Aldous Huxley fue uno de los escritores más aclamados del siglo XX y figura entre los principales representantes del pensamiento moderno. Aquejado de un cáncer de laringe, falleció a los 69 años, el día que el presidente de Estados Unidos, J.F.Kennedy, fue asesinado. La última petición que le hizo a su esposa fue que le inyecte dos dosis de LSD para que su muerte sea tranquila.
A inicios de 1955, Aldous Huxley padeció la muerte de su primera esposa, la belga Marie Nys, quien padecía de un cáncer de hígado. El escritor británico la acompañó hasta el último instante de ese matrimonio que duró 35 años.
Un año después, Huxley se casó por segunda vez con la violinista y psicoterapeuta italiana Laura Archera, quien fue crucial en la vida del escritor de ‘Un mundo feliz’, sobre todo desde que le detectaron un tumor en la lengua, en 1960.
Pese a los duros tratamientos, la muerte ya tocaba a su puerta y el 22 de noviembre de 1963 fue el último día que estuvo con vida. Esa fecha, precisamente, coincidió con el asesinato del presidente J.F.Kennedy.
Según narra su misma esposa Laura Archera, los médicos habían anticipado un final complicado y, para evitar los espasmos del cáncer que padecía, Huxley, quien intuyó que su muerte estaba cerca, le pidió a su amada Laura dos últimos deseos: que inyectase cien microgramos de LSD para morir sin dolor y que le leyera al oído el Libro tibetano de los muertos.
La carta que escribió la esposa de Aldous Huxley
Laura le escribió a Julian, el hermano mayor de Aldous Huxley, una emotiva carta en la que describe los últimos instantes con vida del escritor británico. A continuación reproducimos la misiva:
No sé exactamente qué hora era, me pidió una pastilla y escribió ‘Prueba LSD 100 intramuscular’ […]. Le pedí que me lo confirmara.
Súbitamente supe con claridad que estábamos juntos de nuevo tras dos meses de charlas tortuosas. Entonces supe lo que tenía que hacerse. Fui rápidamente a la otra habitación en donde estaba el Dr Bernstein viendo la TV, acababan de anunciar el asesinato de Kennedy. Tomé el LSD y le advertí ‘Se lo voy a inyectar, él lo pidió’.
Regresé a la habitación de Aldous y preparé una jeringa. El Dr me preguntó si quería que él aplicase la inyección –tal vez por que vio como mis manos temblaban. Su pregunta me hizo tomar conciencia de mis manos y respondí ‘No, yo tengo que hacerlo’. Me silencié y cuando lo inyecté mis manos estaban firmes.
A continuación sentí que compartimos una gran liberación. Creo que eran las 11:20 cuando le di su primera inyección de cien microgramos. Me senté cerca de su cama y le dije ‘Mi vida, quizá en un rato lo tomare contigo’ […] Súbitamente me pareció que había aceptado la muerte; se había tomado esta medicina moksha en la cual creía. Estaba haciendo justo lo que había escrito en ISLAND, y tuve el sentimiento que estaba interesado, liberado, y quieto.
Tras media hora la expresión de su rostro comenzó a cambiar un poco y le pregunté si sentía el efecto del LSD, y me respondió que no. Sin embargo, creo que algo ya había sucedido.
Esto era característico en Aldous, el percibir tardíamente el efecto de una medicina, incluso cuando era evidente que el efecto estaba ahí, a menos que el efecto fuese sumamente intenso el siempre respondía ‘áun no’. Ahora su expresión reflejaba el efecto que se provocaba en él cada vez que tomaba la medicina moksha, cuando lo envolvía está expresión de inmensa plenitud y amor. Y si bien este no era el caso, si había un cambio notable en comparación a un par de horas antes.
Dejé pasar otra media hora y decidí administrarle otros cien microgramos. Le dije que lo iba a hacer y estuvo de acuerdo. Le apliqué la otra inyección y comencé a hablarle. El estaba muy callado y sus piernas comenzaron a enfriarse […] Le dije: ‘Ligero y libre’ y luego agregue con más convicción ‘suelta, suelta, déjalo ir, querido; de frente y hacia arriba. Estás yendo derecho y hacia arriba. Voluntaria y conscientemente te estás yendo, voluntaria y conscientemente, y lo estás haciendo hermosamente; lo estás haciendo en forma tan hermosa, te diriges hacia la luz, hacia el amor más elevado. Es tan fácil, tan hermoso […]
Yo estaba muy cerca de su oído, y espero haber hablado clara y entendiblemente. En algún punto le pregunté ‘¿Puedes escucharme?’ y el respondió apretando mi mano. Me escuchaba […] La vibración de su labio inferior duró solo unos momentos y parecía responder a mis palabras: ‘Con calma’ y ‘lo estás haciendo de manera voluntaria, consciente y hermosa, estás yendo de frente y hacia arriba, ligero y libre, hacia la luz, hacia la luz, hacia el amor pleno. La vibración cesó y su respiración se hizo más lenta, cada vez más lenta, y no hubo la más mínima señal de contracción o lucha.
Simplemente la respiración se fue diluyendo y a las 5:20 cesó por completo.