En el corazón de la “Ciudad de los Muertos”, los sopladores de vidrio, pese a los 50 grados celsius, se activan ante sus hornos de ladrillo en este sector cairota, un gigatesco cementerio en el cual habitan personas y trabajan artesanos.
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Una carpintería y un taller de elaboración de cuero y joyería también se unieron a la pequeña comunidad de artesanía tradicional, alrededor de la mezquita del sultán mameluco Qaitbay.
Esta joya arquitectónica del siglo XV, que figura en los billetes de una libra egipcia, está rodeada de tumbas monumentales, callejones polvorientos y viviendas informales.
La inmensa necrópolis, que se extiende a lo largo de más de seis kilómetros, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Desde 2014, una serie de proyectos financiados por la Unión Europea (UE) han cambiado el perfil de este sector.
“Antes de los proyectos, había basura por todas las calles. Ahora, un camión la recoge todos los días”, comenta Issem Abu Rami, de 57 años, propietario de un pequeño restaurante frente a la mezquita.
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En este barrio pobre, la producción local se vende ahora en elegantes tiendas, bajo bóvedas de piedra restauradas, pero también en línea. Todo comenzó hace seis años con la renovación de un “Hawd” o abrevadero para animales y luego la del “Maqad” o sala de recepción de la residencia del sultán.
El último proyecto iniciado por la UE en 2018, para el que ha contribuido con cerca de un millón de euros, se denomina “Patrimonio para los vivos en la Ciudad de los Muertos” y se centra en el desarrollo social.
La arquitecta Agnieszka Dobrowolska, directora del proyecto, supervisó la restauración de monumentos, la renovación de los talleres, su señalización e incluso el diseño de joyas y objetos de cuero inspirados en motivos mamelucos.
Reforzar la diversidad
Hoy, después de algunas semanas de interrupción relacionada con la epidemia de covid-19, el taller de cuero y joyería ha vuelto a trabajar con unas 50 mujeres.
Aida Hassan, de 45 años, se alegra de ganar “1.500 libras (95 dólares) al mes y a veces más”, gracias a su actividad artesanal. “Este proyecto ha contribuido a mejorar mis ingresos”, asegura, al precisar que ella misma ha formado a otras mujeres en el trabajo del cuero.
Al mismo tiempo, cientos de mujeres y niños del barrio se beneficiaron de cursos y talleres sobre temas tan diversos como la ciencia, la tecnología, el inglés o el deporte.
La Unión Europea, principal donante del proyecto en curso, que concluirá en 2021, hace hincapié en el aspecto social del programa. Se organizan conciertos, desde jazz hasta folk, pasando por la música tradicional egipcia. Y artistas plásticos, occidentales o egipcios, vienen a exponer sus obras.
Se trata de “reforzar la diversidad de la expresión cultural, artística, para construir puentes entre el Este y el Oeste”, explica Dobrowolska.
Otra finalidad de la transformación de los lugares es la acogida de turistas. La “Ciudad de los Muertos”, a veces rodeada de supersticiones debido a su condición de necrópolis, puede asustar a los taxistas que se niegan a entrar en ella. Por otra parte, no figura en el programa de los circuitos turísticos más frecuentados.