El antiguo frasco roto por un niño de 4 años vuelve a exhibirse en un museo israelí tras su reparación. (Hecht Museum, University of Haifa)
El antiguo frasco roto por un niño de 4 años vuelve a exhibirse en un museo israelí tras su reparación. (Hecht Museum, University of Haifa)
Oscar Guerrero Tello

El público y los medios internacionales se han interesado en el regreso de un antiguo frasco de la Edad de Bronce al Museo Hecht en Haifa, Israel. Lo que comenzó como un accidente desafortunado protagonizado por un niño curioso se ha convertido en un relato de recuperación y aprendizaje que ha tenido un impacto en muchas personas.

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Un accidente inesperado en un museo sin barreras

Hace poco más de un mes, una familia del norte de Israel visitaba el Hecht Museum, un museo conocido por su innovador enfoque de exhibir artefactos históricos sin barreras de vidrio, permitiendo a los visitantes explorar el pasado de manera cercana y tangible. En esa visita, el hijo menor de la familia Geller, un niño de cuatro años, dejó caer accidentalmente un frasco antiguo, rompiéndolo en múltiples piezas. El frasco, que había permanecido intacto durante más de 3.500 años, se encontraba en exhibición en el museo desde hace 35 años, siendo uno de los pocos contenedores de su tamaño y período que se conservaban completos desde su hallazgo.

Ariel Geller, de 4 años, en el Museo Hecht en Haifa, Israel. (Hecht Museum, University of Haifa)
Ariel Geller, de 4 años, en el Museo Hecht en Haifa, Israel. (Hecht Museum, University of Haifa)

Alex Geller, el padre del niño, describió el momento con una mezcla de angustia y resignación. “Mi hijo es extremadamente curioso, y en cuanto escuché el sonido del choque, pensé: ‘Por favor, que no sea mi hijo’”. Este tipo de incidentes no son comunes en el museo, donde los objetos se presentan sin las típicas protecciones, un riesgo calculado que forma parte de la filosofía del lugar, explicó Inbal Rivlin, directora del museo.

Una pieza única de la Edad de Bronce

El frasco, que data de entre el 2200 y 1500 a.C., probablemente fue utilizado para almacenar vino o aceite en la antigüedad. Su valor no solo radica en su antigüedad, sino en su rareza: se trata de una pieza única, una de las pocas que ha llegado hasta nuestros días completa y en buen estado. Por eso, su destrucción accidental supuso un golpe tanto para los expertos como para los visitantes.

Sin embargo, Rivlin y su equipo decidieron convertir el percance en una oportunidad educativa. En lugar de lamentar la pérdida, el museo optó por invitar a la familia Geller de vuelta, no para recriminar, sino para aprender. “Es un niño, después de todo. Creo que este tipo de situaciones tocan el corazón, no solo aquí en Israel, sino en todo el mundo”, comentó Rivlin.

La restauración: un trabajo meticuloso y tecnológico

Roee Shafir, experto en restauración del museo, lideró el proceso de reparación del frasco. Aunque la situación presentaba desafíos, Shafir destacó que, afortunadamente, todas las piezas pertenecían al mismo objeto, lo que simplificó el trabajo en comparación con otras restauraciones arqueológicas, donde los expertos deben unir fragmentos de varios objetos diferentes.

Roee Shafir, experto en restauración del Hecht Museum, reparando el jarrón roto. (Hecht Museum, University of Haifa)
Roee Shafir, experto en restauración del Hecht Museum, reparando el jarrón roto. (Hecht Museum, University of Haifa)

Para la reconstrucción, el equipo utilizó tecnología avanzada, como imágenes de alta resolución y videos 3D, además de un pegamento especial para restaurar cuidadosamente el frasco. Durante casi dos semanas, los restauradores trabajaron minuciosamente, pieza por pieza, hasta devolverle al frasco su forma original. Aunque el resultado final presenta algunas grietas finas y faltan pequeños fragmentos, la impresionante envergadura del frasco sigue capturando la atención de los visitantes.

Un nuevo cartel que genera curiosidad

Menos de dos semanas después del accidente, el frasco volvió a ocupar su lugar en el Hecht Museum, pero no sin un cambio notable en su exhibición. A su lado, un nuevo cartel con la sencilla pero contundente advertencia: “Por favor, no tocar”. Este pequeño detalle ha generado una sonrisa entre los visitantes y se ha convertido en un recordatorio visible del incidente y de la fragilidad de nuestro pasado compartido.

El cartel no solo advierte, sino que también cuenta una historia, la de un niño curioso que, sin quererlo, hizo que un artefacto de miles de años cobrara nueva vida a través del esfuerzo y la dedicación de restauradores y especialistas. Para Rivlin y su equipo, la reparación del frasco no solo representa la restauración de un objeto valioso, sino también la capacidad de convertir un error en una oportunidad para aprender y conectar con la historia de manera más humana.

SOBRE EL AUTOR

Periodista. Estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Diez años de experiencia en medios digitales. Actualmente se desempeña como redactor del Núcleo de Audiencias de El Comercio.

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