El 16 de noviembre se celebra la declaratoria, por parte de la Unesco, de La danza de las tijeras como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Durante más de 500 años, el sonido de La danza de las tijeras ha resonado en las montañas de los Andes. Este baile tradicional quechua, tanto una actuación artística como una celebración religiosa, representa una danza de los espíritus de las divinidades andinas de la época incaica.
Varios antropólogos vinculan La danza de las tijeras con el movimiento del Taki Onqoy, que en quechua significa “enfermedad del canto”. Este fue un movimiento religioso andino liderado por Juan Chocñe que apareció en 1564 en la región Chanka (Ayacucho, Apurímac, Huancavelica y parte norte de Arequipa) en rebelión contra el dominio colonial español, la destrucción de las huacas y santuarios sagrados, exterminio y persecución de los sacerdotes andinos.
Andrés ‘Chimango’ Lares, conocido como ‘El violín de los Andes’, es un intérprete genuino de La danza de tijeras, así como investigador y difusor de las costumbres andinas en el Perú y el mundo.
Y continuando con su legado cultural, iniciaron un rito de consagración de las nuevas generaciones con sus pequeños nietos, fortalecidos con la energía de los Apus Wamanis, es así que el pequeño Andrés Lares “Awkipuma” ( Hijo del Puma Sagrado ) y su pequeña hermana Valentina Lares “Illariy” ( La primera Luz del amanecer ), van al encuentro de la Pachamama, bajo la mirada cautelosa del gran Apu Ccarhuarazo, caminando por las Pampas de Ccoñani, muy reconocido por la obra de José María Arguedas.
El Centro Cultural Chimango Lares rinde culto a esta gran danza que ha dado muchos logros en los diferentes festivales realizados en Europa, Estados Unidos, Canadá, Centroamérica y Latinoamérica.