Es difícil explicar la alegría, la emoción, el frenesí… Son bienes intangibles que conciernen al alma. El cerebro recibe varios gigas de información, le adhiere la circunstancia, procesa todo, lo mezcla con el pasado, con lo que somos y responde con el alma. De ahí salía el festejo marroquí. Era Marruecos país gritando enloquecido. Acá eran veinte mil, en la patria era treinta y ocho millones saltando, abrazándose, corriendo hacia las plazas para reunirse a desfogar su felicidad. Habían empujado a España del tren del Mundial. Lo bajaron. El país que fue protectorado español lo apeó de la Copa dando un nuevo golpe inesperado en el Mundial de las sorpresas. Por primera vez en la historia Marruecos llega a cuartos de final. Un hito histórico en la competencia. Y hundiendo a su antiguo colonizador.
A los hinchas marroquíes en las tribunas se les saltaban los ojos de las órbitas, se les veían las amígdalas en el alarido, se apoyaban tan afuera de las barandas de contención que parecían caerse. No hay ninguna actividad humana que promueva el sentido de pertenencia como el fútbol. Un auténtico misterio. Hinchas y jugadores llegaron dispuestos a llevarse este partido. En las tribunas ganaban los marroquíes 7 a 3 en número y en decibeles de aliento, en el campo mostraban un ardor impresionante. En un duelo intensísimo, más parecido a una batalla que a un juego, pareció que a Marruecos le iba la vida en el césped. Dejó todo. Y aunque terminaron 0 a 0, estuvo más cerca de la victoria si contamos los dos mano a mano de Cheddari frente a Unai Simón.
Luego vino el alargue y, por fin, el dramatismo de los penales. Quien patea primero, si convierte, tiene una ventaja psicológica sobre el otro, que va siempre atrás tratando de emparejar. Y el marroquí Sabiri acertó. Tras él ejecutó Sarabia, a quien Luis Enrique hizo ingresar a los 118′ exclusivamente para la tanda de disparos, porque es un especialista, y lo tiró al poste. Luego, ese magnífico arquero que es Bono, un canadiense hijo de marroquíes que hizo toda su carrera en España, entró en escena y paró dos remates. Es inadmisible que una selección falle los tres tiros que patea. No hubo ensayo, sabiendo que en choques de eliminación directa hay altas probabilidades de ir a este tipo de definición.
España llegó hasta donde podía, de acuerdo a los jugadores que tiene: ninguna estrella. El mejor es Pedri, un chico de 20 años con lucido y lúcido manejo de pelota, aunque sin desequilibrio, además de jugar lejos del arco adversario. El superinfluyente periodismo español promovió a su selección para empresas mayores sin base de sustentación. No está a la altura de Francia, Brasil, Inglaterra, Portugal, Holanda o Argentina. Podría discutir con Alemania, como lo hizo, tal vez con Bélgica o Suiza. Y ganó el partido que podía ganar: ante Costa Rica. Pese a las críticas feroces dedicadas a Luis Enrique, si España aspiraba a alguna gloria era justamente por la audacia de su técnico. Él era el rival más temible para los contrincantes, por su tremenda vocación ofensiva.
Tras conquistar el Mundial 2010, España apenas ha podido conseguir tres victorias en las ediciones siguientes. Frente a Australia, Irán y Costa Rica. Tres sobre 11 presentaciones. Y contra qué rivales… Marruecos sabía que no era imposible vencerlo: ya se habían topado en Rusia 2018, también con empate: 2 a 2. Ganaban 2-1 los magrebíes hasta el minuto 91, cuando igualó España. Esa vez se le escapó por un pelo. Ahora le toca Portugal, que viene de una supergoleada a Suiza por 6 a 1, sin embargo, tiene la moral por la estratósfera y es capaz de una hazaña: poner al fútbol africano por primera vez en la semifinal de un Mundial. Cada jornada de Catar 2022 depara un asombro nuevo y está signada por el emparejamiento entre chicos y grandes.
Luego vendría el segundo plato, Portugal-Suiza, imperdible por el anuncio de que, por primera vez en dieciocho años, Cristiano Ronaldo sería suplente en la selección lusa. Ello originó una escena surrealista: doscientos fotógrafos desentendidos de los equipos, parados frente al banco de Portugal esperando la salida de Cristiano Ronaldo para fotografiarlo sentado. Y el que entró por él ante Suiza, Gonçalo Ramos, marcó tres goles y dio una asistencia. Cuando Ramos anotó el primero, los suplentes portugueses saltaron eufóricos del banquillo, CR7 no se movió. Su tiempo en la élite parece acabarse (o acabado), aunque él no se rinde y espera marcar un gol más para igualar a Eusebio como máximo anotador de Portugal en Mundiales. En el cotejo ante Uruguay, el DT Fernando Santos lo había sustituido y luego hubo un penal a favor, que CR7 se perdió de ejecutar. Luego volvió a reemplazarlo ante Corea y esto generó la ira del divo: “Tienes una prisa del carajo para echarme, ¡jódete!”, masculló para Santos mientras salía. Lo captó la TV portuguesa. En la conferencia de prensa previa a Suiza, uno de los enviados del canal se lo preguntó al técnico, quien respondió: “En el campo no vi nada, pero lo que vi luego en la televisión no me gustó en absoluto. Hemos resuelto este problema entre nosotros. Ahora tenemos que pensar en el futuro”.
Esto, unido a que tres cuartos de afición reclamaba la suplencia de Cristiano, determinó que saliera como sustituto. Entró al minuto 73, y aunque Portugal anotó seis goles, él no pudo sumar. Encima, Gonçalo Ramos se llevó el balón del encuentro por su triplete.
Ya en el juego, Portugal descifró el secreto bancario suizo y lo fundió: no sólo lo despachó de la Copa, le obsequió seis goles. Seis a uno es un resultado extraño en cuartos de final, sobre todo porque Suiza venía de imponerse con autoridad a Serbia por 3 a 2. Por ese lado, sorprendió. Por el de Portugal no. El ingeniero Fernando Santos lleva ocho años largos al frente de la selección verde y roja, casi no necesita dar charlas técnicas, los jugadores tienen internalizado su libreto y les va bien en todos los torneos internacionales. Con él han sido campeones de la Eurocopa y de la Liga de Naciones. Y ahora dispone de un plantel riquísimo, pleno de figuras jóvenes que triunfan en toda Europa. Está entre los cinco favoritos para alzarse con la Copa. Atención a Portugal, que viene corriendo de atrás…
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