De un día para el otro, el barrio porteño de Flores se convirtió en un imán para el turismo, los curiosos y los fieles católicos. Allí vivió y creció Francisco, el primer papa latinoamericano.
Flores es un típico barrio de Buenos Aires, con casas bajas y viejas, alternadas con edificios más modernos.
Es un barrio muy tradicional, cerca del centro geográfico de la ciudad, que en la última década vivió un proceso de transformación y crecimiento, con un importante movimiento comercial. Pero rara vez llegaban por ahí quienes no eran vecinos. Hasta este miércoles.
El arzobispo de Buenos Aires y cardenal argentino Jorge Bergoglio, de 76 años, es un porteño de pura cepa.
Nació y vivió hasta los 21 años, cuando definió su vocación por la Iglesia e ingresó al seminario, en una casa de la calle Membrillar.
La vivienda sigue en pie, aunque se modificó su frente y gran parte del interior. Ahora está revestida en mármol negro, cemento y ladrillo a la vista. Solo queda en pie de aquella época una glorieta (plazoleta), que seguramente habrá resguardado largas horas a Bergoglio mientras escuchaba sus tangos preferidos o disfrutaba de sus autores favoritos, entre ellos Hölderlin, Manzoni, Borges y Dostoievsky.
Cientos de personas desfilaron por la acera de esa casa tan normal como otras de la cuadra desde que el miércoles Bergoglio fue consagrado como el nuevo papa Francisco, el primero de América Latina.
VIDA DE BARRIO A solo tres casas de allí vive su novia de la niñez, Amalia Damonte, la mujer a quien Bergoglio a los doce años le dijo: Si no me caso con vos, me hago cura. Pasaban horas jugando en la vereda.
Muy cerca, a poco más de 400 metros está la escuela Cerviño, donde cursó los estudios primarios. Hizo los estudios secundarios en la escuela técnica ENET 27, de la que egresó con el título de técnico químico.
Y no muy lejos de su hogar estaba el antiguo estadio de San Lorenzo, el club de fútbol de sus amores y al que iba a ver los partidos junto a su padre.
Otro lugar que atrajo muchas visitas desde que Bergoglio asumió como papa es la Basílica de San José de Flores, donde el entonces joven muchacho obtuvo la revelación y descubrió su vocación.
Fue en un confesionario de esta tradicional iglesia porteña donde él mismo narró que recibió el mensaje de dios, pidiéndole que fuera sacerdote. Ese lugar en el fondo del templo, entre la Virgen de Luján y la imagen de San José, de quien era devoto, se convirtió en uno de sus preferidos a lo largo de toda su carrera eclesiástica.
Es increíble lo que ha pasado. Mucha gente que ha estado 20 años alejada de la Iglesia hoy ha venido a confesarse, relató asombrado el padre Francisco al diario Clarín.