El árbol de Navidad del Rockefeller Center es uno de los símbolos más emblemáticos de la temporada navideña en la ciudad de Nueva York. Cada año, millones de personas se reúnen para admirar su imponente presencia, iluminado con miles de luces. Sin embargo, detrás de este tradicional espectáculo de fama mundial, hay un misterio: ¿cómo llega el árbol a la plaza todos los años? Y mejor aún, ¿quién lo elige?
Bueno, el encargado de tamaña tarea es Erik Pauze, el jardinero jefe del Rockefeller Center y el verdadero Papá Noel de los árboles de Navidad. Cada año, durante más de tres décadas, Pauze ha sido pieza clave en la búsqueda, el cuidado y el transporte de la pícea de Noruega que se transforma en el árbol de Navidad del Rockefeller Center. Y lo hace sin presiones, con la experiencia obtenida en todo este tiempo.
“Me encanta plantar y diseñar jardines desde que era muy joven, y no he hecho nada más. Empecé como ayudante de verano en el Rockefeller Center cuando estaba en la universidad en 1988, luego regresé después de la escuela y comencé a asumir cada vez más responsabilidades”, comenta a la web del Rockefeller Center.
Pauze está en el centro de la operación, desde la logística hasta la adquisición de lo que será ese ejemplar perfecto de alegría navideña. Aunque ha estado al mando de este proceso durante mucho tiempo, al reflexionar, dice que no ha cambiado mucho en la forma en que se hacen las cosas, lo cual es apropiado, ya que la tradición del Árbol se ha mantenido igual durante casi el mismo tiempo, salvo por la estrella incrustada con cristales Swarovski que se encuentra en la cima del Árbol desde su inauguración en 2004.
“Normalmente, durante todo el año, casi todos los días, pienso en el árbol de este año, en el del año que viene y, tal vez, en el árbol que vendrá después”, explicó.
Sobre el árbol de este 2024 reveló algunos detalles de cómo lo eligió. “El proceso comenzó en julio de 2020. Regresé de cargar combustible después de pasar la noche buscando árboles. Vi el hermoso abeto de Noruega mientras conducía por la carretera, y estaba justo frente a mí. Toqué la puerta y me encontré con Earl Albert. Le pregunté si algún día consideraría donar el árbol al Rockefeller Center. Su respuesta fue inmediatamente sí”.