Son varias las razones que hacen de “El cuidador” una de las puestas en escena imperdibles del año. En manos del director nacional Mikhail Page y de los intérpretes Alberto Ísola, Eduardo Camino y Óscar Meza, la obra de Harold Pinter dialoga con la crisis migratoria mundial e invita a repensar cuál es el lugar que ocupamos en esas dinámicas. Lo hace mientras interpela al público por sus motivaciones y objetivos. Quedan pocas funciones en el Teatro Británico.
MIRA: Alonso Alegría estrena “Cavando en la arena” después de 60 años de haberla creado
Los peros son mínimos. Se entiende la dificultad de traducir “mate”, pero “compadre” suena a una realidad muy distinta a la que se plantea en escena. Y el muro: así como en “Bull”, Page hace evidente su interpretación del texto, pero, ¿es necesario resaltar de esa manera -con imágenes de Boris Johnson, Donald Trump y grafitis racistas- el mensaje? Basta escuchar al viejo Davies para darse cuenta hacia dónde se apuntan los dardos.
Objeciones de lado, hay que prestarle atención a la dirección de arte. Si Pinter propuso en 1960 que la obra se desarrolle en el oeste de Londres, esta versión muestra un futuro distópico -la ubicación sirve para dar cuenta de las empresas infecundas de los personajes- y de allí la estética. Por ejemplo, el vestuario de Mick (Óscar Meza), caracterizado originalmente por una casaca negra de cuero, le debe mucho a la cinta “Mad Max”, tal como se comentó en una entrevista.
La escenografía, a cargo de Eduardo Camino, también es un punto a favor. Él toma las acotaciones de Pinter y les suma su impronta. Junto a Page, Camino juega con una cámara y varios monitores, cerrando así la idea futurista. El absurdo, además, se muestra en la gran cantidad de cachivaches que acumula Aston en un container (acaso una adaptación del que se usó en la obra anterior, “El fuego que hemos construido”) que hace las veces de su cuarto. De igual forma, las ropas de Aston (a cuadros) y Davies (boxer de corazones color pastel).
MIRA: “Hermanas”, de Pascal Rambert: ¿Por qué somos capaces de decirle lo peor a quien amamos?
Ojo al detalle
Las dos horas y cuarto de “El cuidador” -que pospuso dos años su estreno a causa del coronavirus- se sostienen por las actuaciones, llenas de detalles, a veces enérgicas, otras menos intensas, recursos propios de actores que conocen bien el oficio.
Mick (Óscar Meza) es el primer personaje que aparece. A diferencia de otras propuestas, aquí se le ve desde antes de la tercera llamada, encima del muro. Está vigilando. Más tarde se dejará ver entrando por el techo. El texto explica que es un empresario, que sabe del negocio inmobiliario y por eso quiere arreglar el cuarto en el que, por ahora, vive su hermano, Aston. De hecho, a él le encomendó embellecer el lugar. Para interpretarlo, Meza propone un fraseo muy naturalista y tiene sentido porque, en un principio, se podría pensar que se trata una persona común y corriente. Digamos, un emprendedor muy a la usanza actual. Pronto se hace evidente que vive en una realidad de la que no puede escapar, una que le obliga estar en constante movimiento y tratando de acumular riquezas, sin importar si tiene las herramientas para conseguirlo.
Pinter también nos muestra a Davies, parásito que vive en un bucle perpetuo. Se saca la ropa, se la quita, se la vuelve a poner. Dice que tiene que viajar para recoger sus documentos, pero jamás lo hace. Necesita un par de zapatos, aunque ninguno es el ideal, así como el clima, su gran excusa para no cumplir con su acción dramática. Él no controla su vida, solo se deja llevar. Y, claro, odia a los extranjeros siendo él mismo uno de ellos: cambiar su identidad para pertenecer da buena cuenta que se trata de un hombre que detesta mirarse al espejo. Esa incapacidad la recoge Alberto Ísola e inteligentemente la transforma en balbuceos y un caminar torpe, como cargando un peso tremendo. Él personaje también es un bribón carismático y en la piel del actor convence sin problemas al timado de turno y al público.
Aston (Eduardo Camino), a su manera, también vive en un loop: más que querer, necesita terminar la misión encomendada por Mick, prueba irrefutable de que es una persona capaz. Pero sus propios recursos son insuficientes. En el cuerpo de Camino, tiene un caminar lento y el hablar pausado. El intérprete apuesta por la voz baja, la mirada esquiva, también por darle ciertas pausas al texto para teñir la obra de cierta comedia. En todo momento, incluso en el más álgido, Camino ofrece una performance con mucho tacto. Es recién en el monólogo -que recita en medio de luces tenues, humo de cigarro y monitores que muestran su alma en primerísimo primer plano- que entendemos que las formas del personaje son producto de una lobotomía.
Pobreza, hastío, un futuro incierto. La imposibilidad de cumplir con los propósitos. La promesa de convertirse en el cuidador de la casa atraviesa la obra, así como la avaricia y la imposibilidad de agradecer o vivir contento con lo que se tiene. Un texto potente y a ratos confuso. Si algún espectador se pierde en el absurdo de “El cuidador”, se sugiere especial atención a la pelea por la mochila: de precisa y convincente ejecución, es la mejor expresión de las dinámicas de poder del trío y, por tanto, la mejor brújula.
Dramaturgia: Harold Pinter
Dirección: Mikhail Page
Elenco: Alberto Isola, Óscar Meza y Eduardo Camino
Lugar: Teatro Británico: Jr. Bellavista 527, Miraflores
Temporada: hasta el 24 de Julio del 2022
Entradas: en Joinnus.com
Contenido Sugerido
Contenido GEC