Con nada más 22 años y una mochila floreada al hombro, Laura parece una estudiante más de las miles que a diario utilizan el Transmilenio, el sistema de transporte masivo de la capital colombiana. Pero no es así.
La joven -que hace como que juega con su teléfono en medio de este bus, que va cada vez más lleno- es una policía de civil con una misión: parte de un escuadrón especial recientemente creado para combatir el abuso sexual en el transporte público de Bogotá.
Y junto a ella, entre los numerosos pasajeros que a esta hora de la mañana se dirigen a sus centros de estudio o trabajo, también viajan otros siete agentes encubiertos –casi todos mujeres– que observan con cuidado a aquellos que parecen dispuestos a hacer un uso indebido del creciente apretujamiento.
Un problema que es endémico en los atestados buses articulados que a diario transportan a unos dos millones de pasajeros en la capital colombiana donde, según el último estudio disponible, seis de cada diez mujeres dicen haber sido objeto de toqueteos indebidos en el transporte público al menos una vez.
“Yo creo que la iniciativa está funcionando”, dice Laura, una vez que el bus ha completado su recorrido y los agentes se juntan para un rápido desayuno antes de emprender el camino en la otra dirección.
Y sus compañeras coinciden en que los casos de manoseos y otros comportamientos indebidos –lo que en la legislación colombiana se conoce como “injuria por vía de hecho”– ya no se están presentando con la misma frecuencia que al momento de la creación del escuadrón, hace aproximadamente un mes.
Pero el problema sigue siendo serio. Y trabajo siempre hay.
“NO TOCAR - POLICÍA”Efectivamente, desde su creación, el “Grupo Élite Transmilenio” ya ha realizado 17 arrestos, la mayoría durante sus primeras semanas de operación.
Y la cifra también indica una leve reducción en la frecuencia de casos reportados, pues en lo que iba del año se estaba registrando una denuncia cada 1,5 días, lo que significó un aumento de un total de 81 en todo 2013 a unas 152 en los primeros ocho meses de 2014.
“Hemos visto que los casos son menos frecuentes de lo que venía sucediendo. El problema ya no parece estar tan desbordado”, le dice a BBC Mundo la teniente Lina María Ríos, quien coordina las operaciones del “Grupo Élite Transmilenio” desde la jefatura de la Policía Metropolitana de Bogotá.
“Tal vez es porque las personas (los potenciales abusadores) andan prevenidas, porque no saben si la persona que van a tocar es policía o no”, explica Ríos. “Aunque por el momento no te lo puedo asegurar”.
Actuar como elemento disuasorio es, en cualquier caso, uno de los objetivos del Grupo Élite, que a menudo se divide en pequeños grupos para cubrir el mayor número posible de rutas de Transmilenio durante las horas de mayor circulación.
Aunque las mujeres del grupo –un total de siete, de los 11 agentes que actualmente lo integran– resienten la sugerencia de que fueron reclutadas para servir como carnada para los potenciales abusadores, como algunos medios locales llegaron a afirmar.
“Eso sería incitación al delito. Ahí seríamos nosotros los que estaríamos cometiendo un crimen”, explica Néstor, quien como todo los varones del grupo proviene de la Policía Judicial.
Por contraste, sus colegas del sexo femenino fueron seleccionadas por su experiencia trabajando como agentes encubiertas, en labores de inteligencia o con poblaciones vulnerables, como menores y otras mujeres.
Y, conversando con ellas, es fácil entender por qué son las más indicadas para un trabajo en el que casi todas las víctimas pertenecen al sexo femenino.
¡CUIDADO CON LAS MANOS!“Por ejemplo, las mujeres se siente menos incómodas cuando somos nosotros las que las estamos mirando (en una situación potencialmente incómoda)”, le dice a BBC Mundo Yuri, una especialista en labores de inteligencia con experiencia previa como agente encubierta en el Transmilenio.
“Queremos que esas mujeres sepan que no están solas”, agrega Lina, otra de las especialista en inteligencia, quien cuenta que la ha sorprendido lo diferente que se comportan los abusadores atrapados a los carteristas y ladrones en los que antes concentraban su atención.
“No se ponen violentos. Por lo general reacciona con mucha calma”, explica Lina, mientras aclara que, contrariamente a lo que muchos piensan, entre los abusadores del Transmilenio han encontrado hombres de todo tipo, edad y condición social.
Por eso, más que en apariencias, las “caza acosadores” se fijan en comportamientos sospechosos: miradas fijas en senos y traseros, hombres que mantienen las manos abajo en medio del apretujamiento o que parecen buscar innecesariamente el contacto; listas para actuar en caso de queja o en cuanto se hace evidente que un contacto indebido no ha sido meramente accidental.
Aunque en este trayecto todos los pasajeros parecen estar comportándose adecuadamente.
Y en cuatro semanas de patrullaje durante las “horas pico” –los momentos de mayor concentración de usuarios en el sistema de transporte masivo, temprano en la mañana y al final de la jornada laboral– los agentes encubiertos todavía no han capturado a nadie con las manos en la masa, lo que ayuda a disminuir mi egoísta decepción.
DE MUJER A MUJEREl patrullaje, sin embargo, es sólo parte del trabajo de los agentes del Grupo Élite, pues también actúa como una unidad de respuesta rápida a todas las denuncias registradas dentro del sistema, encargándose de todo los arrestos vinculados a casos de acoso sexual.
La idea, explican, es ayudar a agilizar los procesos, asistir a las víctimas y demostrarles que las autoridades están tomando en serio el problema, con la esperanza de que cada vez más se atrevan a denunciar los toqueteos.
Y para ello, parte de la estrategia es hacer esos arrestos lo más visibles posible, para que potenciales acosadores también lo piensen dos veces antes de arriesgar colocarse en esa situación.
“Mucha gente tiende a pensar que (denunciar los manoseos en el Transmilenio) es perder el tiempo”, explica Leydi, otra de las policías encubiertas.
“Nosotros estamos para cambiar eso”, dice la agente, aunque todas reconocen que, al ser la injuria por vía de hecho un delito excarcelable, es muy poco probable que la mayoría de los toqueteadores pasen mucho tiempo en prisión.
Pero igual o más preocupante es que, según una encuesta reciente, la cuarta parte de los hombres y una de cada diez mujeres bogotanas consideran que el manoseo en el Transmilenio no es un delito.
Y el trabajo de estas agentes también puede ayudar a combatir esa percepción.
Algunas, además, también han sido víctimas de toqueteos en el pasado y entienden perfectamente lo desagradable de la situación.
“Todavía estaba en la escuela y un señor mayor metió la mano por debajo de la falda de mi uniforme”, recuerda una de ellas.
“Yo estaba recién llegada a Bogotá, y bajándome del Transmilenio me cogieron la cola”, cuenta otra, quien cuenta que alcanzó a darle un puñetazo en el pecho al acosador antes de que la puerta se cerrara.
“Pero es horrible. Una queda con una sensación de impotencia”, agrega. “Por eso es importante que las mujeres sepan que la policía no las ha abandonado, que hay mujeres policías que estamos trabajando para que ese tipo de situaciones no se vuelvan a repetir”.