Río de Janeiro. Jair Bolsonaro, un político ultraderechista y ex capitán del ejército que ha elogiado a la dictadura militar de Brasil, encabeza la votación de las elecciones presidenciales de la nación más grande de América Latina, en las que atrajo el apoyo de varios con sus promesas de enfrentar los altos niveles de violencia y corrupción.
Con casi el 99% de las casillas contabilizadas, Jair Bolsonaro tenía 46% de los votos. Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), estaba en segundo lugar con 29,3% de la votación. Al no haber ningún candidato alcanzado el 50% más un voto, se llevará a cabo una segunda vuelta el 28 de octubre.
Estos resultados muestran que Bolsonaro --quien además es legislador con 27 años en el Congreso-- obtuvo más votos de los que mostraban las encuestas en semanas recientes.
Aunque la jornada se llevó a cabo con tranquilidad, el proceso electoral estuvo marcado por un intenso descontento hacia la clase gobernante tras años de turbulencia política y económica.
Dos grandes hechos marcaron el camino hasta estos comicios: el político más popular del país, Luiz Inácio Lula da Silva, vio rechazada su candidatura, mientras que Bolsonaro, líder en las encuestas, del Partido Social Liberal, sufrió un ataque a cuchilladas a un mes de los comicios.
El candidato más beneficiado del descontento social fue Bolsonaro.
“Es símbolo de una visión cívica y patriótica del país. Estamos frente a un momento de refundación para Brasil”, dijo sobre él Joao Felipe Miu, funcionario público de 38 años luego de haber votado en Leblon, un barrio acomodado de Río de Janeiro.
Por la tarde, a minutos del cierre de casillas en todo el país, el clima era festivo frente al departamento donde vive Bolsonaro en Barra de Tijuca, zona oeste de Río.
“Nuestra bandera jamás será roja” gritaban unos 500 seguidores que esperaban la salida del diputado derechista hacia el hotel donde daría una conferencia de prensa.
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Bolsonaro es conocido por su nostalgia por la última dictadura, sus insultos a las mujeres y a los gays y sus llamados a reprimir la delincuencia, dándole más garantías a las fuerzas de seguridad.
Al votar en Río de Janeiro el domingo por la mañana, Bolsonaro pronosticó que obtendrá más del 50% de la votación, suficiente para evitar una segunda ronda el 28 de octubre. “La gente cae en la cuenta que Brasil no puede seguir con el camino del socialismo. No queremos ser mañana lo que Venezuela es hoy”, dijo.
Después de votar, el antiguo ex alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, habló con la prensa pero su voz quedó eclipsada cuando opositores golpearon ollas en edificios cercanos.
En el tramo final de la campaña, el PT subió el tono contra Bolsonaro al advertir al electorado que, con su elección, la democracia estaría en peligro. Incluso, mediante un video, el partido de Haddad lo comparó con Adolf Hitler.
Guiada por ese miedo, Ana Dias, jubilada de 78 años, entendió que debía ir a votar, pese a que cuatro años atrás se había quedado en su casa. “Mi hija me convenció de que viniera. Ese señor (Bolsonaro) es un radical, un peligro para el país porque con odio no solucionaremos nada”, dijo.
Bolsonaro recibió el 36% de las preferencias en la encuesta de Datafolha más reciente, una ventaja de 14 puntos porcentuales sobre Haddad. El sondeo se basó en las respuestas de 19.552 personas entre viernes y sábado y tiene un margen de error de más/menos 2 puntos porcentuales.
La campaña por la presidencia de Brasil fue tensa e impredecible.
Quien resulte electo dirigirá un país sumido en una crisis económica y política, aún conmovido por el enorme escándalo de corrupción de Lava Jato, el mayor esquema de corrupción en la historia de país develado a partir del 2014. Como síntoma de una nación en crisis, más de 13 millones de brasileños no encuentran trabajo en el mercado.
Bolsonaro habla de un Brasil al borde del colapso donde narcotraficantes y políticos roban impunemente y reina la amoralidad. Se ha manifestado a favor de flexibilizar las leyes de tenencia de armas para que la gente pueda protegerse, darle rienda suelta a la policía y restablecer “valores tradicionales”, una frase que ha causado desasosiego debido a sus halagos hacia la época de la dictadura y sus insultos contra las mujeres, los negros y los gays.
“Hay un fuerte deseo de cambio”, opinó Andre Portela, profesor de Economía de la Fundación Getulio Vargas, un importante centro de estudios e investigación. “Bolsonaro se ha aprovechado de eso y se ha presentado como agente del cambio, pero no queda claro si realmente lo será”.
Mientras tanto, Haddad y el PT han retratado un país apropiado por una élite que protegerá sus privilegios a todos los costos y que no puede soportar que mejoren las vidas de los pobres y la clase trabajadora.
Haddad ha prometido dar marcha atrás a las reformas económicas del presidente Michel Temer que dice que han deteriorado los derechos de los trabajadores, para aumentar la inversión en programas sociales y recuperar los años de auge que Brasil tuvo bajo su mentor, Lula.
Atrapados entre ambos, están los brasileños que los consideran símbolos de un sistema roto.
“Si Haddad o Bolsonaro ganan, la polarización no se va a acabar. Creo en un cambio, por fuera de los extremos”, opinó Danielle Palomo, 29 años, economista, a la salida de un centro de votación en Copacabana, en la zona sur de Rio. Palomo apostaba en que el izquierdista Ciro Gomes, tercero en las encuestas, llegara a la segunda ronda.
Fuente: AP