1995, Panamericana Norte. En un lugar cerca de Huarmey se desarrolla un singular drama. Un bus se ha averiado y uno de sus pasajeros alquila el depósito de un restaurante para pasar la noche. Será allí, en la mitad de la nada, donde inesperadamente reencontrará a una persona a la que no esperaba volver a ver en toda su vida.
El dramaturgo Eduardo Adrianzén plantea con buen pulso y buena dosis de suspenso emocional un drama que, en su desarrollo, no solamente enfrentará al protagonista con sus propios fantasmas familiares. Porque “El día de la luna” es también una reflexión sobre el pasado, el abandono y el peso de la memoria en nuestras vidas. Ernesto, el protagonista, creció en la época del terrorismo, perdió a su padre y forjó una personalidad a la sombra de una nueva familia. En el momento en que se desarrolla la obra trabaja para un empresa que comercializa teléfonos celulares. Él representa a una generación reinventada tras un doloroso pasado.
Estructurada en un acto y dos escenas, “El día de la luna” plantea a través de su aparente sencillez un drama con muchos vértices. Toca fibras muy sensibles y hace un repaso de la vida en el Perú en las últimas décadas del siglo XX. Lo que significa que la obra es también una pieza de época.
Es el director Roberto Ángeles quien se encarga de transportar la obra al escenario. Lo hace con economía de recursos y se concentra en el texto. No es una elección arbitraria, una obra con un contenido emocional tan alto no requiere de artificios. Los elementos elegidos son los correctos y la intimidad que ofrece una sala como El Teatro de Lucía contribuye a crear la atmósfera ideal para el relato.
Sin embargo, Ángeles falla a la hora de establecer el ritmo ideal para poder apreciar un drama tan significativo en toda su dimensión. Si bien se toma su tiempo en el arranque, pronto percibimos un descuido al perfilar a sus personajes, lo que distrae totalmente al espectador y el valor del drama va perdiendo fuerza. Y lo que debería ser un discurso contundente se convierte, finalmente, en una sucesión de frases y réplicas nostálgicas e ingeniosas que difícilmente forman una unidad. Y la banda sonora, de la manera en que está establecida, puede resultar atractiva para algunos espectadores pero termina interrumpiendo la narrativa dramática, lo que nunca debe ocurrir en el teatro.
La mayor debilidad de la dirección se evidencia en el trabajo de los actores. La ausencia de convicción en cada uno dificulta, por un lado, encontrar un pedazo de verdad que sostenga la relación entre los personajes. Y, más grave, el recitado de los parlamentos lejos de crear un diálogo se limita a una repetición del texto.
Al parecer, toda la carga emotiva y atención está puesta en Ernesto, interpretado por un Juan Carlos Rey de Castro que se esfuerza por ser convincente pese a no encontrar el soporte adecuado para poder crear emociones reales.
Roberto Moll va por su lado, casi se comporta como si estuviera en un show unipersonal y resulta impostado durante toda su participación. Es cierto que interpreta a un personaje que finalmente es un egocéntrico, incapaz de cimentar nada, pero desde que pone un pie sobre el escenario, su Gabriel se le va de las manos. Es más, la escena del primer encuentro entre padre e hijo resulta tan burda que no produce el impacto necesario. Es tan artificial en su armazón que no sorprende en lo más mínimo.
Finalmente, Jely Reátegui interpreta a Ana. Un personaje aparentemente sin importancia y que termina siendo el catalizador de la tensión. Bien escrito y desarrollado con emoción en el libreto, no despega en manos de Reátegui por una caracterización imposible. Su lenguaje físico y el acento que asume para interpretar a una mujer humilde caen en el cliché absoluto del provincialismo. ¡Cuánta falta le hace más soltura y desprenderse de esas ideas preconcebidas sobre la apariencia de una mujer humilde!
“El día de la luna” es un drama bien escrito que necesita replantear su puesta en escena. Es una obra que realizada de manera correcta podría ser una de aquellas reflexiones sobre nuestra sociedad que tanto necesitamos.
SOBRE LA OBRA“El día de la luna” de Eduardo Adrianzén, dirigida por Roberto Ángeles. Se presenta en el Teatro de Lucía (Bellavista 512, Miraflores) de Jueves a domingo, 8 p.m. Los Domingo, a las 7 p.m.
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