“Los tiranos huyen presurosos de la capital: el pueblo anhela ansioso el dulce instante de estrechar entre sus brazos a sus amigos, a sus hermanos, a sus invictos libertadores”. Don Manuel y don Lorenzo conversan en una botica limeña. Están felices de la llegada del ejército libertador, pero sus posturas divergen: el primero no se halla de la emoción y en el ideal de construir una nación, mientras que el segundo prefiere la calma y no está seguro de que lo que viene es un camino sencillo.
–En un gobierno republicano –sostiene don Manuel–, el destino debe buscar al hombre, no el hombre al destino; esto es, se deben solicitar a los hombres virtuosos y capaces, y acomodarlos en aquellos destinos para que sean aptos. Todos trabajarán entonces por hacerse útiles, reglando del mejor modo su conducta.
–Pero es imposible –retruca don Lorenzo–.
–Ya lo veo –responde el primero–, al menos alegrémonos cuando veamos que se coloca a un americano, o aquellos que adoptaron desde un principio nuestro glorioso sistema: cualquiera de ellos es nuestro compatriota, nuestro hermano, y de consiguiente acreedor a todo nuestro cariño.
Es el 9 de julio de 1821 y el ejército del general San Martín acaba de entrar en Lima. Los separatistas están felices del nacer de una nación independiente y ello se nota en “Los patriotas de Lima en la noche feliz”, comedia teatral en dos actos que muestra a don Manuel y don Lorenzo y a otros once personajes abrazar el ideal republicano. Esta es la primera obra teatral en la historia del Perú republicano.
“La obra celebra el triunfo de la Patria, y en ella, junto a los personajes masculinos, se representa a la mujer virtuosa, dispuesta a tomar las armas para alcanzar los objetivos de libertad –explica la investigadora Rebeca Raéz–. En el imaginario escénico, las mujeres forman parte del destino de la República, tienen opinión y acción, y por ello San Martín enuncia el distintivo ‘al Patriotismo de las más sensibles’. La visión de la participación femenina en esta obra es la consecuencia histórica de los personajes influyentes que colaboraron de formas estratégicas en la guerra nacionalista. Amantes y espías, con rango militar y expertas en armas, seductoras y manipuladoras; hay mujeres fascinantes tanto por su belleza como por su inteligencia, que estuvieron próximas a Simón Bolivar y San Martín, y apoyaron las acciones libertarias”.
Según anota Ráez, es con la llega de San Martín al poder que la visión que se tiene sobre el teatro y los involucrados en dicho arte cambia. “Lo mejor que pudo ocurrir fue el pronunciamiento de don José de San Martín el último día de 1821. Allí, él dignificó al teatro: ‘el arte escénico no irroga infamia al que lo profesa, los que ejerzan este arte en el Perú podrán ejercer cargos públicos’”, cuenta. Además, el 24 de abril de 1822, la nueva República decide utilizarlo para suplir la necesidad de un proceso de simbolización para la construcción de la noción de patria. “El teatro deviene en ese lugar de comunicación primordial, por eso el gobierno recientemente instaurado alentó que las personas asistieran a los espectáculos”, agrega.
CONMIGO O CONTRA MÍ
El dramaturgo e investigador Miguel Ángel Vallejo Sameshima anota en su investigación “Ricardo Palma dentro del teatro de la independencia peruana”, que, durante el periodo de la Independencia, las tablas se pusieron a disposición de la “agitación y propaganda de las causas de defendían”. Además, el autor anota que la mayoría fueron loas, entremeses o proclamas dramáticas, siendo “Los patriotas de Lima en la noche feliz”, una excepción por su extensión.
Vallejo Sameshima atribuye ciertas características a las puestas en escena del periodo de interés: de estética neoclásica, breves, sin trama o personajes definidos, en las que se incluyen “largos discursos con ideas políticas claras y directos”, y el “uso de actos de hablar para injuriar o ridiculizar al adversario mientras se destaca el valor y la nobleza del bando por el cual se toma partido”.
Ello se nota, por ejemplo y según el historiador Jesús A. Cosamalón en su paper “La unión de todos: teatro y discurso político en la Independencia, Lima 1820-21”, en la crítica a las peleas entre castas, una terrible herencia atribuida exclusivamente a los conquistadores; y al sueño de su unión, en la que, sin diferencias, se apoye la Independencia. El ideal se concretaría cuando, el 3 de agosto de 1821, San Martín declaró ciudadanos a los indígenas y les permitió ingresar al ejército.
Al respecto, Vallejo Sameshima explica a El Comercio: “Este fenómeno se entiende porque son dos bandos en disputa. Por un lado, están los criollos patriotas independentistas, y por el otro, españoles y criollos que estaban con la corona. Hay que recordar que aquí, el afán independentista fue complejo. Por ejemplo, en la constitución de Cádiz de 1812, que se repartió masivamente por ciudades como Lima, ya existían intenciones de hacer ciudadanos a los indígenas, y habían aquellos que preferían seguir el camino de la corona”.
El teatro, por supuesto, también se llenó de esas ideas reformistas.
“Hay una obra anónima de 1820 que se llamó ‘El ataque del Callao de Lord Cochrane’, cuya estética neoclasicista hizo que se incluyeran, incluso, criaturas que no deberían hablar, pero que lo hacían. La ciudad de Lima, que aparece como un personaje, es una de ellas –agrega–. ¿Cómo se representaba? Probablemente, como solía ser en la época: con lecturas”.
Según el investigador, dicha obra busca caricaturizar a los personajes patriotas, que se muestran como tontos y villanos. Allí, Cochrane es un personaje vil que reniega por cualquier cosa y que secuestra unas gallinas, San Martín sentencia que si los limeños no quieren separarse de la Corona los obligará, mientras que el discurso de Lima es de fidelidad a España.
Es interesante, además, lo que recoge Vallejo Sameshima, quien anota que estas obras son de baja calidad estética, tanto por la ausencia de una tradición teatral y por la “premura en presentarlas”.
En efecto, el estudioso Guillermo Ugarte Chamorro, a quien se le debe gran parte de lo que se conoce en la actualidad sobre “Los patriotas de Lima en la noche feliz”, coincide. Dicha obra, por ejemplo, fue escrita por Miguel del Carpio en 23 días, y luego montada en el Coliseo de Lima.
En su investigación “‘Los patriotas de Lima en la noche feliz'. La primera comedia del Perú independiente”, Ugarte Chamorro anota: “[Es] difícil imaginar la escenificación de un hecho histórico cuando éste estaba aún ocurriendo o acababa inmediatamente de ocurrir. Nuestra duda se disipó al conocer la fecha teatral del 1 de agosto de 1821 [la fecha de estreno], pues refiriéndose el drama a la feliz noche del 9 de julio, pudimos comprender que hubo tiempo suficiente para escribirlo y ensayarlo”.
Ugarte Chamorro también hace referencia al creador de la pieza. “El autor debió ser un escritor más o menos conocido y un ferviente patriota. M.C. [Miguel del Carpio] fue el autor más prolífico de aquellos años y también un ardoroso patriota que en piezas teatrales, odas y artículos periodísticos firmados con esas mismas iniciales celebraba constantemente lo más grandes acontecimientos cívicos peruanos y americanos”.
CIEN AÑOS DESPUÉS
Así como “Los patriotas de Lima en la noche feliz” de Del Carpio tiene mérito por recoger el sentimiento patrio (aunque no tanto literario, según Ugarte Chamorro), “Libertas o la Independencia del Perú” de Arturo Molinari, tiene un aporte similar, solo que visto desde el primer centenario de la Independencia nacional.
La diferencia de miradas es notable. Así lo anota Vallejo Sameshima en su estudio crítico que es parte del libro recientemente publicado por la editorial Maquinaciones Narrativas y que lleva el mismo nombre de la obra de Molinari. El paso de cien años no es en vano: “[esta obra] propone una reconciliación entre grupos sociales, así como una profunda reconciliación con España, esto es, con la herencia virreinal”.
Para el investigador, esa característica es la más importante. “Digamos que hasta 1821, las obras que encontró Ugarte Chamorro o Vargas Ugarte están a favor o en contra de la Independencia, pero, desde esa fecha en adelante, todas son a favor de la gesta”, declara a este Diario.
Vallejo agrega que, luego de la época propagandística, pasa mucho tiempo para que los españoles no sean visto como rotundos enemigos. Dos ejemplos: “Rodil” (1852) de Ricardo Palma, que muestra a un vil español que, luego de reencontrarse con su hijo perdido, se redime; “La espía” (1862) de Manuel Asencio Segura, en donde una mujer indígena se casa con un teniente español casi en igualdad de condiciones, y en donde “los españoles no son malos y los patriotas no son del todo buenos”. Pero luego, la idea parece difuminarse con la llegada del romanticismo y el costumbrismo.
Allí es donde se sitúa “Libertas”, una obra que rompe con la idea de que los españoles solo son conquistadores intrigantes, abusivos y asesinos. “Me parece que es así porque ya pasaron cien años y ya no es necesario hacer propaganda”, anota Vallejo, no sin antes destacar que la creación de Molinari no fue incluida dentro del programa oficial de las celebraciones por el primer siglo del Perú independiente.
¿CUÁL ES LA PRIMERA OBRA SOBRE LA INDEPENDENCIA?
Miguel Ángel Vallejo Sameshima, especialista en el tema, coincide con el investigador Guillermo Ugarte Chamorro, quien contempla obras desde 1786. Él afirma: “Según mi tesis, la primera obra al respecto fue la ‘Loa al brigadier don Sebastián de Segurola, escrita por Pedro Nolasco Crespo en ese año. Es verdad que el autor es boliviano, de La Paz, pero afecta a este contexto. De estilo neoclasicista, habla del mérito, hay un coro de músicos, hablan todas las provincias bolivianas e incluso, la ciudad de La Paz. La obra critica a Túpac Amaru y ensalza a Segurola, quien seguramente fue un militar asesinado por la revolución, evento que fue a duras penas seis años antes. Allí se celebra la derrota de Túpac Amaru, pero se muestra una unidad”.
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