Dibós sentía por la música la llevó a explorar caminos que hasta entonces no había imaginado. Era 1995 y ella acaba de regresar a Lima. Consciente del problema que le impedía tocar el piano volvió como profesora a su alma mater, el colegio Santa Úrsula. Fue allí, mientras dirigía el coro de la escuela, donde encontró su verdadera vocación. “Nuestro coro era clásico y yo veía que las chicas estaban algo desmotivadas así que les propuse hacer un musical. Era algo básico, una recopilación de musicales de Disney. Ese fue el germen que dio origen a Preludio”. La exitosa experiencia la llevó a trabajar al lado de Horacio Paredes como asistente de producción de “Pantaleón y las visitadoras”. En 1997 “La novicia rebelde” se convirtió en el primer musical con Preludio, la asociación cultural que fundó junto a su hermana Rina.
Desde entonces y casi sin darse cuenta han pasado 25 años y 33 montajes, entre obras de teatro y musicales, de los que han surgido y se han potenciado artistas de la talla de Marco Zunino, Gisela Ponce de León, Anahí de Cárdenas o Natalia Salas. “Al mirar atrás y ver lo logrado, la cantidad de talentos que hemos forjado y que ahora han formado su propia escuela, me hace feliz. Siento que, a pesar de haber trabajado siempre contra viento y marea, esta es mi verdadera misión”. En ese sentido y tras dos durísimos años para la industria cultural del Perú, el regreso a los escenarios con “Todos Vuelven: un musical para el reencuentro” cobra un nuevo significado.
—¿Quién ha sido su referente nacional para hacer musicales?
Mi referente número uno siempre fue Osvaldo Cattone. Iba desde pequeña al Marsano y me quedaba fascinada con sus musicales. En esa época él hacia sus propias versiones de las obras que se hacían en Broadway. Por ejemplo, al de “La novicia rebelde” le llamó “Aleluya, Aleluya”. Yo bailaba de chica, me gustaba la actuación y tocaba piano, pero decidí irme a estudiar música fuera del país. A mi regreso, porque mi idea siempre fue volver al país y aportar algo, tuve un problema que me impidió hacer conciertos de piano. Entonces decidí hacer algo que esté ligado a la música que tanto amo. En ese momento Cattone ya había dejado los musicales de lado, lo busqué a él y al productor Horacio Paredes y ellos me dijeron “te estás metiendo en una locura, pero nosotros te apoyamos”. Y así fue como formé Preludio en 1997, con la ayuda de Rina, mi hermana mayor.
"Hemos encontrado nuestro propio lenguaje. El camino lo empezamos con “Déjame que te cuente. El musical de Chabuca”, y ahora lo estamos consolidando. Utilizamos las herramientas que nos ha dado Broadway para incorporar lo peruano, lo nuestro".
—El problema que tuviste en el brazo izquierdo cambió el rumbo de tu vida.
A ver, yo me fui a estudiar música al extranjero a los 18. A pesar de ser joven tenía las cosas bien claras, me decía si me dedico solo al baile voy a tener un tope de edad, hasta los 40 más o menos. La actuación era algo que lo podía hacer en cualquier momento, pero hacer música es más complejo, más académico. Por eso es que me fui a estudiar fuera, mi instrumento era el piano. Ya había dado recitales, incluso hice uno en Lima en el Icpna de Miraflores. Me tomó ocho años estudiar todo lo relacionado a ella. Y cuando ya iba a ser mi doctorado me surge este problema en el brazo. Tuve una tendinitis muy fuerte, que empezó con el síndrome carpiano, que es en la muñeca, y no me permitió volver a tocar el piano como antes. Hasta el día de hoy, mi mano izquierda nunca fue la misma. Ahora si toco debo descansar a cada momento. Pero como dice el dicho dios sabe por qué hace las cosas y así es cómo encontré mi verdadero camino.
—¿Cuándo vuelves a Lima?
En 1995 e inmediatamente me metí a trabajar al colegio Santa Úrsula al que le debo todo mi interés y amor por el arte. Trabajé un año entero dando clases de música. Allí fue que vi que los gustos de los chicas iban cambiando. Nosotros teníamos un coro clásico, las veía algo desmotivadas así que les propuse hacer un musical. Y ahí sí yo fui bien mandada, escribí un musical fácil, básico, que era una recopilación de varios musicales de Disney y lo llamé “Sueños de una noche de Disney”. Fueron cinco de este tipo porque había 500 alumnas que querían participar. Así que dividí los días de la semana en grupos de 100 y esas 100 las repartía de 30 en 30 en diferente horarios del día. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que yo tenía esa vocación, ese don para producir. De tanto ver los musicales de Cattone y Horacio había aprendido muchísimo.
—¿Organizaste todo tú sola?
Sí, empecé a preguntar a las alumnas donde trabajaban sus padres para contactarlos y pedirles algún tipo de auspicio para el musical donde iban a participar sus hijas. Ese fue el germen que dio origen a Preludio. El musical se presentó un fin de semana, viernes sábado y domingo y me acuerdo de que la cola para entrar daba la vuelta a la manzana del colegio. Recuerdo también que Horacio Paredes fue a ver el show y me preguntó quién había conseguido las luces, el vestuario, la escenografía. “¿De dónde has sacado la plata?”, me preguntaba. Fue una experiencia hermosa. Allí nace la idea de hacer “La novicia rebelde” y allí participaron todas las niñas del Santa Úrsula. Pero antes, cuando salí del colegio, Horacio me llamó a trabajar con él. En 1996 fue su asistente de producción e hicimos “Pantaleón y las visitadoras” en el teatro Montecarlo. Después de esa experiencia es que yo supe que esto era lo que quería hacer toda mi vida.
Los frutos del sacrificio
—En retrospectiva, ¿Cómo calificas estos 25 años al frente de Preludio?
Todo este tiempo hemos trabajado sin parar y siempre contra viento y marea. Eso me hace feliz porque miro atrás y veo lo que hemos logrado, la cantidad de artistas y talentos que hemos forjado y que ahora son ellos a su vez los que han formado su propia escuela. Así van generando su propio espacio cultural y producciones. Por eso me digo a mí misma que el sacrificio valió la pena. Haber tenido a actores como Marco Zunino, que ha hecho carrera en Broadway o a Gisela Ponce de León que empezó con nosotros de pequeña. A Anahí de Cárdenas, a Verónica Álvarez, a Miguel Álvarez, Natalia Salas, son muchísimos. Siento que esta es mi verdadera misión. Lo que nosotros estamos logrando es que se abran las ramas de un árbol. Es hermoso ver que los frutos que ha dado nuestra escuela den a su vez otros y así este árbol maravilloso y cultural crece, se descentraliza y va abriendo un abanico de posibilidades artísticas.
—Dentro del trabajo que implica hacer musicales casi en solitario en el Perú, ¿Cuál consideras que ha sido la labor más difícil?
Conseguir los auspicios ha sido mi mayor empresa personal. Considero que ha sido un gran logro poder mantener alianzas con las empresas que han apostado por nosotros. Por eso me siento agradecida, sin ellos no hubiésemos podido hacer esto. Ha habido años en que casi no hemos tenido apoyo, pero no hemos parado aunque muchas veces el presupuesto ha sido muy ajustado. Por eso también agradezco a los personas y profesionales apasionados por el arte que nos han acompañado.
—También al público que los sigue.
Sí, cuando empezamos con “La novicia rebelde” el éxito fue total. No hubo un asiento libre, porque el teatro musical regresaba luego de décadas y porque se presentaban niños y eso atraía a muchos. Debo decir que todos nuestros musicales han tenido gran concentración de público, pero claro se trata de temporadas de dos o tres meses y de cuatro veces por semana. No podemos hablar de un público masivo pero sí de uno que se ha ido formando.
—Después de lo logrado, ¿queda algún sueño por cumplir?
Siempre soñé con tener mi propio teatro, pero sé que no todo puede hacerse realidad. Haber apostado por este género para difundirlo fue mi objetivo principal. Yo espero, así como hizo Osvaldo, seguir hasta el último día de mi vida metida en el teatro. Es lo que quiero, te lo digo con mucho orgullo. Mientras preparábamos un video para reunir a todos los actores que nos han acompañado estos 25 años, desde “La novicia rebelde” hasta “Todos vuelven”, me he puesto a llorar porque recién viendo las imágenes me he dado cuenta de lo que hemos hecho. Yo siempre he ido como los caballos de carrera, con anteojeras, siempre para adelante y concentrada en mi camino, sin envidiar y aprendiendo. Ahora estoy empezando a dejar a las tablas, porque hay ser consciente del paso del tiempo. No voy a decir que esto sucederá ahorita, pero es una visión realista y será progresiva.
Regreso recargado
—“Todos vuelven”, la obra que celebra los 25 años de Preludio, ha experimentado una serie de cambios desde su estreno. ¿Qué es lo que ha pasado?
Cuando un musical arranca lo hace con un libreto que normalmente tiene unos tres años de preparación. Algunos se han demorado 10 años en construirse completamente, pero en ese tiempo se va mejorando, ajustando la trama. Eso ha pasado por ejemplo con “Hamilton”, un monstruo del teatro musical que ha roto todos los esquemas y batido récords. Con “Todos Vuelven” quisimos hacer algo así. En el 2019 tuvimos una primera entrega, el título no cambia pero el montaje va evolucionando. Hemos encontrado nuestro propio lenguaje. El camino lo empezamos con “Déjame que te cuente. El musical de Chabuca”, y ahora lo estamos consolidando. Queremos seguir en esa línea, pero utilizado las herramientas que nos han dado los musicales de Broadway e incorporarlo a lo peruano, a lo nuestro. Hemos querido reflejar todos los colores de nuestra patria. Dentro de todas las artistas completas que tenemos elegimos a Emilia Drago, Erika Villalobos y Miluska Eskenazi como representaciones de quiénes somos, de cómo vemos a nuestro país. Como artistas le estamos diciendo basta a quienes quieren seguir polarizando al país.
—¿Se han incluido escenas puntuales que reflejen la coyuntura actual?
Hemos cambiado el inicio y el final, sin dejar de transitar por las etapas históricas. No quiero adelantar mucho, pero hay escenas de la selva y la lucha por el caucho, con las hablamos sobre la explotación y la corrupción que hasta el día de hoy sufrimos. Esto es parte de la evolución que “Todos vuelven” está experimentando. Es que parece que no hemos aprendido nada. Primero fuimos colonizados, luego con la independencia se generaron luchas de poder y hasta hoy seguimos rivalizando entre hermanos. ¿Podemos decir que después de 200 años hemos avanzado? Hay un texto que Mateo Chiarella escribió y que recita Sandra Muente, quien interpreta a Rosa Merino. Ella dice “¿somos realmente libres? ¿O seguimos siendo bestias carroñeras? Matando y comiéndonos los unos a los otros para sacar nuestro propio beneficio”. Ese texto me mata porque es tan real y hoy por hoy cobra tanta fuerza.
—Entonces, la obra tiene un discurso político claro.
Antes solía decir no me meto en política porque me da arcadas. Durante muchos años yo miraba lo que pasaba sin hacer ni decir nada al respecto. Pero hoy lamento no haberlo hecho, no para obtener algún cargo sino para forjarme una mejor opinión sobre lo que sucede. Hace un tiempo leí que en Grecia le decían idiota a aquel que no se involucraba en la política, a quien le daba la espalda a los quehaceres de la comunidad. Entonces comprendí que hacer política significa estar informado. Esa falta de información es lo que nos lleva a seguir votando mal. Pero claro no hay mucho de donde elegir, siempre hemos votado por el mal menor. Ahora estoy involucrada con la asociación civil Perú te Quiero. Antes les decía a mis guionistas no nos metamos en eso. Ahora les digo vamos con todo, ya no me cohíbo. Pero nuestro discurso principal es abrazar nuestras diferencias y celebrar nuestra diversidad. Esto es lo que queremos decir a través de nuestra obra: somos peruanos y todos queremos a nuestro país desde donde estamos.
Lugar: Teatro Municipal de Lima.
Dirección: Jr.Ica 377, Cercado de Lima. Temporada: estrena el 12 de mayo y va hasta el 3 de julio. Entradas: Teleticket.
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