Bogotá. Hace 19 años, José Alberto Gutiérrez recorría las calles de Bogotá en su camión de la basura cuando sorprendido encontró una edición de “Anna Karenina” que recuperó y convirtió en la primera piedra de una biblioteca comunitaria para jóvenes de un popular barrio azotado por la criminalidad.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Y es que cruzar la frontera imaginaria que separa el norte de la capital colombiana y el sur -donde vive Gutiérrez- implica sumergirse en barriadas populares en las que los servicios básicos escasean y la criminalidad aumenta conforme crece la pobreza y la desigualdad.
En ese contexto, en el que no faltan pintadas alusivas a las FARC, Gutiérrez decidió “armar una biblioteca” y cada día regresaba de su jornada recogiendo las basuras de la ciudad con “una buena maleta de libros que encontraba entre los residuos urbanos”, según explica.
Como un fortín contra la violencia con libros por empalizadas, la biblioteca comunitaria “La fuerza de las palabras” fue creciendo y generando un polo de esperanza para muchos jóvenes del barrio Nueva Gloria que en ese entorno hostil encontraron una esperanza.
“Es necesario porque, como decía Víctor Hugo, el hombre no es malo sino es la ignorancia la que nos vuelve malos. Aquí está la posibilidad de poder despertar a los niños y fortalecerlos para que sean las columnas de la humanidad más adelante”, afirma.
Las citas de Víctor Hugo, de Tolstoi -“me encanta la literatura rusa”- o incluso del filósofo colombiano Estanislao Zuleta se agolpan en la conversación con Gutiérrez, quien ha visto crecer su biblioteca recuperada de la basura hasta convertirse en el centro neurálgico de su barrio.
Hoy, casi dos décadas después del inicio, los niños de Nueva Gloria bucean entre 20.000 ejemplares que les reciben bajo una estampa sonriente de Gabriel García Márquez, el nobel de literatura colombiano.
Además ha repartido muchos de ellos por todo el país y ha nutrido centros culturales y escuelas rurales con algunos de los libros que rescata entre la basura “de los barrios encopetados de Bogotá”.
Preguntado por el inicio hace 19 años, se le ilumina el rostro y recuerda como los niños de su barrio, muchos de ellos amigos de su hija María Angélica, comenzaron a acudir para tener acceso a una literatura que de otro modo nunca hubiera conocido.
“Todos los amigos de María Angélica fueron a la universidad”, recuerda Gutiérrez, quien dedica un espacio reverente en su biblioteca para las grandes enciclopedias que ayudan a los jóvenes del barrio a finalizar sus tareas escolares.
Con esa labor de difusión de la literatura hizo “un trabajo preventivo con los niños. En estos lugares tenemos problemas intrafamiliares, drogadicción y de pandillas. Ir atrayendo a los niños a la lectura es la mejor terapia para poder ayudar a cambiar nuestro país”, reflexiona.
Hoy, en pleno siglo XXI la Enciclopedia Británica sigue compitiendo en atención con las de medicina, arte, los libros de fábulas y los de clásicos de la literatura, pero como si fuese un templo antiguo los electrónicos aún no han entrado.
“De pronto es bueno para quienes lo saben utilizar, pero a los niños tenemos que ponerle el libro físico, el de papel”, porque “hay mucha mediocridad por no investigar y no leer suficiente”, dice categórico.
Con ellos trabaja lúdicamente, porque a los niños es esencial acercarles los libros “a partir del juego”. Para conseguirlo organiza actividades con lectura, música, medioambiente e incluso cocina.
Ahora y después de haber recuperado más de 30.000 libros de la basura y de recibir centenares de donaciones Gutiérrez -“por favor, ¡escribe que recibimos donaciones!”, pide- sueña en grande, en hacer una “fábrica de bibliotecas” con los libros que recupera y los restos de madera que recoge de la basura.
Su quimera poco a poco toma forma y ahora trabaja para construir centros culturales en diez de los lugares más azotados por el conflicto armado colombiano que se inició hace más de 50 años y que ha depauperado regiones enteras del país.
“Si tenemos la oportunidad de llevarles libros a la guerrilla me gustaría también”, destacó.
¿Y qué libros serían? “Llevaría una lista de muchísimos, comenzando por Víctor Hugo, 'Nuestra Señora de París' o de León Tolstoi”.
“Pero especialmente les recomendaría al filósofo, Estanislao Zuleta que decía que el campo de batalla era la educación”, concluye.
Fuente: EFE