Navidad es, para muchas personas del mundo, sinónimo de regalos para los más chicos. Sin embargo, esto es muy difícil para los padres que tienen niños con alguna discapacidad, ya que todos los juguetes y muñecos del mercado suelen presentarse sin ninguna enfermedad o discapacidad como tal. Esta es su historia.
Fue por este motivo que la artesana Amy Jandrisevits ha creado una serie de muñecos a mano personalizados para todas estas familias, que tienen a uno o más pequeños que son considerados extraños para la sociedad.
En un intento por hacerlos sentir igual que todos, ella presenta muñecos con parches en el ojo, con un brazo diferente, o cualquier característica que su futuro dueño tenga, incluso hasta vitíligo. Conoce aquí su increíble relato.
La artesana que crea muñecos para los niños y así evitar la discriminación
Jandrisevits tuvo la idea de este tipo de juguetes después de notar la falta general de diversidad y variedad que había en el mercado. Poniendo en práctica su credo personal, “Si ves algo que necesita ser cambiado, haz algo”, ha pasado los últimos cuatro años haciendo muñecos que también sirven como obras de arte inspiradoras.
Las muñecas de Jandrisevits están completamente personalizadas en función de las personas para las que las crea. Después de recibir una solicitud de muñeca, presta especial atención a los detalles que se presentan en las fotografías originales como el origen étnico, problemas médicos, características físicas y cualquier detalle.
Luego, en su mesa de comedor de madera redondeada, Jandrisevits comienza el proceso de construcción de la muñeca. Puede tomar hasta siete horas completar una figura, y ella usa ese tiempo para considerar cuidadosamente cómo ilustrará el tema.
“Cada muñeca cuenta una historia y algunas son crudas, desgarradoras y emocionales”, dice Jandrisevits. “Tengo el privilegio de ser parte de sus historias y un honor de poder vislumbrar su mundo. No me lo tomo a la ligera“.
Jandrisevits ha realizado más de 300 de las impresionantes creaciones. Los mensajes de equidad impregnan el trabajo de la artesana, y ella es inflexible al mostrar acciones que reafirman esas convicciones. “Por lo general, los padres o cuidadores pagan por las muñecas, alrededor de $100 con envío por muñeca”, explica.
“Cuando no puedan pagarlo, encontraré la manera de cubrirlo yo mismo. Cueste lo que cueste, haga lo que deba hacer, voy a poner una muñeca en manos de estos niños. Esto no es solo un negocio. Es la cosa justa que hacer.”
Aunque está un poco desconcertada por la gran popularidad y el éxito de las muñecas, no está sorprendida por los sentimientos de inspiración y empoderamiento que trae cada trabajo. Poco a poco, está cambiando la vida de muchos pequeños que sonríen cuando reciben una de estas muñecas.