María Juliana Ruiz, la esposa del candidato presidencial Iván Duque, es una mujer inteligente, familiar, a quien le apasiona el baile y un buen libro de poesía.
► Hablemos de su familia, sus raíces...En mis genes traigo la esencia de dos regiones del país. Mi mamá, Gloria Sandoval, es de ascendencia boyacense, y mi papá, Luis Fernando Ruiz, de familia antioqueña. Ella es socióloga. Trabajó en empresa privada, pero su vocación principal fue la docencia universitaria. Una mujer sensible, profunda, de proceder vertical, analítica y de una vitalidad envidiable. Con un corazón gigantesco donde le caben su hija, sus tres nietos (que son su vida) y una gran familia extendida. Mi padre es economista. Ejerció su profesión principalmente en cargos directivos de empresas multinacionales y tuvo una empresa de asesorías como independiente. Además, colaboró en algunas instituciones del sector público. Es un hombre trabajador, responsable, sociable, divertido —como buen paisa— y reconocido como un ser humano leal y gran amigo de sus amigos.
► Todos sus estudios los cursó en el colegio Marymount de Bogotá. ¿Cómo recuerda esa época?¡Me lo gocé total! Fueron 13 años allí. Fui del equipo de voleibol, del grupo de teatro, cheerleader y me apunté a cuanto concurso de baile y literatura hubo. En mis amigas del colegio encontré hermanas, y las adoro. Agradezco haber crecido en un entorno de mujeres muy diferentes, que me dieron la pauta de formación de lo que soy hoy en día. Tengo gratos recuerdos de mis profesores.
► ¿Era buena estudiante?Siempre me fue muy bien en humanidades. Español, sociales, filosofía, hasta ciencias. Sufrí con matemáticas y todos sus derivados.
► Viajemos al pasado: ¿qué recuerda de su infancia?, ¿cómo era de pequeña?Fue excepcional. Recibí todo lo que un ser humano necesita en su preparación para ser adulto. El amor infinito de mis papás y de la familia, quienes me inculcaron una escala de valores muy definida. Me prepararon para planear y trabajar por las cosas que quería. De las cosas que más admiro, es que, siendo hija única, mis papás se esforzaron para que no fuera evidente. Me enseñaron con ejemplo, a compartir y ser solidaria, a defender con argumentos mis ideas, pero nunca a atropellar las de los demás. Pero también debo decir que fui muy inquieta, y eso me trajo algunos inconvenientes de disciplina en el colegio. Fui una niña de buen humor, alegre; extrovertida, quizá por pasar más tiempo con adultos aprendí a escuchar, que es algo que considero muy importante.
► Cuando se graduó como abogada de la Universidad Javeriana, inmediatamente se fue a vivir a París, ¿qué hizo allí?Mi propósito era estudiar, y lo hice en el Institut Catholique. En verdad lo disfruté al máximo, viajé mientras vivía en allí y, obvio, procuré que esas oportunidades fueran producto de mi esfuerzo, así que trabajaba en un restaurante, era au pair (niñera) de una familia con 4 hijos. Dicté clases de salsa en un barco y fui host de algunos eventos de ópera... Todo eso me hizo madurar, formarme de manera independiente y ser aún más consciente del trabajo que requiere.
► Hablemos de su historia de amor con el candidato Iván Duque. Entiendo que están juntos desde la adolescencia, ¿cómo se enamoraron?La primera vez que fuimos novios fue cuando yo tenía 15 años. Después de bailar y hablar por horas en una fiesta de un amigo, llegué a mi casa y le dije a mi mamá: ‘Conocí al papá de mis hijos’. Recuerdo que, aterrada, me respondió: ‘No digas palabras ociosas’. ¡Y ya ve! Desde ese momento hasta que nos casamos pasamos por bastantes etapas de amor y desamor. Fuimos amigos, novios, ‘enemigos’, casi-novios, en fin. Realmente estuvimos más tiempo separados que como novios. Tuve relaciones importantes, y él también. Sin embargo, Iván siempre estuvo presente para mí. Me enamoró su modo especial de encantar y seducir con inteligencia y buen humor. Además, es un churro, y debo reconocer que hizo una tremenda labor de conquista.
► ¿Pero, entonces, en qué punto llega la propuesta de matrimonio?Estando en París, viajo a Washington para ver opciones de posgrado en las universidades de allí, donde Iván ya reside hace unos meses. Cuando yo llegó nos reencontramos, y él me dice: ‘De aquí ya no te vas’. Decidimos entonces casarnos, y fue en esta ciudad donde construimos nuestro hogar y donde nacieron nuestros tres hijos. Llevamos 15 años de casados, 12 los vivimos allá.
► Estando en Washington hizo una gran carrera en la OEA...Para mí, la OEA es sinónimo de realización profesional. Entré a los 23 años como intern (pasante) y fui creciendo en la organización hasta trabajar directamente con el secretario general adjunto y el secretario general. Fueron casi 12 años que me permitieron hacer desde las labores más simples, como sacar copias, hasta liderar comisiones, reuniones y proyectos de gran importancia diplomática.Tuve la inmensa fortuna de tener jefes muy capaces, progresistas, generosos para compartir sus conocimientos y delegarme responsabilidades. Conservo cercanía e inmenso aprecio por ellos.En la OEA conocí a tres de mis grandes amigas, personas que estando fuera de casa se convirtieron en familia, y hoy sus familias son parte de la nuestra.
► ¿Por qué deciden regresar?Nosotros regresamos cuando Iván decide hacer todo el proceso para postularse al Senado de la República. Él lo hace mucho tiempo antes de los niños y yo. No fue un proceso fácil, sobre todo para mí, porque tenía una construcción personal y profesional muy arraigada en Washington. Había logrado un equilibrio como mamá y realizarme en lo laboral, sin desatender a mis hijos ni un segundo. Sabía que esa decisión iba a ser trascendental para nosotros como familia, pero también sabía cuál era esa vocación y deseo de él por llegar al país y ayudar en su construcción; estoy convencida de sus capacidades, y por eso lo apoyé.
► ¿Cómo es María Juliana como mamá de Eloísa, Matías y Luciana?Muy dedicada. Disfruto serlo, con todo y las angustias que conlleva. Me gusta participar en sus actividades, estar presente en los colegios. Soy muy afectuosa y consentidora, aunque si les preguntan a ellos, van a decir que la brava de la casa soy yo. Dicen que soy perfeccionista. A partir del nacimiento de Luciana empecé un segundo proceso de aprendizaje. Creo que ser padres es una oportunidad para autocorregirse y educar a los hijos mejorando todas las experiencias de vida.
► ¿Cómo funcionan en familia?, ¿qué les gusta hacer?Somos bastante hogareños, nos gustan los planes de casa y de finca: chimenea, música, películas y libros. Cocinar en familia es una terapia y nos entretiene cantidades. El mejor plan en familia es un viaje, ya sea planeado, como le gusta a Iván, o improvisado, como me gusta a mí.
► En el plano más personal, ¿qué la apasiona?Me gustan las cosas sencillas, pero con detalles que llamen la atención. Me gusta cocinar, ir a cine, amo pasar tiempo junto al mar, sola o acompañada. Disfruto una buena conversación y viajar, pero si hay algo que me hace inmensamente feliz es sacarle una sonrisa a alguien.
► ¿Amante del arte o la literatura?Me gustan los dos. La literatura es un arte cuando logra trasmitir emociones y sentimientos. Cuando con elementos lingüísticos y narrativos convence. Hay varios géneros que sigo, pero los preferidos son la poesía y la novela; si tiene un componente histórico, aún mejor. Incluso disfruto la lectura con mis hijos, y hay libros infantiles que encuentro de gran profundidad.
► De llegar a la Casa de Nariño, ¿cuáles son los programas que quiere abanderar?Me gustaría apoyar algunos de los proyectos de Iván en temas de educación, cultura e innovación, especialmente en niños. Creo que si logramos aportarle un componente fuerte de ciencia, tecnología y de cultura a la educación, estaremos avanzando en la formación de personas más creativas y comprometidas con nuestra sociedad. Apartados de vicios y violencia. Por mi vinculación actual con el sector salud, siento el compromiso de aportar un grano de arena en ese ámbito; y si hay algo que pueda hacer, lo enfocaría en temas de prevención.
► Asegura que está en el área de la salud, ¿a qué se dedica actualmente?Soy la secretaria general de una clínica de alta complejidad, de cuarto nivel. Manejo toda la parte de internacionalización de servicios, que busca promover toda la capacidad de alta tecnología que se posee para atraer o atender a pacientes de otros países, de la mano del área de mercadeo y promoción de esta. También tengo algunas funciones en el área administrativa, en el área jurídica y de recursos humanos.
► ¿Qué piensa cuando ve a su esposo punteando las encuestas como el nuevo presidente de los colombianos?Pienso que Colombia tiene una gran oportunidad. Estoy segura de que es difícil encontrar una persona que reúna las capacidades intelectuales, académicas, profesionales, emocionales y de integridad como las que tiene Iván, sumado al deseo honesto de disponer sus conocimientos al servicio público.Soy muy consciente de los grandes retos, pero sé también que es el momento para que nuestro país no pierda el rumbo.
► ¿Qué le preocupa de llegar a ser primera dama?No me da temor, me preocupa mantener a mi familia unida, seguir siendo partícipes de la educación y el crecimiento de nuestros hijos. Las responsabilidades sumadas a la disciplina, el rigor y el amor de Iván por el país sé que se llevarán gran parte de nuestro tiempo como pareja y como padres. Pero cuando regresamos a Colombia tomé la decisión de apoyarlo, de estar a su lado, de ser un soporte en su vida personal.
► ¿Cómo han vivido estos meses electorales?Hemos intentado mantener el equilibrio. Yo no soy ni política ni pública, prefiero observar, trabajar en privado y desde allí aportarle a Iván todo lo que puedo. En los meses electorales, la presencia en las regiones del país es indispensable, así que él se ha ausentado bastante de la cotidianidad de nuestra familia, eso evidentemente causa un impacto en los niños, que lo extrañan bastante. Pero él hace hasta magia para estar más presente.
► ¿Con qué país sueña?Con un país que haya recuperado el valor de la solidaridad. Con personas alegres, creativas e innovadoras, con consciencia de comunidad, que rompan estigmas y eliminen brechas sociales... y, por supuesto, un país seguro.Fuente: El Tiempo de Colombia / GDA