Alejandra y Marcelo jamás se imaginaron que, luego de tener ya varios perros en su hogar, terminarían adoptando a Marlín, un carpincho o ronsoco, que desde el primer día se comportó como una mascota doméstica. Conoce su curiosa historia y como fue que llegó al hogar de esta noble pareja.
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Todo comenzó cuando Marlín se encontró a un pescador cerca del Mar del Sur en Argentina. El hombre lo conoció cuando tenía solo una semana de vida, por lo que hizo lo posible por cuidarlo hasta que creciera un poco.
El problema comenzó cuando el carpincho comenzó a comerse las plantas de la madre del pescador. Entonces, contactó con Marcelo para que se lo lleve cuando tenía 6 meses, ya que no podía tenerlo más allí.
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Él y Alejandra lo adoptaron como una mascota, pero sabían que su hábitat natural estaba en lo salvaje. Llevaron a Marlín muchas veces a un arroyo para que pueda volver a lo salvaje, pero siempre que lo hacían, este volvía con ellos hasta su casa.
Finalmente, decidieron adoptarlo oficialmente y dejaron que conviva con sus demás animales domésticos. Ahora, Marlín vive como si fuera un perro más de la familia, y juega tranquilamente en su casa como cualquier otro.
“Intentamos un par de veces devolverlo a su hábitat. Lo llevamos al arroyo y lo largamos solo. Pero cuando escuchaba el ruido del motor de la camioneta, salía corriendo y se venía con nosotros. Probamos dos veces y no hubo forma. Estaba muy acostumbrado a estar con gente”, señaló Marcelo al medio local 0223.
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Marlín es extremadamente tranquilo y solamente se vuelve activo cuando sus hermanos perrunos están cerca. En la casa de la pareja, el carpincho tiene su propio estanque y un gran parque para correr, por lo que no tiene ningún problema con sus necesidades de actividad física.
“Es como un perrito, está todo el día en el parque y se la pasa comiendo pasto, cuando llega mi señora de la escuela entra en la casa, abre el picaporte y tiene su cajita, luego a la noche pide para salir” asegura Marcelo.
En la comunidad, también se ha hecho muy popular porque todos los que pasan cerca de su casa, lo llaman para tomarse foto con este carpincho. En definitiva, Marlín demuestra que cualquier animal silvestre, con amor y cuidados, puede convivir con los humanos en paz.
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