Es curioso como el teatro sintoniza con su momento. El proyecto de “Conferencia sobre la lluvia” nació con la inauguración de un teatro en la Biblioteca de México, y el pedido al autor de su directora Sandra Félix quien, por problemas de presupuesto, solo podían pagarle a un actor en escena. Hoy, el monólogo del escritor mexicano Juan Villoro ha recurrido el mundo, no solo por su económico formato , sino porque en tiempos de pandemia, se desliza fácilmente por nuestra “nueva normalidad”, en la que pululan conferencias virtuales en infinitas plataformas.
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Cuando empezó a trabajar el monólogo solicitado, al autor de “El testigo” le pareció necesario rendir tributo a esa figura oculta, aquel intermediario secreto entre los libros y nosotros: los bibliotecarios. “Así fue cómo surgió esta obra de manera un tanto accidental. El teatro, al depender de circunstancias particulares, también se debe ajustar a las oportunidades que le da el destino”, afirma Villoro. Estrenada en su país en 2013, “Conferencia sobre la lluvia” ha funcionado no solo en espacios teatrales, sino en los lugares más extraños. Incluso ha sido representada en lugares en los que el público no sabía que estaban frente a una pieza escénica, como un Congreso de Hispanistas, por ejemplo. Súmese además bibliotecas e incontables Ferias de Libro, espacios que sin ser propiamente teatrales, le ha permitido a la obra tener una circulación distinta.
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Actualmente, con la pandemia del COVID-19, le ha dado a la obra un nuevo escenario: el formato de las videoconferencias. En efecto, además de la producción que estrena este 16 de octubre el Centro Cultural PUCP con Alberto Isola en escena y Marco Mulethaler en la dirección, la obra se presenta en iguales condiciones en una versión chilena y española. “Todos estos montajes surgidos en el contexto de la pandemia”, comenta el escritor mexicano.
En "Conferencia sobre la lluvia, en bibliotecario ofrece una conferencia. El tema es la lluvia y su relación con la poesía. Sin embargo, ha perdido los papeles, y se ve obligado por ello a improvisar ante la audiencia. La intimidad de la lluvia se transforma así en la intimidad del personaje, convirtiendo la conferencia en una confesión que va cayendo poco a poco como un goteo intermitente, hasta perderse totalmente, a modo de aguacero, en sus confidencias amorosas. Al otro lado de la línea telefónica, muy cerca del ‘router’ para que no se pierda la llamada, Villoro lo cuenta todo sobre el proceso creativo de esta obra sobre el amor a los libros pero también a la vida.
Lo que sucede cuando perdemos los papeles
Quería preguntarte por esta situación teatral por excelencia que es el hablar en público. La conferencia como performance escénica. Muy poco se habla del conferencista como actor...
Yo creo que la conferencia es un género parcialmente teatral. Porque no solo se trata de transmitir un contenido, sino de representarlo de manera atractiva a los escuchas. Grandes conferencistas como Borges o Ricardo Piglia tenían esta habilidad performática. Borges hablaba como un ciego iluminado, que parecía reflexionar hacia el interior de sí mismo, y que con esa insólita memoria citaba tanto del anglosajón antiguo como del alemán. Ricardo Piglia, por su parte, convertía la conferencia en un laboratorio de ideas, haciendo que se le ocurrieran cosas que no pensaba decir en el momento mismo de decirlas: entendía la conferencia como una oportunidad para poner en tela de juicio sus propias ideas y mejorarlas ante el público. Estos dos grandes conferencistas nos demuestran las distintas variables teatrales que tienen la conferencia. Pero al ser un género que tiene elementos de dramaturgia, también puede suceder que el conferencista pierda el papel. Por eso mi monólogo comienza de esa manera, con un conferencista que, literalmente, pierde los papeles. Pierde los apuntes de su conferencia, pero luego también pierde “el papel”, es decir empieza a disertar y su discurso empieza a caer en la distracción y la confesión personal. Así está estructurada mi “Conferencia sobre la lluvia”.
“Perder los papeles” es el mayor miedo para un conferencista, es como quedarse desnudo frente al público.
Sí, yo he estado ante grandes conferencistas que, de pronto, se han olvidado de un nombre estratégico. A todos nos pasa que, por estrés o por edad, se nos escapen ciertos nombres. Y esto te lleva al vacío. Si se te olvida el nombre de Tolstoi, por ejemplo, sientes que estás en falta, desnudo ante tu público y rápidamente tienes que subsanar esto diciendo otra cosa que te puede llevar a aguas muy personales, un tanto turbias.
Como experto conferencista que eres, conoces su lenguaje escénico. ¿Que elementos teatrales son básicos en una conferencia?
Creo que es central para un conferencista improvisar ciertas zozobras calculadas, que hacen que la conferencia tenga un tono espontáneo. A la gente le fascina que lo que está recibiendo se esté produciendo en ese momento, ante ellos. Por eso creo que es muy aburrido que un conferencista se limite a leer. Un conferencista debe ejercer la inteligencia en estado vivo. Un recurso teatral muy eficaz es el de presentar las ideas con cierta vacilación, porque aunque sepas lo que vas a decir, similar que se te está ocurriendo en ese momento. Lo que pasa es que a veces se te pasa la mano y de tanto simular vacilaciones acabas por asumirlas verdaderamente.
En el Perú, acabamos de vivir un escándalo gubernamental: el Ministerio de Cultura pagó muy bien por conferencias absolutamente vacías. ¿Cómo puede confundirse el acto de una conferencia y su mera performance?
Una buena conferencia, al igual que una buena cátedra universitaria, debe tener tres componentes esenciales. El primero: debe transmitir un contenido fuerte, datos objetivos, informaciones novedosas, un conocimiento fáctico del tema que sea inapelable. El segundo componente es expresarse de manera atractiva, sugerente y clara, allí es donde entra cierta representación, teatral: incluir una anécdota para hacerlo más ameno, logran emocionar a los escuchas con un tema que tal vez no les emocionaba a priori, etc. Y el tercer componente, el más difícil de lograr, es la originalidad, en qué medida el conferenciante está contribuyendo de manera personal a la ampliación de un campo del conocimiento, no solo divulgar y repetir saberes adquiridos. Estos tres elementos me parecen centrales para una buena conferencia.
Elementos que, naturalmente, no están en tu “Monólogo sobre la lluvia”
Así es. No se trata no de una conferencia en forma, sino “la posibilidad” de una conferencia. Su director, Marco Mühletaler, me hizo un comentario que me parece muy agudo: probablemente, el conferencista de “Conferencia sobre la lluvia”, en realidad nunca en su vida ha ofrecido una. Es un bibliotecario que anhela, algún día, poder hablar sobre un tema que le parece muy interesante, la relación entre la lluvia y la poesía amorosa. Y tanto pensar en el tema lo lleva a sus propias lluvias y a sus propios amores. Es decir, a una confesión personal. El logro del monólogo surge de esta paradoja, del fracaso del conferencista.
Volviendo al tema de perder los papeles y la desnudez que ello genera. Otra cosa que la obra destaca es la impostura en la vida del intelectual. Mostrar ese extravío entre vivir entregado al placer de la lectura y la necesidad de contacto con la realidad (representada, en la obra, por la mujer). ¿Cómo sientes este extravío?
En ocasiones, la retórica opera como una especie de disfraz. Continuamente nos representamos a nosotros mismos cuando conocemos a una persona que nos gusta, tratamos de ofrecer una versión de nosotros que se ajuste a lo que esta persona desea para poder seducirla. Y esto lo extendemos a cualquier tipo de interrelación, por ejemplo, una entrevista de trabajo, donde tratamos de ponernos bajo una luz favorable para conseguir el empleo. Y la vida intelectual puede convertirse en una presunción de algo que en realidad no se tiene, abundan los casos de conferencistas que, a diferencia de Borges y Piglia, simplemente te venden aire estimulante, personas sin demasiadas ideas propias pero que las presentan de manera seductora, con un carisma intelectual muy fuerte. Pero la destreza verbal puede ser una hojarasca que te aleja de la verdadera substancia del pensamiento, se presta mucho a una charlatanería de la mente. Todo eso entra en juego en esta obra, porque a fin de cuentas estamos ante un bibliotecario que no tiene una gran relevancia intelectual, y que tampoco tuvo una vida amorosa muy plena. Está tratando de explicarse a sí mismo a través de las palabras. Es un hombre con muchas limitaciones, la obra pone en práctica la misoginia que muchas veces tenemos los varones y cómo atribuimos nuestros propios defectos al supuesto mal carácter de nuestras parejas. Es una confesión que confronta al personaje con la posibilidad de que tenga virtudes a través de la palabra y luego lo va desnudando, confrontándolo con sus defectos. Al pasar de la conferencia a la confesión, él se da cuenta de que es una persona bastante inapropiada. Y yo creo que una cosa interesante en la literatura es que, en ocasiones, una persona disminuida que tiene muchas carencias nos puede parecer interesante o entrañable. Allí es donde entra el componente más teatral de la obra.
Está también el tema de la vida entre libros, y de como los libros generan nuevos libros. Tu obra, por ejemplo, mantiene un diálogo muy sutil con los cuentos de Junichiro Tanizaki, por ejemplo.
Para los que hemos vivido entre libros, nuestras bibliotecas conforman una segunda naturaleza y nos relacionamos con la lectura en ocasiones con más fuerza de lo que nos relacionamos con las personas. Es el caso del bibliotecario, que se pasa la vida acomodando libros mientras ellos desacomodan su vida, porque las lecturas te llevan siempre a tentaciones, a inquietudes, a supersticiones. Él vive en estas dos realidades, como todo lector, el mundo de los hechos y el mundo de su representación. Y la obra dialoga, en ocasiones, de manera muy evidente, con citas de poetas que relacionan la lluvia con la melancolía, la amistad o el amor, como Fernando Pessoa, Neruda, Vallejo por supuesto. Pero hay otras alusiones enterradas, como la que acabas de descubrir, que tiene que ver con el mundo japonés. Por cierto, la obra se puso en japonés, y pude ir a su estreno en Tokio. Allí me di cuenta que, en buena medida, les había interesado por la fuerza que puede tener un gato. Una presencia misteriosa de la que no quiero hablar mucho porque es un elemento casi secreto de la obra.
En la obra, la digresión, el desorden del expositor, termina transformándose en la virtud, en su método expositivo...
Efectivamente, como el “Tristram Shandy” de Laurence Sterne, que tiene como principal tema el cambio de tema. Cuando un defecto se convierte en un sistema creativo, se transforma en un estilo. Y yo creo que buena parte de los logros artísticos dependen de transformar los defectos en aparentes virtudes. Creo que somos tan buenos como los errores que sabemos disfrazar. Y esto se aplica a cualquier actividad humana. Por ejemplo, los mexicanos tuvimos un centro delantero maravilloso, Hugo Sánchez, que conquistó la liga española. A propósito de él, Jorge Valdano dijo: “nunca vamos a saber si sabía burlar o no, porque nunca lo intentó”. En efecto, de intentar superar ese defecto surgió la virtud del hombre centella al rematar las jugadas. Yo creo que eso es lo que se hace en todas las actividades humanas, tratar de transformar tus inevitables carencias en formas aparentes de la virtud.
Y sin que nadie se dé cuenta...
¡Y sin que nadie se dé cuenta! Hay una larga historia en el caso de la digresión. En el teatro está el famoso sketch de Antón Chejov “Sobre el daño que causa el tabaco”: un hombre que va a dar una conferencia sobre el tabaco se va desviando hasta terminar aludiendo a su mujer. Obviamente esa obra es el germen posible de mi “Conferencia sobre la lluvia”. Pero yo quería agregarle a ese recurso algo que me parecía esencial: preguntarme por qué alguien habla solo. Hay un monólogo de August Strindberg que se llama “La más fuerte” en donde en la escena hay una mujer que habla en voz alta y otra que solo escucha. No interviene, pero se justifica el monólogo porque alguien lo está oyendo. A mí me preocupaba mucho que mi monólogo tuviera una explicación al respecto. ¿Por qué alguien da una conferencia de esta manera? ¿quien lo oye? ¿a quien se dirige? No revelaré el misterio, pero eso era lo que me parecía central desde que leí aquel pequeño sketch de Chejov.
La “lluvia oblicua” de Pessoa y el aguacero de Vallejo en París... ¿qué experiencia sentimental crees que le falta a los limeños al vivir en una región en la que no llueve?
Justamente se lo decía al gran actor Alberto Isola, al director Marco Mühletaler, y a todos los involucrados. Yo tengo amigos en Lima y alguno en una ocasión me dijo: “mi auto ni siquiera tiene limpia vidrios porque no llueve, la garúa no llega a ser lo suficientemente fuerte”. A mí me parece particularmente interesante que mi obra se represente en un sitio donde esta manifestación de la naturaleza sea, ante todo, una posibilidad. Yo creo que esa es una función de la literatura: que la obra se presente en un sitio donde la lluvia es, ante todo, una tentación inalcanzable.
La lectura y la pandemia
La reclusión en casa a causa de la pandemia ha motivado que muchos redirijan la mirada a los libros en casa. ¿Los libros nos pueden salvar en estos tiempos de reclusión o es solo una posibilidad para los que tienen el privilegio de quedarse en casa?
Lo que dices es muy cierto. Hay países como Perú o México, donde el aislamiento es un lujo, y no todos se lo pueden permitir. Al mismo tiempo, tener acceso a la literatura es algo que te responsabiliza en la medida en que se trata de un beneficio que no todos comparten. Yo creo que el solo hecho de poder leer libros, y más aún, el escribirlos, te coloca en una minoría muy privilegiada en América Latina. De modo que no debemos olvidar que la mayoría de la gente no tiene acceso a esta posibilidad. Siempre he dicho que para la mayoría de la gente en Ciudad de México, Bellas Artes es el nombre de una estación del metro, no una necesidad intelectual que se tenga que satisfacer. En esa medida, quienes nos dedicamos a la escritura, tenemos el compromiso de tratar de hacer algo para acercar a la gente a esa forma de la felicidad que es la lectura.
En los últimos años, hemos consumido abundantes ficciones que nos advertían de que algo terrible iba a pasar, desde distopías hasta historias de zombis. Quien diría que todas esas historias iban a convertirse en una profecía autocumplida...
Anticipar catástrofes sirve, de manera paradójica, para reconciliarnos con una realidad insuficiente. Muchas de las historias terribles de la ciencia ficción surgieron en un momento de bienestar. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo una expansión sin precedentes tanto en el cine como en la literatura de teorías conspirativas y distopías en mundos lejanos. Esto tiene que ver con la idea de que en un mundo como el nuestro, donde puede haber cataclismos, guerras y desastres, es posible imaginar algo peor que de alguna manera nos reconcilie con nuestro entorno. A mí no me parece casual que Nostradamus haya sido en sus orígenes un hombre optimista que se dedicaba a tareas estéticas y hedonistas. Él era cosmetólogo, había estudiado medicina, y fue un precursor de la muy importante perfumería francesa. También preparó deliciosas mermeladas y se volvió famoso durante la peste por haber preparado un remedio que hacía que la gente sobreviviera (o al menos eso pensaron muchos). Eso le dio fama y fortuna, se casó con una mujer hermosísima, tuvo hijos, su vida era la de alguien que había superado las atrocidades de la peste. ¿Y que hace una persona que aparentemente lo tiene todo pero sabe que el mundo se puede destruir como él lo había visto? Empieza a concebir posibilidades terribles para el futuro. Así, Nostradamus se convirtió en el más famoso profeta de catástrofes. Yo creo que la mayor utilidad social de las profecías de Nostradamus no fue la de temerle al futuro, sino la de reconciliarnos con un presente que todavía no llegaba a ese futuro. Imaginar lo peor, sirve muchas veces para poder vivir en un mundo insuficiente, pero que tiene la virtud compensatoria de que nos permite imaginar lo peor sin vivirlo todavía.
Estamos interconectados, pero no unidos
La pandemia ha puesto a prueba todos Estados y sus instalaciones sanitarias. Intelectuales como Mario Vargas Llosa han alertado sobre la restricción de las libertades individuales en los próximos años. ¿Más allá de estos miedos, como ves el comportamiento de los gobiernos en estos tiempos de crisis?
Vivimos tiempos de terrible polarización, muy fomentada por las redes sociales, que tienen un discurso binario que simplifica la discusión y convierte la discrepancia en simple descalificación. No es casual que en el mundo la mayoría de los países estén completamente divididos a nivel de la opinión pública. Creo que una de las principales lecciones de la pandemia es que el mundo está interconectado y por eso mismo es contagioso. Hoy en día, si alguien estornuda en Taiwán, puede causar una gripe en Alaska. Pero que el mundo esté interconectado no significa que esté unido. Y creo que el gran desafío que tenemos es el de convertir las relaciones sociales en formas comunitarias, de tal manera que lo que le afecta a uno sea responsabilidad de todos. Si queremos ser inmunes necesitamos ser comunes, tener una respuesta entre todos. Y eso es algo que no está sucediendo. Lo podemos ver claramente en las políticas públicas, que son formas del egoísmo, del planteamiento a corto plazo y del privilegio para aquellos que están en el poder. Estamos acabando con el planeta y creo que el virus es el principal sistema de alarma contra el ecocidio. De todo eso pueden salir, efectivamente, posibilidades de control aun mayor amparadas en la biopolítica, la tecnología y las políticas sanitarias. Eso podría ser terrible, pero también podría ser una extraordinaria oportunidad de replantear nuestra relación con la naturaleza y entre nosotros. Entender que no basta estar conectados, sino que debemos estar unidos. De lo contrario, no sobreviviremos como especie.
INFORMACIÓN TÉCNICA
Presentada por el Centro Cultural PUCP, con el apoyo de la Fundación BBVA, el monólogo teatral Conferencia sobre la lluvia de Juan Villoro se estrena en el Perú. Es la primera vez que el actor Alberto Isola realiza un monólogo, además de participar en una obra de formato virtual.
Dramaturgia: Juan Villoro
Dirección: Marco Mühletaler
Actúa: Alberto Isola
Producción: Centro Cultural PUCP
¿CÓMO VER EL ESPECTÁCULO? La obra estará disponible para su visualización desde el viernes 16 de octubre a las 8:00 p.m. hasta el martes 10 de noviembre a las 11:59 p.m. El acceso será ilimitado por 48 horas desde el momento de la compra de la entrada. En caso compren sus entradas antes del 16 de octubre, las 48 horas empiezan a correr desde ese momento.
La obra es apta para todos y estará disponible solo en territorio peruano.
ENTRADAS: Pueden adquirirse en www.ccpucpencasa.com
VENTA: Del 5 de octubre al domingo 8 de noviembre. Entrada general: S/ 22.00 Precio Especial PUCP: S/ 17. Precio Clientes BBVA: S/ 17. Precio Sunoscriptores El Comercio: S/ 17.
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Alberto Ísola: “No creo que el teatro desaparezca”
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