El argentino Ruben Pablos recuerda lo “atroz” que fue la batalla final de la guerra de las Malvinas/Falklands en la gélida noche del 13 al 14 de junio de 1982, hace ahora 40 años.
“Entre las balas trazantes y las bengalas, el campo de batalla parecía de día”, relata Pablos, quien entonces tenía 19 años y fue enviado a esa guerra como soldado conscripto.
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“Y entre el olor a pólvora y a sangre, era bastante dantesco todo lo que se podía ver ahí”, le dice a BBC Mundo.
Aquella escena transcurrió en Wireless Ridge, una de las colinas ubicadas a pocos kilómetros de Puerto Argentino o Stanley, la capital del archipiélago en disputa.
Los militares argentinos habían llegado allí luego de desembarcar en las islas en reclamo de su soberanía el 2 de abril del mismo año, una acción que desencadenó la guerra con el Reino Unido.
Cuando los británicos vencieron la batalla de Wireless Ridge 73 días más tarde y controlaron de esa colina, como habían hecho con otras posiciones estratégicas cerca de la capital, la guerra entró en sus horas finales.
Al recibir la orden de replegarse, Pablos y los demás hombres de su sección, algunos heridos, se marcharon a la ciudad, donde cayeron prisioneros. Argentina capituló el mismo 14 de junio.
Cuando se desata una guerra, suele ser difícil anticipar cómo terminará, basta ver lo que sucede ahora mismo en Ucrania luego de la invasión rusa.
En el conflicto de las Malvinas/Falklands tampoco estaba claro lo que ocurriría después que la junta militar que tenía el poder en Argentina ordenara a sus fuerzas conquistar las islas y el gobierno británico despachara una flota de combate al Atlántico sur para retomar control del archipiélago.
Para el rumbo del conflicto fue clave el hundimiento del crucero argentino General Belgrano por parte del submarino británico Conqueror el 2 de mayo de 1982.
En ese ataque con torpedos ocurrieron casi la mitad de las 649 bajas que Argentina tuvo en la guerra, en la que también murieron 255 militares británicos y tres isleños.
A partir de entonces, la Armada argentina replegó a puerto su flota de superficie, el Reino Unido comenzó a establecer superioridad naval y los combates se intensificaron.
Pero los expertos creen que el desenlace de la guerra se vislumbró una vez que la infantería británica desembarcó en la bahía de San Carlos y avanzó sobre posiciones argentinas, en luchas sangrientas que llegaron a ser de cuerpo a cuerpo.
Con el apoyo de su fuego aéreo y naval, las tropas británicas, mejor preparadas y equipadas que sus enemigos, se impusieron en batallas como la de Pradera del Ganso (Goose Green) hasta controlar los alrededores de la capital donde se concentraban los soldados argentinos.
“Cuando estuvo claro que (los argentinos) iban a ser derrotados, no había mucho más que pudieran hacer”, señala Lawrence Freedman, profesor emérito de Estudios de Guerra en el King's College de Londres.
“Realmente no tenían otra opción que rendirse”, dice Lawrence a BBC Mundo. “Si estás en una isla, no puedes huir, ni dispersarte, ni retirarte a ningún lado”.
El 14 de junio, grupos de combatientes argentinos como Pablos comenzaron a llegar bajo la nieve a las calles de Puerto Argentino/Stanley en busca de refugio y atención médica para los heridos.
“Era algo muy extraño, porque ya había militares ingleses caminando con armamento y nosotros también”, dice Pablos.
La negociación de un cese el fuego y rendición argentina evitó que los combates estallaran en la capital del archipiélago y siguiera derramándose sangre.
Más tarde se supo que el general Mario Menéndez, quien había sido nombrado por Argentina gobernador de las islas durante la guerra, decidió capitular in situ pese a que sus superiores en el continente inicialmente eran contrarios a ello.
“Cuando le dan la orden a Menéndez de resistir en el pueblo, es cuando él decide la rendición”, señala el historiador argentino Federico Lorenz, especializado en el conflicto por las islas.
“Es paradójico, pero probablemente sea la única decisión militar sensata de Menéndez, si bien muchos se lo reprochan: no dar un combate en la población porque hubiera sido una matanza”, dice Lorenz a BBC Mundo.
Los términos de la capitulación argentina fueron acordados por Menéndez con el comandante de las fuerzas terrestres británicas, el mayor general Jeremy Moore, el mismo 14 de junio.
Moore envió esa noche un telex a Londres para informar que las fuerzas argentinas habían depuesto las armas y se empezaban los preparativos para el “regreso a Argentina” de los hombres.
“Las Islas Falklands están una vez más bajo el gobierno deseado por sus habitantes”, escribió.
El desenlace de la guerra catapultó la popularidad de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, quien un año después obtuvo un holgado triunfo en las elecciones del Reino Unido.
En cambio, la derrota bélica precipitó la caída del régimen militar en Argentina, que en 1983 cedió el poder a un gobierno democrático.
El país ha seguido reclamando soberanía sobre las islas por vía diplomática.
Pablos recuerda que permaneció un mes como prisionero de guerra antes de ser enviado de regreso al continente junto a cientos de otros excombatientes argentinos.
Hoy director de Veteranos de Malvinas en la provincia de Río Negro, Pablos señala que el fin de la guerra le causó un “pensamiento ambiguo permanente”.
“Por un lado, la alegría porque había terminado ese horror de la guerra y había sobrevivido”, explica. “Pero por otro lado, la tristeza por haber perdido y por tantos compañeros que no están”.
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