La primera semana del 2021 ya nos regaló una de las historias más virales en Twitter. Iván Repila enganchó a miles de usuarios de la mencionada red social con la odisea que le tocó vivir junto a la madre de su hija cuando no encontraban por ningún hogar de su casa a The Cebrit, la cebra de peluche favorita de su pequeña. Pero, ¿qué tiene de especial este animal de felpa y por qué pasaron por tantos apuros para ubicarlo?
Resulta que este muñeco es lo único que logra que la niña se duerma tranquila, algo que provocó que más de un padre de familia se sintiera identificado con la locura, caos y llantos que provoca la súbita desaparición de un objeto de apego de los pequeños, además de todo lo que se vieron obligados a hacer para dar con su paradero. Fue tal el éxito que obtuvo su relato, que a la fecha acumula miles de ‘Me Gusta’ y ha sido replicado en otras redes sociales.
Iván cuenta que The Cebrit es “un muñequito sarnoso que no se puede lavar ni perder porque lo necesita para dormir”. “De hecho, a veces tengo más miedo de perder ese muñeco que de perder a mi hija: a ella se la puede encontrar por el rastro de destrucción que deja. A LA CEBRITA, NO”, ironizó sobre el peluche, que si bien no sabe de dónde vino, de lo que está seguro es que si se pierde, en su casa “se llora y se grita” hasta que aparezca.
El padre de familia señaló que The Cebrit es tan especial que tiene dos reglas fundamentales: la primera es que “nunca está cerca”, y la segunda, que “está siempre más cerca de lo que piensas”; sin embargo, esta historia empezó con su desaparición, detalle del que se dieron cuenta al mediodía cuando la niña dormía la siesta. ¿Qué pudo haberle pasado? Su primer indicio fue que su suegra había hecho la limpieza unas horas antes y pudo haberlo movido.
Alertada de la situación, su suegra volvió “de unos recados a toda velocidad” para ayudar en la búsqueda de la cebra, removiendo “cielo y tierra” aunque sin éxito. Para evitar que la niña se diera cuenta de su ausencia, Iván y su pareja usaron todo el tiempo la palabra clave “LA INNOMBRABLE” mientras revisaban en “los armarios del baño, en las cajas de herramientas, en la bañera, en lugares tan altos que hacía falta una escalera para ver algo”. Y nada.
La desesperación de los padres de la niña por encontrar a The Cebrit antes que ella se percatara de su desvanecimiento los llevó a tener que mentirle y decirle -fingiendo normalidad- que se “había ido de vacaciones” y que le tocaría dormir sola. Ivan precisó que su esposa dijo “todo esto llorando”, pero la pequeña niña comenzó a “comprender la dimensión de la tragedia” que se avecinaba.
“Empezamos a quitarle la ropa. Mi mujer y yo sollozando discretamente, mirándonos de reojo, preguntándonos en qué contenedor, en qué bolsa de basura, dónde habíamos fallado. La niña empieza a gritar Eita, Eita, como todas las noches. Nosotros nos desmoronamos”, escribió el padre de familia que, tras todo el suspenso que mantuvo a lo largo de su apoteósico relato, preparaba todo para llegar a la esperada parte final.
Y es que cuando sacaron el pijama que iban a ponerle a la pequeña para acostarla sobre la cama, que por vez primera iba a dormir sin su peluche favorito, al darle la vuelta a la prenda -que apartaron de su camino “unas trescientas veces” durante su búsqueda implacable- se dieron con la sorpresa que The Cebrit estuvo todo el tiempo ahí, atascada en una de sus mangas.
Si bien no se había percatado de todo el escándalo que armaron sus padres durante toda la tarde al darse cuenta que el peluche se había esfumado, la niña ahora dormía plácidamente en su cuna acompañada de “ese muñeco tan sucio que solo tiene rayas negras y rayas muy negras”, mientras que él celebró su victoria descorchando un vino y recordándole a todos en Twitter que The Cebrit “está siempre más cerca de lo que creemos”.
No cabe duda que la historia de Iván Repila sobre The Cebrit se hizo viral en un dos por tres, provocando que varias personas se animaran a compartir anécdotas similares que vivieron tanto de hijos como padres. “Actualizo este hilo, conmovido y (también) descojonado por tantas historias vuestras, cebrits conservadas y perdidas, remiendos, lavadoras asesinas...”, escribió el autor del relato, adjuntando una foto del objeto de adoración de su hija.