En la versión de “Maquinal”, que Josué Méndez monta en el teatro del C. C. PUCP, hay quienes pueden abrir las manos y estirar las palmas, y los que no. Al primer grupo pertenecen el marido y el amante: a ellos, así como a los oficinistas, no les afecta desenvolverse en una realidad alterada. Sonríen, beben, concretan negocios, trabajan, viven y son, en cierta medida, libres. Pero no los que pertenecen al otro grupo. Estos transitan la vida con los puños cerrados, angustiados, sobrepasados por un mundo violento. Allí están la mamá y Helen Jones, la protagonista cuyo nombre no deja de cambiar. Su cuerpo en ciertas ocasiones reacciona de forma muy particular (aunque aceptada socialmente, como lo afirma el marido), lo que empeora la pesadilla llena de personajes caricaturescos que vive. Por eso se constriñe.
Helen trata de sobrevivir a un mundo que la rechaza, a una vida precaria, una madre incapaz de amar, a lo inhumano, al machismo, a un matrimonio que detesta y un marido que aborrece. Solo cuando conoce a su amante es que empieza a vivir. Y al ser inevitable la tragedia, esos momentos felices podrían ser dolorosísimos, pero el montaje no lo consigue.
A casi 100 años de su estreno en Broadway, mal haríamos en dedicarle muchas líneas a Ruth Snyder. La obra está inspirada en su muerte (ejecutada en 1927 en la silla eléctrica por asesinar a su esposo), pero la distancia que separa la actualidad limeña de ella y el poco rigor histórico hacen que sea mejor eludir el asunto. Los temas que se abordan son evidentes: su autora, Sophie Treadwell, era una dramaturga activista. Pero a diferencia del resto de sus creaciones, aquí propuso un mundo expresionista. Méndez parte de eso e imprime imágenes muy atractivas que a veces parecen ser recursos meramente estéticos –el juego del espejo en el baño sería brillante, solo que termina por diluirse al no ser constante, es decir, revelar su naturaleza prescindible–.
No hay mucha novedad tampoco en el uso del video, aunque la elección del lugar de proyección fue atinada. La música también da cuenta de un trabajo pulcro y de una mirada personal. Lo aplaudo, igual que a las transiciones –como cuando el marido levanta la cama y cambia el plano a uno cenital–. Y sobre la forma en la que los personajes se expresan, la entiendo, solo que me parece innecesaria para la convención, como subrayar lo evidente.
El “Maquinal” de Méndez ofrece una mirada propia que se sostiene y que más valdría no perderse. Cuenta también con un reparto de buen nivel. Jely Reátegui maniobra con oficio distintas intensidades y las combina con un trabajo físico notable. Viene a confirmar que transita códigos y formas con maestría. Paco Caparó, Cecilia Rechkemmer e Isabel Chappell resuelven los papeles secundarios de manera creíble. De igual forma Dibós (quien sostiene a un personaje detestable que saca risas) y Nicolás Galindo (cuyo personaje presentó varias dificultades y supo adoptarlas). Aproveche y véala.
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